"" Esta es la irrompible cadena de San Remo Sottosopra que ha surcado los siete mares y los cinco continentes. Usted ha sido seleccionado al azar para continuar la cadena, envíe 100 (cien) dólares por correo a nuestra casa matriz (Mermelade´s Avenue 1976, Islas Caimán, a nombre de Félix Anselmo Eliseo, ref cta 2782-109) y los datos completos, en las fichas que se adjuntan, de 6 (seis) desconocidos. Es imprescindible que sean desconocidos, de ser amigos o familiares, ese contacto será eliminado y deberá reemplazarlo. Tampoco serán aceptados personas famosas, actores, actrices, modelos, periodistas, futbolistas etc. Búsquelos por Internet o en la guías telefónicas, elíjalos al azar, de cualquier sexo, raza o posición económica, complete sus fichas y recibirá 3600 (tres mil seiscientos) dólares en pocos meses. Esto no es una de esas cadenas que le llegan por Internet, esto es real, mucho más real de lo que usted esta pensando. Por eso lo esta recibiendo justo ahora: Jueves 7 de enero de 2010 15:00 hs el día de su cumpleaños. Su número de cuenta 0116-110 no olvide consignarlo claramente en el sobre y en los formularios.
Un pequeño huérfano de Etiopía recibió esta misma carta hace cuarenta años, no tenía los cien dólares sin embargo trabajó semanas para conseguirlos, hoy es presidente de los Estados Unidos. Un campesino de Anillaco, La Rioja, Argentina y un obrero metalúrgico de Minas Gerais, Brasil (a quienes no nombramos por cabala y por discreción, respectivamente) también han conseguido ser presidentes de sus países gracias a nuestros servicios. Lea atentamente la ficha, quizás tenga que tomarse la semana para recopilar todos los datos. Pero fíjese las ventajas: con solo una semana de trabajo usted estará ganando 3600 dólares. Seguramente usted gana menos que eso. Si le parece poco dinero es que usted es uno de los afortunados que gana muy muy bien, quizás un par de cientos de miles al año o más. En ese caso no se preocupe puede sacarse de encima este problemita de la cadena enviándonos 1000 (mil) dólares a la dirección mencionada. La irrompible cadena de San Remo Devote es inquebrantable, de no cumplirla usted pasara al nivel dos. Sus datos figuran en la hoja, de haber algún dato equivocado rogamos nos lo corrija en alguno de los formularios adjuntos. Eso facilitará que usted reciba mucho más rápidamente su dinero. No se pierda esta oportunidad.
Su amigo y guia de nivel 2.""
Leí sobrecogido la hoja de mis datos y los de mi familia. Una foto mía -probablemente sacada del Facebook- estaba en el rincón superior derecho como en un curriculum. También había fotos y datos de Lara, mi mujer y de Belén nuestra hija. Eran las cuatro y media, el sobre lo había recibido en mi trabajo exactamente a las tres en punto como decía la carta. Pensé en el mensajero que lo trajo, tenía un uniforme azul aunque no recordaba de que empresa. Tampoco recordaba su cara ni siquiera el color del pelo. Le firmé una planilla en un espacio con mi nombre. Leí las fichas y la carta tres o cuatro veces más hasta las seis que era mi horario de salida. En casa me esperaba el festejo de mi cumpleaños. Vinieron mis padres y algunos amigos a cenar. Al llegar a casa no le comenté a nadie del sobre que llevaba en mi portafolios. Comí, sonreí, bebí mucho vino, intenté pensar en otra cosa. Hacia la medianoche estaba convencido que se trataba de una broma de oficina. Imaginé que había sido alguno de recursos humanos, o los pendejos de cómputos, o el sorete mal cagado de Paquez, o todos juntos. Al día siguiente tiré los papeles en el tacho y esperé alguna señal de los bromistas. No hubo nada, ni siquiera una indirecta. A los pocos días me había olvidado completamente.
