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Esta es una noche especial que será grabada como un tatuaje en la piel de mis recuerdos. Imagínense, estoy sentado en este bar El Plebeyo, con mi entrañable amigo Silvestre, celebrando su reciente llegada del rico país del norte, los Estados Unidos. Por fin puedo dedicar mi tiempo a este amigo del alma a quien tuve la paciencia de esperar más de siete años. Dejé de verlo la tarde aquella en que partió con toda su familia.
Ya se pueden imaginar el forado que se abrió en mi ser el día en que partió. Me dejó sin un rayito de luz en medio de mi tremenda soledad. Los días se tornaron incoloros al principio, pero pude resistir la tempestad gracias a nuestra constante comunicación.
Antes de irse, Silvestre se encontraba en la plenitud de su carrera como economista. Su aporte intelectual alcanzó a ser cotizado en el mundo de los empresarios, era consultante exclusivo de ciertas empresas extranjeras que estaban creciendo en mi país.
Alcanzó un nivel de vida esplendorosa. Era dueño de una gran residencia, en una zona exclusiva en donde vivía con su esposa, -a quien conoció en la universidad y era también economista- y sus dos hijos. Nadie podia facilmente asomarse por se lugar sin que mostrara el pase visado por los encargados de la vigilancia. Apenas uno ingresaba al area de La Posada, se tenía la sensación de estar a las puertas de un paraiso lleno de plantitas multicolores, caminos alfombrados de praderas y casas clavadas entre arboles y bosquecillos.
Nada le hacía presagiar que muy pronto tendría que dejar esa vida envidiable de placer para verse sumergido en un mundo que no era el suyo.
Por una casualidad del destino, un día en que estaba almorzando en un restaurante frecuentado por ejecutivos, escuchó a los que estaban sentados en la mesa de su costado la noticia que había remecido al mundo financiero.
-¿Sabías que el grupo de los Chicago Boys dueños del laboratorio Rossel están vinculados con los narcos y parte de ese dinero lo destinan a pagar a sus empleados?. !Cómo estará temblando el asesor principal, uno de nombre Silvestre no sé cuántos!. Es toda una red de mafiosos pero él es el cerebro intelectual del grupo que conoce todos los movimientos para evadir a la justicia. Ojalá que pronto la policía siga sus pasos para ponerlos en la cárcel. Cualquiera de nuestros hijos podría caer en esas manos mafiosas. !Qué dios nos libre!.
Tan pronto escuchó esta noticia quedó paralizado de cuerpo entero. No articuló palabra alguna. El era el brazo derecho de esos mafiosos e ignoraba toda esa nube negra que se estaba tejiendo a sus espaldas. Era el primer consultante y pronto las autoridades lo podrían vincular con semejantes sabuesos.
Su abogado le aconsejó salir inmediatamente del país hasta que se investigara quiénes eran los verdaderos cerebros. Mientras tanto, el transcurso del tiempo correría a su favor. El objetivo era lograr la prescripción del delito, es decir, se borrase con los años y solo así, sería posible su regreso, libre del temor a ser perseguido por algo que no hizo.
-Tú preocúpate solamente de llevar una vida tranquila, alejada de toda publicidad. Luego que se culpen a los responsables, podrás respirar tranquilo, venir y continuar con tu vida normal, ejerciendo tu profesión.
Este imprevisto, nada agradable para él, empujó a Silvestre y a su familia ir a un país que sólo conocían como turistas. Nunca se le hubiera ocurrido vivir ahí. Ahora, las circunstancias lo forzaban a empezar una nueva vida.
Buscó trabajo en las mejores empresas, cuyas suites estaban ubicadas en los arrogantes rascacielos que bordeaban el rio Hudson, en pleno centro financiero de Manhattan.
El primer día que salió a buscar trabajo, se puso su mejor terno que le daba un aire distinguido y lo hacía ver como todo un profesional. Estaba con un humor espléndido, llevando en su maletín varios portafolios que contenían su hoja de vida.
-!Cuánto aprenderé de estos gringos que tienen el poder de la riqueza en sus manos!. Por algo acumulan tanto dinero, deben ser genios en las finanzas. Debo aprovechar las nuevas técnicas para luego aplicarlas cuando llegue a mi país", pensaba en estos magníficos proyectos mientras estaba a punto de ingresar a la Johnson & Johnson.
Se pasó todo el día tocando puertas de las esplendorosas oficinas, así como superman lo hizo, saltando por doquier, de un rincón a otro.
Cuando regresaba a su pequeño departamento en Queens, corría a revisar sus mensajes de teléfono para ver si alguna empresa requería de sus servicios. Pero nada. Los días pasaban y no había nada de nada.
