La Navida pasada, de visita
en casa de mi hija mayor
quien vive bastante lejos,
en una de esas frías noches
puse a mi nieta en su cama.
Teniendo solo seis años
le encanta que le digan cuentos
antes de soñar angelitos
un angelito en si, mi nietecita
Luego de leerle el cuento,
y acariciar su carita, no sé,
mis ojos se humedecieron
-¿Qué pasa, tata, por qué lloras?-
-No es llanto, nena, es alegría
de hasta ahora poder vivir
para ponerte en tu camita
y lograr contarte cuentos-.
-A ver, tata, déjame secarte
las lágrimas de tus ojos,
yo también se llorar de alegría,
por oírte contarme cuentos.
Déjame llorar contigo, tata,
lloremos de estar contentos-.
Me echó los bracitos al cuello
y los dos lloramos juntos,
por ese amor que es tan puro
de una nieta con su abuelo.
(Dedicado a Mitzue, quien me hizo recordar el placer de ser abuelo con su lindo poema "Abuela)
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