Un mes y medio después recibí una pequeña nota que me recordaba que me faltaban solo dos semanas para cumplimentar el fin del nivel uno. Parecía una tarjeta navideña, del otro lado tenía una imagen de San Remo. El epígrafe de la foto decía en letritas minúsculas que se trataba de una capilla en Sottosopra, Italia. La googlié y vi fotos de un pueblo siciliano y de una Iglesia románica en cuyo vitraux San Remo enfrentaba al mar embravecido en un bote. Era la misma imagen de la estampita. Tenía un colofón en letras con las palabras “duc in altum”. Consulté un diccionario on line y descubrí que significaba rema mar adentro. Sottosopra significa al revés en italiano, me pareció ridículo que existiera un pueblo que se llamara “al revés”. Ese detalle me convenció que se trataba de una joda de mis compañeros de oficina. Estuve totalmente convencido que se trataba de una broma hasta el día en que entré en el nivel dos.
Una tarde al salir de la oficina encontré el parabrisas de mi auto destrozado en el estacionamiento. Los papeles, el MP3 y el GPS estaban dentro. Junto al ladrillo y cubierto por esquirlas de vidrio había un avión de papel con esta carta:
"" Esta es la irrompible cadena de San Remo Sottosopra que ha surcado los siete mares y los cinco continentes. Lo felicitamos usted ha ingresado en el nivel dos. Envíe 1000 (mil) dólares por correo a nuestra casa matriz (Mermelade´s Avenue 1976, Islas Caimán a nombre de Félix Anselmo Eliseo, ref cta 2782-109) y los datos completos en las fichas que se adjuntan de 6 (seis) desconocidos. Estamos muy contentos con usted por seguir adelante en la cadena. Usted podrá ganar en pocas semanas 36000 (treinta y seis mil) dólares. Es imprescindible que sean desconocidos, de ser amigos o familiares, ese contacto será eliminado y deberá reemplazarlo. Tampoco serán aceptados personas famosas, actores, actrices, modelos, periodistas, futbolistas etc Nosotros sabemos reconocer el coraje y la ambición de aquellos que no se dejan seducir por el facilismo de la primera impresión. Estábamos seguros que usted iba a despreciar el nivel uno. Son las 18:00 hs. del 8 de marzo de 2010. Sabemos que ahora esta enojado por la rotura del parabrisas de su auto probablemente esto le ocasione un pequeño trastorno. No se preocupe, estamos seguros que dentro de pocas semanas usted estará feliz y se reirá de este minúsculo contratiempo. Nuestro guía de nivel tres se estará comunicando personalmente a la brevedad. Sí usted esta muy ocupado, o simplemente no le interesa ganarse un buen dinero extra, puede salir de la cadena enviando un cheque certificado por 10000 (diez mil) dólares a la dirección mencionada. De esta manera quedara totalmente desobligado con la cadena. La irrompible cadena de San Remo Sottosopra es inquebrantable, de no cumplirla usted pasará al nivel tres. Le rogamos que sea discreto, no hable de la cadena con ningún familiar, amigo o vecino, de hacerlo no nos quedará otra opción que incluirlos a ambos (a usted y a su escucha) en el nivel tres. Esta prohibido concurrir a la policía, de hacerlo pasara automáticamente al nivel tres y tendrá que sufragar los gastos que el accionar policial nos acarree. Su amiga, el hada madrina del nivel tres.""
Dejé el auto en el estacionamiento y caminé sin rumbo fijo unos minutos intentando tranquilizarme. Luego volví al auto y desde allí llamé a mi mujer, no le dije nada de la carta ni del parabrisas, inventé una reunión de trabajo para tener tiempo de llevar a arreglar el auto. Esos días fueron de mucha incertidumbre, volvía a casa siempre por caminos distintos y cuándo abría la puerta tenía el corazón en la garganta esperando encontrarme algún intruso dentro. Dudaba entre ir y no ir con la carta a la policía. Pensé que me seguían alternativamente un Corsa gris y un Ford Ka color champagne. Tardé varios días en darme cuenta que el Corsa pertenecía a un compañero de oficina que vivía a pocas cuadras de mi casa y que el Ford era el auto nuevo de mi vecina.
Averigüé en el banco que tenía que hacer para enviar un cheque certificado. Era un trámite simple, depositaba el dinero en mi cuenta y ellos lo descontaban y lo confeccionaban en pocos minutos. Tenía suficiente dinero en mi caja de ahorros, no lo hice por temor, pensé que si mostraba debilidad y cedía el chantaje demasiado rápido jamás se detendría. Si los obligaba a tomarse alguna molestia más probablemente me dejarían tranquilo.
