Tenía pocas cosas que hacer… Busqué mis libros y escritos y decidí revisarlos una vez más. Estaba aburrido y entendía, más bien recordaba y sentía que la creación tiene algo de divino e indefinible e irracional…
Había bebido un poco y eso me inspiraba para hacer locuras y cosas sin sentido… Imágenes brotaban como nubes por mi conciencia. Loco, me decía mi padre. Es verdad, pienso ahora en que el tiempo se me ha pegado al cerebro y cada segundo pasa como latidos de mi alma…
Uno tiene que tomar decisiones y tuve que tomarlas… Me saqué de lado a mi esposa e hijos y me fui lejos de todo cuanto me ataba a mi pasado y futuro. Anhelaba detenerme en el presente, caminar por sus brillantes laderas, respirar la bruma de la eternidad y vaciarme en cada aliento que nacía, como el aire que brotaba del cielo…
El sonido de los pasos de alguien me sacó de mi introspección. Estaba en una casa lejana a la ciudad, llena de arboles y soledad. Miré por la ventana y vi que era un niño. Este tocó la puerta y le abrí. Se me hacía conocido. Hola padre, me dijo. Quedé helado. Mis manos se alargaron para acariciar al niño y apenas estaba por tocarlo, este se hizo humo…
Voy a escribir acerca de mi hijo que me piensa. Escribí encima de mis libros y escritos y sentí risas por todos lados del bosque. Seguí escribiendo a pesar que las risas eran más intensas. Las imágenes eran bellas. Trataban de una familia que tiene hijos y padres. Ellos se aman y buscan la perfección en sus vidas. Todos se reúnen y hablan de lo que sienten y piensan. Todos deciden buscar la verdad. Uno a uno se despide hasta quedar solo el padre. Este espera largo tiempo a que sus hijos y mujer vengan a visitarle apenas hayan realizado la verdad. Nadie llega. El tiempo pasa y ni cartas llegan. El padre está desolado y teme por la vida de su familia. Decide tomar acciones en su vida y sale a buscarles. Apenas sale de la casa escucha al viento preguntarle hacia dónde va. El responde que en busca de sus hijos. Se escuchan risas y risas. El hombre se detiene y ve que un árbol le mira a los ojos… Ellos están bien, no los busques, dice el árbol… El hombre se arrecuesta en su regazo y duerme, y en este dormir se encuentra con un bello sueño. Están sus hijos y mujer, echados sobre una banca llena de alimentos, y todos comen sin parar. Se pregunta el por qué comen tanto. Una voz le dice que están buscando llenar sus vidas de placer y curiosidad. No lo entiende y de pronto, despierta… Abre los ojos y ve a toda su familia mirándole como si se hubiese perdido. Lo cargan hasta llevarlo a una cama. Lo echan y este queda dormido… De pronto, el artista que tengo dentro de mí, no sabe cómo seguir y deja los textos sin terminar…
Miro el cuarto y busco que descansar un rato cuando vuelvo a escuchar las risas. Esta vez me llegan dentro de la casa… Miro por todos lados y no sé de dónde brotan, así que me paro y salgo de la casa y los busco por todos lados… Llego a un lago y me miro en sus calmadas aguas. Veo un hombre lleno de canas y a mi lado a toda una familia…Me lavo la cara y decido volver… Llego y percibo en el ambiente aires extraños, como a un cielo ajeno y lejano. Trato de abrir la puerta pero esta no se abre. De pronto sale una mujer, luego una manada de niños, cientos de niños, y al final un hombre alto y apuesto se para delante de todos con un palo en las manos. Qué desea, me preguntan… Les veo tan contentos y al mismo tiempo, asustados, que decido callar e irme. Me alejo y siento las miradas de toda aquella familia que en alguna oportunidad fue la mía… Estaba solo, iba en busca de una nueva verdad… y un pequeño lugar en dónde escribir... En verdad, no era mucho pedir al cielo y a la vida…