Nota previa: Este relato no me pertenece; simplemente he querido transmitirles una leyenda mapuche (1)
EL LAGO ALUMINÉ (2)
El Padre Bueno, el todopoderoso Ngenechen decidió unir en matrimonio a Antú (el sol) y Puyén (la luna) y ordenó a los dioses que, como esposos que eran, marcharan por el espacio, siempre juntos.
Cumpliendo el mandato, ambos paseaban sobre montes y valles en feliz armonía, demostrándose su amor de día y de noche.
Pero el desgaste de la rutina también llegó a este amor que parecía indestructible; después de un tiempo Antú perdió su interés por Puyén, quien le reprochó su indiferencia.
Antú, irritado por el regaño, la insultó y la golpeó brutalmente en la cara.
Ngenechen decidió entonces separarlos para evitar males mayores.
A partir de entonces, el sol (Antú) se convirtió en el único astro del día.
La luna (Puyén) siguió entonces su recorrido sola, mostrando en el rostro los moretones provocados por los golpes de Antú.
Ella rondaba por las noches entre los árboles, iluminando los campos con su luz plateada, jugando a veces a esconderse entre las nubes, arrancado reflejos luminosos de alguna piedra o reflejándose en la nieve.
Parecía feliz, pero no conseguía olvidarse de Antú, a quien ansiaba reconquistar.
Fue así que cierta vez se apuró en su recorrido, para ver si podía alcanzar a Antú, antes de que se ocultase detrás del horizonte.
Había llegado ya bastante cerca de Antú; podía divisarlo en el ocaso que enrojecía las nubes, cuando lo vio besando apasionadamente al Lucero del atardecer.
Lloró tanto su desilusión que las lágrimas se acumularon sobre lo que era un hermoso valle neuquino, convertido ahora en lago en cuyas aguas plateadas se espeja la diosa de la noche para curarse los moretones.
(1) Mapuche “Gente de la tierra” –pueblo originario
(2) Lago Aluminé – provincia del Neuquén – Patagonia Argentina -
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