Mi hada madrina apareció un día en un Burguer King del centro en donde solía almorzar una ensalada. Estaba en la cola esperando ser atendido y ella se acercó por detrás y me dijo que me estaba esperando con mi ensalada. Era una chica de veinticinco años, tenía rasgos finos, ojos color almendra y pelo color castaño claro. Vestía un pantalón claro y una remera verde muy suelta que dejaba ver como al descuido un bretel rojo del corpiño. Rojos eran también el color de sus uñas, del lápiz de labios y de una hebilla que sostenía su pelo en una cola de caballo corta. Sus pechos eran pequeños y su cuerpo se adivinaba cuadrado y sin gracia debajo de las ropas sueltas. Me dejó desorientado, esperaba encontrarme a un mafioso siciliano y en su lugar apareció una gordita que tenía más pinta de empleada del mes que de asesina a sueldo. Sin dilaciones, y en un tono neutro y profesional me explicó que el motivo de esta reunión era para preguntar por que seguía sin cumplimentar los requisitos de la cadena de nivel dos. Ella era la persona que había elegido a quien me había elegido. Primero se ofreció a ayudarme a recabar la información de los contactos, luego intentó persuadirme con amenazas veladas acerca de la conveniencia de enviar los diez mil dólares ahora, antes de entrar en el nivel tres que eran cien mil, usted tiene una vida no querrá saber las que tendrá que pasar antes de decidirse de que esto no es una broma, esto no es una broma es una oportunidad o un accidente, todo depende si tiene lo suficiente para poder aprovecharla. Hizo un gesto con las palmas de sus manos insinuando que yo era un cobarde. Reaccioné mal, la insulté y me levanté de la mesa violentamente volcando la bebida y parte de la ensalada. Alguien se paró de una mesa contigua dispuesto a increparme y ella nos hizo a ambos un gesto apaciguador. Todo el bar nos miraba, me sentí ridículo y salí sin siquiera voltearme a ver que hacia ella. No me siguió y no supe más de ella hasta que recibí otra postal de San Remo Sottosopra a los pocos días. En el anverso decía nivel dos, expurgación del deseo por los bienes materiales. En el sobre también había cuatro fotos una de mi auto, otra de mi hija jugando con el perro, otra de una tarjeta de crédito cortada por una tijera, de una casa incendiándose. A los pocos días, Batuque, el ovejero alemán de la familia, apareció muerto. A la mañana siguiente la chica me llamó al celular y nos citamos en plaza Miserere. Acepté colaborar con la cadena a cambio de que dejaran en paz a mi familia. Ella me explicó que la única forma de salir de la cadena era llenar las seis fichas y que mis seis fichas llenaran respectivamente sus seis fichas. Eso significaba el nivel dos, eso o pagar los diez mil dólares. Elegí las fichas y ella me dijo que tenía que anotar los datos de las que yo iba a enviar y me obligó a acompañarla a elegirlas. Entramos en un locutrorio telefónico y pedimos las guías de Córdoba, Buenos Aires y Santa Fé. Ella arrancó seis hojas al azar de las guías e hizo un círculo con una birome en cada una. Luego me pidió que le dictara los nombres elegidos de esta manera. Angélica Rott y Juan González Cubero de Córdoba, Pedro Rosado y Pablo Sopassi de Santa Fé. Justo antes de que le dictara los nombres de los dos de Buenos Aires sonó su celular y salió afuera a hablar. En ese momento se me ocurrió pensar en cambiar los nombres que el azar había elegido. Si todo esto no pasaba de ser una broma siniestra –tal como yo todavía creía en ese momento- mis mil dólares me daban derecho a responder con otra broma. Yo era el que pagaba esta jodita y tenía ganas de reírme un poco. Primero elegí al novio de mi ex mujer. En realidad era su ex novio, hacia un par de años que estaban separados, pero fue el tipo por el cual ella me había dejado. Un ex compañero de la facultad, simpático, no era mi amigo pero siempre hablábamos de fútbol. Lo encontré fácilmente, seguía viviendo en el mismo departamento en el que se garchaba a mi ex. El otro era el ex novio de mi hermana. Mamá murió cuando yo tenía seis años, a mi padre nunca lo conocí. Mi verdadera madre fue mi hermana Victoria, hija del primer matrimonio de mamá y diez años mayor que yo. Ella convenció a su padre para que pidiera mi custodia. Tres años después, cuándo se pelearon yo me fui a vivir con ella. Trabajó en bares, cines, supermercados. La plata nunca alcanzaba y solía discutir por teléfono largas horas con su padre, por la tarjeta, la luz, el alquiler. Yo quería trabajar pero ella insistió en que fuera a la facultad. Yo tengo la belleza, vos