Esta es la historia de una diminuta semilla que viajó aferrada a las patas de un ave, hasta que cayó al borde del camino cerca de un precipicio. Pasados los días la semilla logró germinar a pesar del árido suelo, lentamente fue creciendo y las personas que transitaban por el lugar no se daban cuenta de su existencia y hasta los animales salvajes la pisoteaban con mucha frecuencia. Aquella pequeñita planta continuaba su lucha con las condiciones adversas del medio ambiente, sus raíces se fueron metiendo profundamente en la tierra, como aferrándose al borde del precipicio, soportaba las prolongadas sequias, la inclemencia del sol, los constantes incendios, nada parecía detener su crecimiento. Pasados los años, se convirtió en un árbol de mediano tamaño y sus ramas se hicieron cada vez más fuertes. Por otra parte sucedió que aquel polvoriento y angosto camino se convirtió en una carretera por donde transitaban cantidades de carros y personas y allí, en el recodo de una peligrosa curva, sobresalía majestuoso aquel inmensó y frondoso árbol, aferrado al barranco. Para muchas personas, aquel àrbol era como una bendición de dios, porque cansados de realizar sus ejercicios y caminatas, se refugiaban bajo su sombra mientras que para muchos conductores imprudentes, el árbol del precipicio les había salvado la vida, al proteger sus vehículos de caer al vacío. Las aves también disfrutaban la existencia del árbol, ya que construían sus nidos sobre sus ramas. Un día Diego Andrés pedaleaba su bicicleta en compañia de su padre, al llegar a la peligrosa curva se detuvo impresionado ante la imponente figura del árbol, intrigado exclamó: ¡Guaooo, que árbol tan grande!. Seguidamente preguntó a su papá: ¿Papi porque nació allí, se puede caer por el barranco?. Muerto de la risa su papá respondió: ¡Hijo ese árbol nació allí por decisión de la naturaleza y de papá dios, no se puede caer por el barranco, es muy grande y fuerte, sus raíces están agarradas firmes al suelo!. El pequeño Diego Andrés, pasó varios minutos junto a su padre sentados debajo del árbol, acariciando su tronco. Al siguiente día, cuando llegó al colegio, escribió una nota en su cuaderno y se le entregó a la maestra, era una reflexión, narraba la historía por medio de la cual había conocido al árbol del precipicio que estaba al final de la carretera nacional, le pedía un favor a sus demás amiguitos de clase, que no rayaran su tronco, ni escribieran palabras obscenas, que no rompieran sus ramas ni hojas, que cuidaran al árbol porque era milagroso, generoso y bueno, le daba gratis sombra a todas las personas que pasaban por el lugar y una cosa muy importante, le había contado su papá, que aquel árbol grande y fuerte, le había salvado la vida a más de una persona, al impedir con su tronco, que sus vehículos cayeran al precipicio. Después que la maestra terminó de leer la nota, todos los alumnos se levantaron de sus pupitres y aplaudieron a Diego Andrés, ya que con mucha imaginación había escrito una excelente nota de reflexión sobre el árbol del precipicio. |