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Inicio / Cuenteros Locales / kevin_quevedo / Vos y yo tres horas en el futuro

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Esa noche nos quedamos tomando botellas y botellas de cerveza verde. Después de bailar, reírnos y jugar naipes largo rato, me acordé que al otro día, o mejor dicho ese día a la tarde, teníamos que ir al anticuario de las barrancas, que cerraba a las ocho de la noche, para terminar de comprar el sillón azul que habías dejado señado. Preparaste un té de tilo y valeriana, y en medio del desorden, nos tiramos a dormir. Era temprano (las 2 de la madrugada) pero no confiábamos en la resaca y queríamos levantarnos cerca del mediodía para comer algo y traer el mueble sin apuros.
Aquella noche soñé con el Apocalipsis, a modo de presagio, de lo que ocurriría al día siguiente. En medio del sueño, mientras vos te dabas vuelta enrollándote como un bicho canasto, sentí una patada y un tirón de sabanas que me descapotó. Me acomodé predispuesto a seguir durmiendo y despertamos en simultáneo horas mas tarde. Parpadeé con esa alegría y juventud de la noche anterior. Me sentía descansado, fresco. Vos, recuerdo, te levantaste diciendo: ¡Cuanto dormimos! Mire el reloj y las agujas acusaban tanto relajo: ¡eran las 7! En cinco minutos cronometrados nos cepillamos los dientes, te quitaste el maquillaje y prepare un desayuno frugal, para partir rápidamente al anticuario que cerraba en una hora. Ya dispuestos a salir, y mientras buscaba las llaves en el bolsillo, encontré un armadito de marihuana, gordo como un dedo pulgar. Lo prendimos y partimos fumando.
Confieso que haber hecho de mi cuerpo una chimenea narcótica, sin todavía haberme despabilado, me dejo desorientado el resto del relato.
Por la calle, el sol, tendido a un costado del cielo curvo, nos daba de lleno en la cara haciéndonos fruncir sendos ceños. Doblamos en la primera cuadra para quedar de espaldas al sol, tomamos un colectivo en la siguiente esquina, y caminamos las últimas cinco calles hasta llegar a la feria de antigüedades. Desde la vereda de enfrente se veía un cartel que no nos esperábamos:

CERRADO

Eran las siete cuarenta y cinco. ¡Maldición! Pensamos que el cosmos conspiraba contra nosotros, y le echamos la culpa a la ansiedad de los propietarios del local, por cerrar temprano; cuando, en realidad, podríamos haber usado un despertador para no llegar sobre la hora. Sin más preocupaciones, ni sillón azul, abandonamos el predio.
Nos fuimos caminando por calles céntricas. Había poca gente paseando, lo que sería decir casi nadie. Sucedía algo raro, como si el tiempo se hubiese detenido, como si entrásemos en un agujero negro, me dijiste. Faltaba una hora para que oscurezca, y fuimos a comprar revistas de cocina. ¿Por qué no hay nadie paseando un domingo de tardecita tan tentador? Somos los únicos locos en la calle, te dije.
Enseguida, con los ojos todavía alucinados, mire el reloj y tuve una revelación: el día se prolongaba, batallando con su único soldado, el sol. Eran las ocho y veinte de la noche, verano, faltaría una hora para que la luna se abra en flor sobre la ciudad y sobre nosotros. Pero el sol que hace un rato se apartaba hacia un lado del cielo curvo, en lugar de terminar por esconderse, hacía lo contrario, subía por el poniente marcha atrás, como volviendo al cenit. Y pasaban los minutos y mas rápido subía el sol. La aguja chiquita del reloj marcaba las nueve, la larga decía que eran en punto, y los segundos se movían con la fragilidad que los caracteriza. El reloj y el astro continuaban su marcha. A las nueve y media, el sol se erguía a un ángulo de más de cincuenta grados con respecto al horizonte, y seguía subiendo visiblemente.
Con las neuronas que se ahogaban en un sótano lleno de humo, y el sol ardiendo en crescendo, el fenómeno se nos hacía cada vez más incomprensible, lo juro.
¿Qué sucedía? ¿Una noche soleada? ¿El Apocalipsis con el que soñé? ¿O el calentamiento global? ¿Seremos la generación elegida, espectadores afortunados, de alguna especie de eclipse que sucede cada millones de años? Estábamos desconcertados, elaborábamos teorías y no podíamos dejar de mirar el cielo. Sentíamos una felicidad morbosa por ser testigos de un hecho histórico. Ahora sabíamos por que había tan poca gente en la calle, seguramente, estarían todos confiando su ignorancia, a un flash de ultimo momento, que le informa al mundo entero del suceso que acontece. Finalmente la eterna dialéctica del día y la noche había cesado. En esas circunstancias solo queríamos saber que sucedía.
Nos acordamos de un amigo que vivía a un par de cuadras de donde estábamos. Tocamos el timbre, pero nuestro buen amigo no contesto, dijimos que era otro loco que andaba en la calle y no estaba en la aparente seguridad del hogar, nos sentimos menos solos, por eso es nuestro amigo, pensé. Esperé un minuto mas al lado del portero y después, nos sentamos en el hall del edificio a mirar con humor cardíaco el gran espectáculo de la madre naturaleza.
¿Y si no tenemos una noche nunca mas? ¿Y si el sol eterno nos obliga a forrar ventanas con cartones como vampiros y cocainómanos? Vos me propusiste vivir de noche por siempre al otro lado del globo en Kuala Lumpur, Dubai, o alguna otra ciudad iluminada por la luna; y yo escuchaba sin mirarte, pero con atención.
Ni bien divise en la esquina, dos señoras que pasaban muy bien vestidas y maquilladas en detalle, me paré de un salto. Pensaba que se embellecieron para salir al cine o al teatro, y que seguramente se vieron sorprendidas por la delatora luz del sol. ¡Señora, Usted, ch ch, Señora! Se dan vuelta y les pregunto con la curiosidad de un chiquilín: ¿No sabe usted si hubo algún eclipse extraño? ¿Porque aun es de día? Las señoras se agarraron de la mano, se miraron entre ellas y una me contesto: “Porque son las diez menos cuarto”. Por eso mismo, ¿No debería ya ser de noche? Repregunté inquieto. Se vuelven a mirar entre ellas, la que no me respondió levanta un ceja, me mira, la agarra del brazo como recién casadas a la que me respondió, y la obliga con disimulo a seguir caminando. La mirada de la señora fue contundente, una desaprobación con todos los gestos posibles de hacer en el rostro ante algo incoherente y absurdo. En ese preciso instante tuve un momento de lucidez, y esta vez si comprendía la escena. El decorado se develaba. La cara de mala nota que había puesto esa mujer, me había sacado la venda tóxica, que hasta ese momento, nublaba mis ojos y el sentido común.
Mientras las viejas se alejaban yo me di vuelta, mire mi reloj, te mire a vos y vos me miraste riéndote para adentro. Esta era la verdadera revelación, y no las conjeturas producto de un cigarro con dudoso relleno. Había revelado el misterio. Ahora sabía, que el reloj que vimos cuando despertamos con urgencia, marcaba las siete de la mañana, no de la tarde. Habían pasado tres horas desde que despertamos, y sonaban las campanas de una iglesia dando las diez, de la mañana, no de la noche.
Ni vos ni yo supimos, cuando salimos de casa, que el sol a un lado del cielo curvo, no se estaba poniendo, estaba en realidad asomando. Ninguno de los dos se dio cuenta que el anticuario no estaba CERRADO, si no que, no había abierto porque era muy temprano todavía. Ni nos dimos cuenta que nuestro amigo no atendía, porque el timbre un domingo a la mañana, seguramente es un testigo de Jehová que viene a interrumpir el profundo sueño dominical. También nos abandono el sentido común, para deducir que las señoras arregladas, no iban al cine ni al teatro, probablemente vendrían de misa. Y es claro que despertamos satisfechos de sueño, gracias a la tizana de tilo y valeriana.
Pasamos por un estado de excitación; tanto por haber vivido la mejor anécdota, hasta el momento, de nuestras vidas; como por haber logrado, aunque sea por un rato, vivir el tiempo como algo no lineal, o por lo menos dentro de una linealidad alternativa. Volviendo a casa y en silencio, indagamos entonces, más hondo que la capa superficial de la felicidad, pero cada uno por su lado; vos en el asiento de la ventanilla, y yo en el pasillo del colectivo, mientras el bus y la vida, se movían como un samba.

Texto agregado el 25-01-2010, y leído por 127 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
26-01-2010 Volví a leer tu texto y, ¿sabes qué? No cambio de opinión: tu narración es silvestre y el fondo, estúpido. Puedes hacer algo interesante: sácale filo a tu lápiz y pínchate los ojos. Tal vez como ciego aprendas algo de mis relatos. Kodiak
25-01-2010 Talento y trabajo, a mi gusto, mal aplicado, desperdiciado en una historia que pierde la sorpresa en las primeras líneas. De todas maneras, escrito de manera correcta y con un ritmo agradable de leer. Felicitaciones. Taconvino
25-01-2010 Narración silvestre. Algunos golpes interesantes, pero igualmente silvsetre. El fondo es estúpido porque el despiste de un par de adictos jamás pudiese considerarse un evento trascendental, salvo que los mismos sigan dopados. Está bien como ejercicio narrativo. Kodiak
 
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