el cerebro, decía. Sin embargo nos iba mal, Victoria se deprimía y empezó a tomar pastillas. Pastillas para dormir, para despertarse, para adelgazar, para abrir el apetito, para relajarse, para estar más concentrada. Hasta que llegó Eugenio, se mudó con nosotros y entre su sueldo y el de mí hermana podíamos vivir sin estrecheces. Esa fue la mejor época de mi vida, y la de Victoria. Eugenio fue lo más parecido a un padre que tuve y Vicky volvió a ser una mujer feliz y hermosa. Un día, cinco años después, se fue de casa dejándole una nota que encontré sobre la mesa. De mí ni siquiera se despidió. Meses después supe, por un amigo en común, que vivía con otra mujer en un departamento en Buenos Aires. Victoria lo sabía pero no quería hablarle, empezó a salir con otros tipos, uno más hijo de puta que el otro. Una tarde viajé hasta Buenos Aires y esperé a que saliera de su departamento. Estaba con ella, discutimos y los insulté. Nos pegamos unas cuántas trompadas, ella tuvo que separarnos. Nunca más lo volví a ver. Arranqué las hojas de la guía, las marqué y le dicté a Carla –que por entonces aún me obligaba a llamarla hada madrina- los nombres con una sonrisa de triunfo.
Fue más fácil de lo que pensaba mentir en la oficina y a mi mujer y poder irme varios días con Carla a Santa Fe y a Córdoba. Sopassi era un contador cincuentón que trabajaba en la E.P.E., un boludo que con un mail me mandó todos los datos que necesitaba en un C.V. Pedro Rosado, o Peter Pink como se hacía llamar por sus amigos, resultó ser el encargado del único boliche gay de Santa Fé. A Carla no le costó nada sacarle a una tortillera rubia y grandota vida y obra de él y sus muchos amantes. Angélica Rott resultó ser una profesora de letras jubilada y Juan González Cubero un esmirriado estudiante de letras de Río Ceballos que estudiaba en la misma facultad que Rott daba clases, el mundo esta lleno de esas coincidencias.
Carla me enseño a seguir, vigilar, preguntar y cuatro o cinco trucos para conseguir que la gente hable. Después de completar cada ficha solíamos, salir a festejar cenando en algún restaurante. Era joven y desinhibida pero no muy atractiva. Mi mujer a su edad le daba cien vueltas. Había entrado en la cadena hacía un año. Había resistido tenazmente las amenazas del nivel dos y finalmente cedido al nivel tres. Ese año había ganado más de doscientos mil dólares con la cadena y pensaba enrolarse el año que viene. Luego de conseguir los datos de Angélica Rott le dije a Carla que me parecía prudente que a Buenos Aires fuera solo, mentí diciendo que mi mujer sospechaba y que viajaba seguido a Capital por mi trabajo. Ella asintió, aunque dejó bien en claro que tenía cuarenta y cinco días máximo, que si no enviaba las fichas que faltaban iba a volver. Los datos que no sabía de mi ex cuñado y de mi ex corneador los podía obtener fácilmente con dos o tres llamadas telefónicas y así lo hice. Envíe las fichas y el dinero a las Islas Caimán y fotocopié las seis cartas y las mandé a las pocas semanas. Mi hada madrina desapareció y la extrañé mucho al principio. A pesar de todo lo que me explicó Carla nunca creí realmente en la cadena, al principio me sentí preso de un chantaje y luego me gustó la adrenalina de mentirle al mundo y de acostarme con ella. Ya me estaba olvidando de San Remo Sottosopra, cuando recibí un sobre papel madera. En el habían tres mil dólares en efectivo y un estado de cuenta hecho en una planilla excell, con un membrete comercial de la Fundazzione Gli Amicci Sottosopra, con dirección en las islas Caimán. Angélica Rott, Sopassi y Pablito Castro habían mandado los mil dólares en el nivel uno. No me extrañaba nada de Sopassi -un mediocre- ni de Pablito Castro lo único bueno que hizo en la vida fue garcharse a mi ex. González Cubero, cómo yo, había mandado los seis contactos del nivel dos, tres de los cuáles ya habían contestado. Rosado y Eugenio seguían resistiéndose, figuraban en el nivel dos. La cadena funcionaba, nadie hace una broma o un chantaje y le manda tres mil dólares a la víctima. Pensé que yo no era tan cobarde (como me había sentido al tener que depositar la guita) o por lo menos no era más cobarde que mucha gente. El mundo está lleno de cagones que tienen la infundada creencia que su vida vale mucho más que mil dólares. Pensé en muchos otros problemas, en los de verdad y deseé amargamente que pudieran borrarse con solo mil dólares. Recordé a Carla y los días que pasamos juntos, fantasee con contactarla y pedirle que me reenrolara, dejar la oficina y laburar en la cadena.