A los dos meses, su estado económico era desesperante. Se había gastado casi todos sus ahorros, estando a punto de volverse loco por no tener a quién volver los ojos, no tenía amigos ni familia. ¿A quién acudiría en caso de alguna situación extrema?.
Tenía muchos obstáculos que le impedían ser aceptado en ningún trabajo vinculado con su profesión. Uno de ellos era no saber el inglés y el otro era no tener ningún permiso de trabajo de ese país. A lo sumo, tenía una visa de turista que, por lo demás, estaba a punto de caducar.
Esos detalles que ignoró en los primeros meses, se los hizo ver Joaquín, un amigo que conoció circunstancialmente en la Bayer. Claro que Joaquín pronto fue aceptado, pero tuvo la sinceridad de recomendarle buscar un trabajo manual, en alguna de las tantísimas agencias de empleo en donde no le exigirían documentación. Le bastaba llenar una aplicación y de inmediato lo colocarían en alguna fábrica. Eso era más sencillo, "antes que perder el tiempo inútilmente, amigo".
El primer trabajo que consiguió tenía que estar empacando mochilas en unas cajas de cartón, para luego sellarlas y trasladarlas a los grandes almacenes del área. Alternaba este oficio con la limpieza del local. Tenía que barrer colocando las bolsas negras de basura en unos cilindros invadido de roedores, que venían atraídos por el olor fétido que emanaba de su interior.
Ese primer día llegó rendido. No tuvo ni fuerzas para saludar a su esposa ni a los chicos que lo esperaban ansiosos de saber cómo había sido su día.
-No es sólo el cansancio físico lo que me ha traído el ánimo por los suelos. Es sentirme estropeado de hacer algo que no me gusta. Me confundo con toda clase de gente a quien no le importa hacer cualquier cosa porque no tiene nada que perder. Para mí, en cambio, ha sido el día más infeliz de mi vida. Nunca pensé sentirme un cualquiera. He pisado el fondo del abismo.
-Silvestre, lo siento mucho. Ven aquí, -lo acarició su esposa- solo piensa que esto será pasajero. Tal vez se trata de alguna prueba que tendrás que superar para pasar a otra etapa de nuestras vidas. Procura resistir. No eres el único. Yo también estoy en la misma. Ya conseguí un trabajo como mesera.
-!Eso no, no puedo tolerar que estemos los dos en el mismo tren de vida. Yo puedo soportarlo pero no mi esposa!. Tu eres mujer, eres delicada, terminarás acabada haciendo ese trabajo que no es malo, pero es muy duro para tí.
Lamentablemente, los gastos que tenían que afrontar eran cuantiosos. Se trataba de hacer frente a un costo de vida muy elevado y el salario de uno de ellos no era suficiente. Al final, ambos se resignaron a sumergirse en ese submundo que les resulto difícil, muy difícil de tolerar.
Era un cambio de vida radical. El destino los enfrentó contra ese lado oscuro que sólo conocían a través del noticiero que solían ver desde la comodidad de su hogar en Lima, apenados por el sufrimiento de aquella pobre gente. No pensaron que algún día ellos estarían en ese mismo lugar.
Silvestre tenía dos opciones, o se dejaba llevar por tan penosa vida, sumiéndose en la más absoluta desolación, o se enfrentaba a tan duros contratiempos, no dejando que él y su familia cayeran en el abismo. Si optaba por esto último, le esperaría un camino muy sacrificado pero con grandes expectativas. Decidió aprender el idioma, asistiendo a las clases que su comunidad impartía gratuitamente a cuánto necesitado andaba rondando por ahí.
Una mañana de tantas, mientras se disponía a iniciar sus labores de obrero, sintió que la mirada punzante de su jefe estaba detenida en sus movimientos.
-¿Estaré haciendo algo malo?. De repente todo lo hice muy rápido y cometí algún error en poner más cajas de lo debido en este pequeño espacio.
-Mientras divagaba con esos pensamientos, escuchó su nombre por el auto parlante para que se reportara a la oficina principal.
A esa oficina sólo concurrían los grandes jefes y no se explicaba cómo podría pisar un lugar tan exclusivo por alguien que era, en ese momento, un simple obrero.
Apenas hizo su aparición, la secretaria gentilmente le invitó a sentarse en la sala de espera. De pronto, el jefe mayor se le acercó para decirle con una sonrisa poco usual hacia los empleados de la planta
-Silvestre, hemos podido observar tu trabajo. Durante este tiempo te has conducido como una persona educada, eres bastante ágil en lo que haces. No sólo eso, te diriges a tus compañeros con todo respeto, algo que es extraño en un trabajador sin ninguna clase de instrucción. Dime, -le dijo punzante- ¿a qué te dedicabas en tu país?
Silvestre no se inmutó frente a tan halagadoras frases. Estaba acostumbrado a los elogios. Esta vez, se limitó a decirles resumidamente en qué consistían los trabajos que había realizado.
