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- No sé si sabes que de chaval subía aquí con los amigos cuando despistábamos a los frailes; cogíamos nidos de golondrinas y hablábamos de nuestras cosas, normalmente de historias de miedo y de aparecidos o de los pechos de las niñas de la escuela, que a esa edad no dejaban de llamarnos la atención… Después arreglaron la iglesia, pusieron una puerta enorme de hierro a la entrada de la escalerilla y ya solo venía con el abuelo Luis… hasta que murió y los frailes contrataron a otro campanero, porque madre quería que yo estudiara; desde entonces no había vuelto a subir hasta hoy.

-Es el sitio más alto del pueblo, se ven todas las calles, las plazoletas y los tejados; las veredas del ganado que se alejan hacia el monte y la carretera, que es aquella línea de allá y que se acerca hasta que desemboca en la entrada de la calle Real, ahí abajo; junto al colegio y el cine de verano. Mamá me contó que os conocisteis allí, en una verbena de las fiestas del Patrón.

-A mí siempre me han cautivado las campanas; fue el abuelo Luis, ya sabes, que quería que le siguiera el oficio, el que me enseñó el significado de cada uno de los toques, la forma en que sonaban y cuáles de las cuatro grandes y las dos pequeñas eran las que tañían en cada una de las llamadas.

- Mamá dice que eras muy bueno, pero que nunca te llevaste bien con el abuelo; yo creo que tampoco os dio demasiado tiempo, que seguro hubieseis sido amigos al final. El también era muy bueno, algo cabezota, pero es que era de otros tiempos… El caso es que del Abuelo Luis me acuerdo siempre; de ti casi no me puedo acordar, te fuiste demasiado pronto.

- Mira, todas tienen nombre ¿Sabías que las campanas se bautizan? Igual que los niños; les ponen nombre, con sus padrinos y todo, las limpian con agua bendita y les hacen cruces, cuatro por dentro con el aceite que le ponen a los bautizados y siete por fuera, con otro que llaman infirmorum. El abuelo decía que si no fuese por ellas, él no pisaría la iglesia; no le gustaban los frailes, pero los aguantaba por estar junto a sus campanas.

- Esta es la más grande, se llama “Purísima concepción”, tiene mas de trescientos años y pesa mas de mil kilos; al parecer y según pone en esa inscripción, la pagó un tal Don Fernando de Las Altas Torres; que debía de ser un señor con muchísimo dinero, porque imagínate lo que debe de costar eso tan grande y tan pesado. En el pueblo la llaman “La Mayor” y cuando suena, casi no se puede estar aquí, por eso el abuelo estaba tan sordo… Es la que se usa para las misas importantes, el domingo de resurrección, las fiestas mayores... también se usa en el volteo general, que se hace en las procesiones y otras ocasiones señaladas de los frailes.

- Y aquella que da al sur, se llama Santa Rafaela, suena bien fuerte también aquella. Se hace repicar para las misas de domingo junto a las pequeñas y luego se dan tres golpes mas si falta media hora, dos si falta un cuarto y uno cuando ya va a empezar, eso con ésta de la izquierda, San Pedro, que también la pagó el Don Fernando ese; que seguro que fue al cielo a base de pagar tanta campana. Con San Pedro, Santa Rafaela y una de las pequeñas se doblan a muerto; al final se tocan las dos a la vez tres veces si es un hombre y dos si se trata de mujer.

- Y la de la derecha se llama San Sebastián, como el Patrón; es la que suena más alegre y creo que la que se oye desde más lejos; debe de ser porque esa se pagó por suscripción popular. El abuelo decía que es la más orgullosa porque sabe el trabajo que costó fundirla, real a real. Es la que se utiliza cuando hay bodas o bautizos y la que toca para “perdidos”; “rebato” cuando hay fuego a o a “nublo”, para avisar que se acerca una tormenta. Las dos pequeñas que hay sobre la Mayor no tienen nombre; se ve que al ser chiquitas a ningún santo les vinieron bien.

- Allí, debajo de ese tejado vivía el abuelo, tenía que vivir cerca para poder venir cada dos por tres a dar el toque que correspondiera. También vivíamos nosotros cuando nos tuvimos que venir a vivir con él. Después nos fuimos a otra casa más grande, pero él se quedó aquí, no quería separarse de sus campanas.

- Por la mañana, muy temprano tocaba “Al Alba” con Santa Rafaela; daba una serie de badajazos rápidos, como un minuto más o menos y lo hacía desde aquí mismo, a mano; porque el repique hay que hacerlo cogiendo en corto la cuerda del badajo. Imagínate a su edad subiendo por esas escalerillas cuando casi ni había amanecido. Pero así la gente sabía que era la hora de ponerse en marcha y comenzar a trabajar.