El segundo resumen de cuenta me trajo diecinueve mil dólares. Todos los de González Cubero habían andado bien y Peter Pink había pagado sus diez mil dólares y entregado sus contactos en el nivel tres. Solo el cabeza dura de Eugenio resistía en el nivel tres, sin noticias.
Había estado calculando cuanto podría recibir si Eugenio pagaba los cien mil dólares, la fundación cobraba el treinta por ciento, por lo que estaría recibiendo unos setenta mil dólares de que había que pagar para salirse de la cadena en el nivel tres. Al abrirlo encontré dos canarios muertos, una estampita de San Remo y una hoja con la impresión de una página de un diario en Internet. A Carla la habían asesinado en Buenos Aires. La nota decía que habían encontrado su cuerpo en un motel. La policía no tenía pistas sospechaban de un crimen pasional. En el anverso de la estampita decía, lo estaremos visitando para darle nuestras bendiciones. No necesite más explicaciones para saber que Eugenio había matado a Carla. Eugenio era capaz de todo si sentía acorralado, hasta de pegarle a un adolescente que se sentía abandonado, como yo bien sabía. Me arrepentí mucho de haberle mandado la carta. Lo odiaba pero nunca quise realmente cagarle la vida como se la había cagado. Fue solamente una venganza estúpida que derrapó por su culpa, por que era un obstinado hijo de puta, un cabeza dura que le gustaba ganar todas.
Me citaron en una estación de servicio en Roca y Pellegrini. Eran dos, se presentaron como Jonás y Judas. Nivel cuatro y cinco respectivamente. Jonás, tenía unos cuarenta y cinco años, era morocho y con un grueso bigote de cana. Judas era joven, rubio de ojos marrones, de unos treinta o menos. Me confirmaron que Eugenio había matado a Carla. También habían descubierto que era el ex novio de mi hermana.
