Todo flotaba… los días surgías como expulsados por la pesadilla viviente y venían… se iban, mareaban un poco y luego la calma aparente.
Las uñas quebradas buscaban un algo indescifrable, un trozo de lucidez; de esa que se pierde entre la sombra esquiva y sumisa de lo que fue. La voz se arrastra y quizás calla, mientras la saliva agoniza y desaparece de a poco los rastros de todo aquello ya saboreado y ahora lejano… olvidado, guardado entre las pestañas y las huellas evaporadas, mojadas exorcizadas. Y una pausa indescifrable lo invade todo y el narcótico embeleco se restablece, quizás no tan alocado, pero sincero, placentero y muy eterno; tan eterno que enmudece, palidece y se desborda por los ojos secos, insensibles y tan lejanos como aquello que se fue, que se desapareció del recuerdo… pero que quizás vive en los inmensos surcos de la estrecha muerte… Aun existes!