El amor no era poesía,
se transformaba en ella
desde un trozo
diarreico de cariño
inmerecido,

era literatura de masas
con olor a sangre de
cuento barato,

novelas pintorescas de
color rosa para que
las mujeres no se incentiven
a dejar al marido
maricon,

(para que se
autodeterminen a
tirar con ganas)

y algunas chicas
como ellas se
abrían de piernas
por el gusto de sentir
la verga calientita,
y apretarla,
apretarla,

para llenarse de
resbaladizo jugo.

(Mientras ellas
sonreían conversando
sobre utópicos ideales de
macho grueso, yo vomitaba
sobre el excusado
suaves palabritas de amor
ideal, y cariñosos abrazos
de amigo agonizante).