Me dijeron que yo los tenía que ayudar a encontrarlo y me negué. Intenté convencerlos, les ofrecí los diez mil dólares que aún me quedaban Iban armados y me obligaron a acompañarlos a un auto. Me vendaron los ojos, me ataron las manos y me dejaron acostado en el asiento trasero. Manejaron media hora hasta salir de la ciudad, se detuvieron en un descampado en un camino rural. La ruta estaba cerca, podía escuchar el ruido de los camiones pasando pero no verlos. Me desataron las manos y me ofrecieron cigarrillos y algo de tomar. Era whisky, compartimos los tres la botella. Se sentaron en el pasto al costado del camino a la sombra de unos eucaliptos. Judas me dijo que me habían traído ahí para tener el cien por cien de mi atención y me repitió lo mismo que me había dicho en el bar. Tenía que ayudarlos a encontrar a Eugenio, sabían que yo lo conocía. Jonás estaba parado detrás de mí, si me hubiera negado probablemente me hubiera disparado en la nuca. Les pedí que me dejaran hablar a mi esposa y a mi trabajo, que si no aparecía probablemente se asustaran y llamaran a la policía. Judas me dio su celular pero me obligó a ponerlo en altavoz para escuchar lo que me decían. En mi trabajo dije que mi mujer estaba internada por una cirugía imprevista, el jefe de personal me deseó suerte y que no olvidara el certificado médico. Ya vería a la vuelta. A Lara le dije que me había surgido un imprevisto en el laburo y que me tenía que ir de viaje inmediatamente. No me creyó y me preguntó llorando desde cuándo la engañaba. A pesar de mis mentiras, cortó el teléfono. Intenté volver a llamarla pero ellos no me dejaron. Si ella piensa que te estas cogiendo a otra mina, no va a llamar, ni va a joder, rieron e hicieron mofa de su llanto. Me explicaron que íbamos a Mar del Plata, ellos sabían que Eugenio entraba siempre en Internet en un ciber de Avenida Luro al cuatro mil novecientos. Ellos no conocían su cara y en la foto que tenían en la ficha (una foto de unas vacaciones en Córdoba que yo había recortado y scaneado) tenía veinte años menos que ahora. Yo tenía que reconocerlo y señalárselos. Asentí, hacia veinte años que no lo veía, pero sabía que podía reconocerlo. Me armé de coraje y les dije que antes de seguir quería saber que suerte iba a correr Eugenio. Ellos ignoraron mi pregunta. En el auto me sentaron en el asiento del acompañante, charlaban de banalidades y durante horas casi no me dirigieron la palabra. Nos detuvimos a cenar en un parador cerca de Navarro, pedimos una parrillada y tomamos vino. En la cena ellos se aflojaron un poco, quizás producto del vino, me dijeron que tratara de calmarme que lo mío era simple, que si todo salía bien mañana a la noche estaría de vuelta en casa. Luego de la cena me venció el sueño y me dormí hasta llegar a Mar del Plata. Cuándo desperté estábamos entrando en la ciudad, la recordaba distinta, desde la última vez que la había visitado -con mi hermana y Eugenio- habían pasado más de veinte años. Pensé que quizás me podría pasar lo mismo con él: que estaría tan distinto como lo estaba Mar del Plata. Dormimos en un departamento del centro. Me prestaron ropa para que pudiera cambiarme y bañarme. Al día siguiente desayunamos y almorzamos en un bar de enfrente, miramos televisión todo el día. Al caer la tarde me llevaron al ciber y me dijeron que esperara la entrada de Eugenio. Desde los ventanales del ciber los veía a ellos vigilando en el Honda gris en el que habíamos viajado. Por primera vez pude fijarme la chapa del auto, la memoricé, FMG 845, aún hoy la recuerdo. Navegué en la computadora para hacer tiempo y serenarme. El corazón parecía que se me iba a salir del pecho. El ciber estaba casi vacío, solo algunos adolescentes ensimismados en su pantalla. Busque en el Google algún registro de patentes o páginas de autos robados pero al cabo de unos minutos comprendí que no entendía nada. Las palabras y los links pasaban por mi cabeza pero no me dejaban ningún sentido. Pensé mucho en Victoria, ya casi nunca hablábamos por teléfono y hacía más de un año que no la veía. Nadie entraba en el ciber, nada se movía, el tiempo parecía como detenido. En el Clarín había una nota en la que una actriz aconsejaba vivir todos los días como si fuera el último. Pensé que quizás me mataran, que irónicamente este podría ser el último día de mi vida.
Entonces llego Eugenio y se sentó a tres computadoras de distancia. Por un instante creí que me había reconocido, pero no, encendió su máquina y no despegó la vista de la pantalla.
Lo encontré envejecido. Tanto como seguramente estaba yo. Pero no. Estaba muy gordo, más arrugado, por lo menos aparentaba veinte años más que yo cuando en realidad solo era nueve años mayor. Espere unos diez minutos para disimular mi salida, pagué y fui hasta el auto. Es el de la computadora nueve les dije, Judas bajó del auto y se sentó en una computadora del ciber. Jonás me dio dinero y un pasaje de colectivo. Dos horas después cuándo Judas volvió, me dejaron en una parada de taxis. Cuándo me senté en el Chevallier era tan intensa la sensación de libertad, de problema finiquitado, que no pude evitar llorar a pesar de las miradas inquisidoras de los otros pasajeros.