Míster Duncan quedó maravillado y también asombrado por su excelente labor. Valorando el esfuerzo que había tenido que enfrentar, se ofreció a garantizarlo en todo el trámite de sus documentos laborales, a cambio de contratarlo, en exclusividad, un par de años para que asumiera la gerencia financiera de la empresa.
Esta propuesta cambió el rumbo de su vida. En agradecimiento se entregó en cuerpo y alma a levantar las ganancias de su gestora, logrando que ésta ingresara al competitivo mundo financiero de Wall Street.
El mismo Silvestre se regocijaba diciéndole a su esposa,
-veo que mi brillo no tiene fronteras, querida Yoli.
Su momento de esplendor volvía a renacer, sólo que ahora él se encontraba a muchas millas de distancia.
Pasaron años y el abogado de Perú, le dio la noticia que tanto esperaba escuchar. Se habían sancionado a los responsables de la red mafiosa de narcotraficantes. Tenía luz verde para poder regresar sin ningún peligro de la justicia.
-Silvestre, ¿te has dado cuenta que todas las buenas noticias están viniendo gratamente encadenadas, una tras otra?. !qué bien me siento!
-Yo también, mi linda Yoli, me siento igual. Todo está tan bien...
El momento era propicio para preguntarle a su esposa algo que lo tenía inquieto desde que su vida empezó a tener un color resplandeciente en ese nuevo país.
-¿Te sientes bien aquí o quieres regresar?
-Cualquier lugar es el mejor para mí siempre que te vea con ese semblante de triunfador, no por el dinero que puedas ganar, sino por ver que estás haciendo lo que realmente te gusta.
- Yoli, si supieras, solo eso quería escuchar para tomar una decisión.
Silvestre no tenía rencor hacia nadie. La vida le había jugado una mala pasada sin haber sido él quien la provocara. A cambio, resistió los embates del infortunio y los pudo superar gracias a la oportunidad que a manos llenas le brindaron las personas que apostaron por él, en el lugar menos pensado.
-A tu salud, Silvestre. Sellemos nuestra amistad con este brindis del reencuentro.
-Lo mismo digo, amigo Paco. Siempre serás mi mejor amigo, testigo de todos mis triunfos y desencantos.
Silvestre regresó a vivir rebozante de seguridad y confianza, al lugar en donde le abrieron las puertas cuando todavía era un desconocido, era un illegal y un simple obrero. Tenía todo un mundo de posibilidades que descubrir para él y su familia. Su agradecimiento era profundo y sus ansias de superación infinitas.
Sin dejar de corresponder al único amigo de infancia con el que mantenía una relación de absoluta lealtad, tuvo la costumbre de encontrarse cada año nuevo, en el bar El Plebeyo, para dedicar su tiempo y amistad a ese tipo que siempre lo esperaba con el corazón abierto, cada vez que pisaba el suelo de sus amores.
Paco y Silvestre siguieron siendo amigos, a pesar de la distancia y de sus oficios. Uno era “el intelectual”; el otro, “el obrero”.
Total, eso es lo de menos cuando la amistad es más fuerte que los prejuicios. Así es como Silvestre, el intelectual, sentía por su amigo Paco. No le importaba cuán lejos estaba. Siempre tenía una razón para volver a pisar su suelo y celebrar un nuevo año en el barcito de la esquina de su barrio, chocar copas y decir !Chin, chin, brindemos por nosotros!.

Texto agregado el 27-01-2010, y leído por 364 visitantes. (15 votos)


Lectores Opinan
24-10-2010 Excelente narracion, Muy buena eleccion de la historia y gran contenido de vida... Cinco estrellas y mis saludos.Marcelo. mandarina-26
11-02-2010 Un texto excelente. Te felicito. La amistad es creo, lo más importante en la vida. louyann
06-02-2010 que buen texto, que buen historia, me encantó ***** fabiandemaza
31-01-2010 quise decir son en vez de somos. sagitarion
31-01-2010 Una historia de la "vida real" narrada con mucha pulcritud. Un homenaje a la amistad y a la gratitud, blasones que deberían de ser de todos y que sin embargo somos muy pocos los que podemos presumir de ellos. ¡Bien por Silvestre! Pero a mi me asalta la congoja por aquellos miles y miles de "silvestres" que se debaten en una vida de "arrimados mal vistos" en el gran país del norte, por aquellos mis hermanos indocumentados que viven hallá en la miseria, el oprobio y la discriminación racial. ¡Bien por Silvestre que se levantó del abismo que su candor cavó. Y bien, por aquellos indocumentados que aún mantienen la fe en que encontrarán un Mister Duncan que les tenderá la mano.*****Afectuosos saludos. sagitarion
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