Los capítulos más importantes de mis recuerdos se han fulminado luego de tantas muertes. Y yo me he suicidado tantas veces con ellos. Un aspecto cabal para comprender mi drama es la desconfianza. Esto me ha vuelto una pesimista a palos. Porque una cosa es haber tenido que lidiar con la maldad y otra es haberla sufrido. El infortunio empezó a seguirme cuando me di cuenta que estaba perdiendo con Oscar, me asuste. De modo que quise perder todo para enfrentarme con ese miedo y quizás aprender algo de él (me refiero al miedo). Así que quise perderlo a él (ahora sí me refiero a Oscar). Lo que realmente quería era aprender a dejar ir. Y él se vengó de mi buscándome sin ningún interés. El arte del malherir sin rematar. En fin cosas de las que se aprende. En el pasado también participo Diego, quien batalló para defender lo que en mi memoria con dolor se perdió. La distancia es el antídoto contra la adherencia. Isaac fue un caso distinto, la noche que lo conocí fui testigo de tanto talento y tanta cultura, que me fue suficiente creerle. No fue culpa de ninguno, pero era demasiado perfecto para ser posible. A Toshiro no quiero ni recordarlo. De todos Alberto fue el peor. Encantador en la manera de decir que no pero sobre todo en la manera de decir que sí. Cazador de puro vicio. Postergó mi necesidad hasta llevarla a una inevitable defección. Su abandono me sumió en el análisis recurrente en torno a los límites de la maldad. Hasta llegué a creer que estaba en el infierno. Réproba inocente sin recordar culpa realice la catarsis de mi vida. Recuerdo que naci en Miraflores un siete de Julio y crecí hasta convertirme en socialista, pacifista, justiciera y más sentimentalista que cualquier cosa, en todos los casos, todo junto y al mismo tiempo. No me pidan más plis, así de compleja me hicieron mis padres. Ella una soñadora incansable el otro un loco fabulador. Yo en cambio soy lo contrario aunque manteniendo el extremo, realista hasta ser trágica. Como plus encarno la figura del típico aficionado al jazz, conservadora y siempre impecable. Del jazz comparto la sinfonía de su sentimentalismo y la esencia de una melodía personal. Poseo una destartalada trompeta con la cual me he encaprichado de la vez que escuche a Arturo Sandoval, virtuoso y erudito de la trompeta, tocaba con envidiable soltura, al punto de que incluso me pareció sencillo hacer lo que hizo. Pero solo trompeta en mano descubrí el peso del arte. Me resisto a desistir. No quiero resignarme. Los demonios de este infierno tratan de hacerme caer pero nos les hago caso. Me deprimiría fuertemente sino fuera por las lecturas, realmente no sé que sería de mi sin ellas. Me apasionan sobremanera, mis favoritas son las revistas especializadas en ensayos. He aprendido mucho de ellas, por ejemplo a reconocer la mala intención de lejos y a trabajarla al alimón con Renato. Él y yo somos dos almas gemelas. Nuestro divorcio, la música. A Renato le gusta el country blus. Afortunadamente me acompaña en gusto Fernando, quien ama el latinjazz.