Pero los problemas no terminaron, al llegar a casa discutimos con Lara y me tuve que ir a vivir a un hotel. Había llamado al trabajo y le habían dicho que yo estaba de viaje por una cirugía de ella. Dos días después me llamó mi hermana. Me contó llorando que habían encontrado el cuerpo de Eugenio en la ruta. Nunca pensé que la muerte de Eugenio pudiera haberla afectado tanto. Me dijo que se había suicidado y que estaba sospechado del asesinato de una mujer. Yo fingí sorpresa y acepté acompañarla al velorio en Buenos Aires, quería escuchar que sabían los familiares.
Me sorprendí al encontrar tanta gente en el velorio a esa hora tan temprana de la madrugada. Las otras dos ex mujeres de Eugenio nos saludaron fría y educadamente al entrar. Ambas parecían competir por el título oficial de viuda junto al cajón cerrado. Saludaban a todos los asistentes como anotándose los invitados en un tanteador invisible. Las dos hijas de Eugenio (una de cada matrimonio, las conocía de las fichas que había llenado para la cadena) no participaban de esa lucha por el poder y charlaban juntas en el mismo grupo de jóvenes. Victoria se encontró con Goyo, un amigo de los tiempos en que Eugenio vivía en Rosario y se quedaron hablando y fumando en la puerta. Yo intenté acercarme discretamente al grupo de amigos de las hijas para ver si podía escuchar algo. Los detalles de la muerte, suelen ser uno de los temas principales de los velorios, sin embargo, hablaban sobre una corona que al parecer había llegado equivocada. Era una corona muy grande, de rosas rojas, que costaba una pequeña fortuna. Ninguna de las hijas tenía idea de quién la podría haber mandado y sus amigos hacían conjeturas inverosímiles con el afán de hacerlas reír. Por curiosidad me acerqué a la sala donde estaba el féretro. La corona tenía un tamaño desmesurado, ocupaba toda la pared opuesta al cajón y la surcaba una banda color violeta con letras doradas, en donde se podía leer claramente: “Fundazzione Gli Amicci Sottosopra”. Me metí en el baño para calmarme un segundo, estaba decidido a irme cuanto antes del velorio, había sido una mala idea volver a la escena del crimen, como dicen las películas. Al salir busqué a Victoria, pensaba decirle que me tenía que ir por que había surgido un inconveniente en el trabajo, si ella se quería quedar al entierro se tendría que volver sola a Rosario. Judas, había surgido de la nada y charlaba con Victoria y Goyo en el lobby de la cocheria. Se había presentado como un ex compañero mío del secundario, algo bastante ridículo ya que aparentaba al menos diez años menos que yo, que se había enterado por un amigo del trabajo. Le seguí la corriente y le propuse ir a tomar un café al bar de enfrente. Mi hermana y su amigo entraron al velorio. El fue directamente al grano, me faltaba un contacto, el de Eugenio por razones obvias había sido eliminado. Caminamos hasta un ciber a unas cuadras para elegir un nuevo miembro de la cadena al azar. Si estas leyendo esto solo me queda decirte que:
"" Esta es la irrompible cadena de San Remo Sottosopra que ha surcado los siete mares y los cinco continentes. Usted ha sido seleccionado al azar para continuar la cadena, envíe 100 (cien) dólares por correo a nuestra casa matriz (Mermelade´s Avenue 1976, Islas Caimán, a nombre de Félix Anselmo Eliseo, ref cta 2782-109) y los datos completos, en las fichas que se adjuntan, de 6 (seis) desconocidos. Es imprescindible que sean desconocidos, de ser amigos o familiares, ese contacto será eliminado y deberá reemplazarlo. Tampoco serán aceptados personas famosas, actores, actrices, modelos, periodistas, futbolistas etc. Búsquelos por Internet o en la guías telefónicas, elíjalos al azar, de cualquier sexo, raza o posición económica, complete sus fichas y recibirá 3600 (tres mil seiscientos) dólares en pocos meses. Esto no es una de esas cadenas que le llegan por Internet, esto es real, mucho más real de lo que usted esta pensando.
Tu amigo de nivel dos, Otto
PD: No olvides que Judas tiene tu nombre y dirección. ""
OTTO PESCIOTTO
|