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Inicio / Cuenteros Locales / sumbero2 / Soledad, Primera parte.

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La vista seca, los ojos llenos de ardor, el desmedido temor; todo, todo era parte de mi en aquel momento.

Lejos en mi mente un recuerdo de como había llegado hasta ahí.
Primer día de escuela, había comenzado un proceso lento de reconocimiento de la verdad, había descubierto muchas cosas nuevas; entre ellas el gran vació que existía en mi, entre otras cosas; cosas para las que nunca alguien me había preparado. Siendo así que tal era mi destino que seguiría conociendo mas cosas del mismo talle y estas vendrían en avalancha a partir de aquel día.

Tenia ocho años cuando llegue a la ciudad capital de la mano de una nueva familia, digo nueva porque así me parecía ya que nunca habíamos estado tan juntos, ahora lo estábamos, al menos los que quedábamos y los que murieron los llevaba dentro, así que si, estábamos juntos como debía ser una familia, después de haber sido impactados de lleno por aquella guerra civil o mas bien por los residuos de ella, que no bastando con que había hecho a mis padres huir, a mis hermanos a mantenerse escondidos y a nuestra vida a elaborarse lenta; el conflicto armado no había podido irse sin dejar su traumatizaste rastro de muerte en nosotros. Ahora eramos menos, pero estábamos mas unidos que nunca. Yo nunca fui el mejor sacando lo que en el interior llevo, pero en aquellos días quizás fue cuando mas hice uso de mi poca habilidad para revelar mis mas escondidos temores, me ayudaba a no sentirme tan frágil. Fue así que llego a pasarme que cuando estaba solo, o no podía hablar con alguien acerca de que tan indefenso me sentía me invadían los mas terribles miedos, cuando el tiempo paso, también paso la atención para conmigo por parte de mis padres, lentamente fui quedando aun mas solo que antes y fueron tan grandes mis frustraciones. Con mi corta edad lo note, me di cuenta que mientras dependiera de la atención de los demás para sentirme alguien vivo y seguro tenia que superar aquella barrera de no ser así seria cada vez mas débil, mas vulnerable, mas patético. Seria por esa misma actitud mía adquirida desde entonces que mas tarde me haría odiar recurrir a los demás para pedir ayuda, por básica que esta fuera, preferiría mil veces ahogarme conmigo mismo en aquel barco diminuto de mi terquedad ha hacer participe a alguien mas de mi necesidad, e intentaría alejarme de todos cuando mas necesitado estaba para conquistar una independencia total que me hizo infeliz.

Mi vida se desarrollo así, partir de aquella etapa oscura de mi niñez, la mas pura y tremenda soledad se anexo a mi como un caparazón que me protegía de un temor que sin tener constancia de su existía me había dedicado a forjar murallas para evitar encontrarme de frente con esa presencia sin nombre, mi coraza se hacia cada vez mas parte de mi haciéndose una sola conmigo y sin todo aquel arsenal de proteciones en contra de aquellos temores me sentía como ya lo dije antes, débil, así que debía mantenerlos, era la única manera que conocía para que no me fuera tan dolorosa la vida.

Mi cuerpo creció, me hice de algunos conocimientos y mis paredes se volvieron aun mas gruesas con el tiempo también agregue como revestimiento a mi vida varias capas de arrogancia, arrogancia que le dio a mi estampa una fachada opaca. Me volví un icono autodidacto y reprimido; por increíble que pareciera conocí gente con la que congeniaba y a la que frecuentaba para sentirme superior a ellos y reírme de los mismos; fueron estos lo mas cercano a lo que llaman amistad que conocí en aquellos días, eso fueron aquellos individuos que como yo eran almas solitarias con mas dudas que respuestas y siempre dispuestos a dar mas de lo que podían por hacerse sentir existir, mucho ignore esta condición, rechace la idea como algo indigno de ser contemplado. Como todos cuando la vida se venia abajo me sentía trenzado por mis mismas manías, era muy frecuente que cuando tenia alguna duda o alguna frustración mental fuera de tener que ir a hacerme escuchar por alguien de ellos, solo me encerraba conmigo mismo, y hacia monólogos del caso, me lo discutía una y otra vez entre los hangares de mi trastornada mente hasta encontrar una respuesta que me satisficiera. Asi eran mis días, mi adolescencia donde el silencio era mi amigo incondicional e inseparable; así era antes de conocer aquel sentimiento al que ahora entiendo era amor, puro y legitimo amor, el cual desgarre e hice añicos de una y mil maneras, hoy entiendo la magnitud de mi daño, y no tienen idea de cuanto lo siento.

Texto agregado el 26-01-2010, y leído por 110 visitantes. (1 voto)


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