- Después a mediodía, tocaba el Ángelus, tres toques seguidos con Santa Rafaela; descanso y otros tres... así, tres veces. La gente se paraba a rezar una oración a la Virgen María; los que tenían sombrero se lo quitaban y en el campo paraban hasta los arados; también era el toque para avisar del descanso para la comida. A la atardecida se da otro igual, “Ave María” y vuelta con la Oración a la Virgen. El abuelo nunca rezaba a la Virgen, decía que bastante hacía con avisar a la gente.

- Y ya más tarde, cuando era noche, daba el toque de ánimas, que avisaba que era tiempo de descansar. Estar mas tarde fuera de casa ya no era bien visto; la gente se apresuraba si le cogía ese toque en la calle para llegar cuanto antes a casa.

- Con las pequeñas se toca a mortichuelo, que es cuando se muere un niño que no está bautizado. O a Gloria, acompañadas con San Pedro si ya estaba cristianao.

- Al abuelo es que daba gloria verlo cuando las tocaba… con él cantaban cuando era día de alegría o lloraban si el momento era de pena o de dolor. No necesitaba ni reloj, sabía que hora era siempre mirando la sombra del campanario en la plaza.




- Mira, ya está casi llena la plaza, todos esperan a que llegue la familia y el coche fúnebre. En los pueblos es lo que pasa, cuando hay una desgracia; unos por curiosidad y otros porque lo sienten, pero acuden todos. Hoy se va a llenar la iglesia, ya verás…

- Ya sube allí madre ¿La ves?... pobre, la de palos que le ha dado la vida… pero ahí está, con cara de decir que no van a poder con ella. La pobre no se va a poder quitar nunca el luto… Hay que ver como se le parece Isabel, míralas, las dos de negro, si parece que fueran hermanas…en cambio Teresa parece de otra familia, fíjate que es mas alta y muy delgada, salió a ti, ya ves…

- Y al lado va Raquel, mi mujer… no es de aquí ¿sabes? La conocí en el banco, en la ciudad, pero le gusta mucho el pueblo, cada vez que hemos podido veníamos a pasar unos días o las vacaciones… y Miguelito, mi chaval, también se me parece ehhh… míralo que guapo y que grande está; pobrecito, creo que aún no ha entendido esto del todo, ya veremos cuando pasen unos días y me eche de menos a ver lo que hace…

- Pero vamos… yo ya estoy preparado y San Pedro y Santa Rafaela llevan rato tocando a muerto. Tengo un poco de miedo ¿sabes?, por eso no paro de hablar, por los nervios; es que no se muere uno todos los días... pero si tú estas aquí y el abuelo tocando sus campanas, tampoco debe ser tan malo.



Campana de mi lugar / tú me quieres bien de veras / cantaste cuando nací / llorarás cuando me muera. (Desconocido)

Texto agregado el 19-06-2004, y leído por 815 visitantes. (16 votos)


Lectores Opinan
21-07-2004 Hermoso relato. "Mis campanadas", y cordiales saludos albertoccarles
12-07-2004 Te felicito. El oficio del campanero creo que está en extinción pero tú lo perpetuas en tu cuento, tan fresco , tan de niño adulto que habla con su abuelo. Bien construido como una buena campana de bronce. Gracias, . Pregunta¿qué diferencia hay entre repicar y redoblar? No tengo aquí diccionario. NINIVE
11-07-2004 Es estupendo como puedes detener el tiempo cielo. Leerte es aquietar las horas, refugiarse en los ángulos del alma y dar por bienvivido algún que otro campanario echado a vuelo, ya sea en vertical sobre la torre, o de lado, centinela agujereado guardando sabrá él que tiempo. Es ver las imágenes semi acostadas de lado en las escaleras en el post concilio, las manos rotas o el pie gastado a fuerza de dedo, y la bandada de palomas cruzando la plaza a todo dar, taquicardicas por el estruendo, es la prisa por llegar a casa antes de la última del ángelus o la primera de misa de siete que despertaba indefectiblemente a mamá (esto los varones, siempre privilegiados en cuestión de regresos a deshoras) es san buenaventura y ascochinga. Con algo de cinema Paradiso y mucho de Manucho Mujica Lainez, con la gracia y el donaire de uno que a fuerza de no creerse nada se lo recrea todo. Por lo demás que tal si compartimos carrillón de La Merced?, la versión la eliges tú, el tinto yo. Cinco pares de manos aplaudiendo hache
11-07-2004 Realismo mágico puro. Excelente narración que te atrapa desde las primeras lineas. Yo sí adiviné el final casi desde el principio, pero ello me proporcionó otro motivo para seguir. Te confieso que hay dos sitios que siempre he pensado habitar en esas circunstancias: un viejo faro en medio del mar o un gran campanario en un pueblito como el que describes. Gracias, he disfrutado en grande. Cinco estrellas más para ti. Borarje
05-07-2004 Uff!! Es una historia para repicar campanas eh?? Entrañable narrativa, me ha encantado... como nos vas metiendo en el pueblo, las historia de las campanas (que no sabía) y luego... el final... triste. No me lo esperaba para nada en absoluto... Te felicito Rafa, MAEZTRO!! jajajaja Besitos uRaNiA
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