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Alfredo Tais abrió los ojos, enormes, recién despierto no alcanzaba a comprender como mágicamente los personajes de su sueño tomaban vida uno a uno, las paredes de su cuarto se iban desmaterializando y como en una escenografía teatral tomaban forma los lugares recién visitados. Un frío sudor lo recorrió de pies a cabeza, pero ¿dónde estaba el televisor que había dejado encendido como siempre para no pensar y poder dormir?, ¿dónde estaban sus ropas, sus zapatos?
El sonido de aquel instrumento de viento le puso los pelos de punta, parecía un cuerno al que se le sumaba un violín monótono y entre ambos creaban una atmósfera de misterio ¿estaba despierto o aún dormía?, así, de la nada apareció a su lado un jinete, un beduino montando un caballo árabe quien en fraternal gesto le ofreció agua, no lo había notado hasta ese momento pero de golpe sintió que si no bebía moriría de sed. Confundido intentó comunicarse pero no supo como hacerlo, juzgó que al parecer por sus atuendos y sus rasgos no hablaría su idioma, de todas maneras lo intentó, no se reconoció en su propia voz y mucho menos la melodía del idioma que estaba pronunciando, no era castellano, era una lengua lejana, antigua, seguramente badawi. El beduino sonrió amablemente ante las preguntas del extranjero, advirtió cierto grado de confusión y le propuso ir por partes, primero, irían a la tienda donde vivía junto a los suyos y lo proveería de ropa apropiada para poder soportar el calor extremo del desierto, una túnica gris de tela ligera que le permitiría la circulación del aire y le daría libertad de movimiento proporcionando a la vez protección del sol y de la arena, lo alimentarían con leche, yogures y dátiles, y finalmente el beduino iría directamente al grano. Le explicaría que el era un summoner y que esta condición le daba el poder de evocar a los jinni, estos eran espíritus capaces de tomar formas humanas o animales e influir de manera sobrenatural sobre las personas. Le explicaría que el jinni al que había evocado tenía claras directivas de inmiscuirse en su descanso y traerlo de su sueño, no había nada que un ser humano pudiera hacer para torcer la voluntad de un summoner y un jinni trabajando juntos. Pero no debía temer, la razón por la que había sido raptado era justificada, sus conocimientos sobre antropología, el reconocimiento de la comunidad científica sobre sus trabajos, esto sumado al origen de sus antepasados que lo ligaban directamente a la tribu, pero fundamentalmente su pureza espiritual, su alma limpia y pulida como un cristal, solo su alma podría reflejar la Luz Divina, esa luz necesaria para poder resolver la encrucijada en que se encontraban.
El mundo occidental estaba contaminando y quebrando sus más puras convicciones, las leyes morales y ancestrales a las que estaban subordinados estaban siendo socavadas por la modernidad, nuevas costumbres desestabilizaban sus estructuras, su aislamiento estaba siendo vulnerado por noticias como el hambre y la sociedad de consumo, nunca fue bien visto que un beduino hiciera trabajos asalariados, solo debían hacerlo para la familia, el clan, la tribu pero sin remuneración a cambio, este concepto no existía entre ellos, era vergonzoso pero las circunstancias hacían que se vieran forzados a dedicar gran parte de su tiempo a trabajar por fuera de la comunidad y cobrar por ello.
Alfredo Tais era un hombre de pensamiento abstracto, reflexivo, abierto a asumir situaciones inverosímiles y considerarlas como posibles, es que por las características de su trabajo debió aprender a dejar un margen para lo desconocido y lo asombroso. Pero esto era diferente, le pedían mediar y resolver un conflicto de choque de culturas, de roces de dimensiones temporales, lo ancestral y el presente vivo. Además sabía que no tenía opción, no estaba ni dormido ni despierto, estaba en un estado de conciencia, si, pero de una irrealidad tal que no le era posible tomar la decisión de mandarse a mudar, estaba atrapado en una celda sobrenatural, las fuerzas del cielo lo tenían sujeto y a merced de su propia habilidad.
Entendió que la solución estaba en el comprensión profunda del problema, necesitaba toda la información, conocer a fondo los mandatos, las costumbres, los ritos, las leyes, los recursos, los miedos, las virtudes, las fuerzas, las debilidades, la geografía, a sus vecinos, sus amenazas, sus buenas intenciones, en fin, debía reunir tantos datos como le fuera posible y preparar una estrategia. No debía resignar además una cuota de magia o milagro, al fin de cuentas ¿cómo había él llegado hasta allí?
Entrada la noche se recostó sobre una manta mullida que gentilmente le había facilitado el beduino, intentó dormir, pero curiosamente tuvo la sensación de que no podría hacerlo, volver a dormirse sería como un sueño dentro de otro, y tuvo temor de quedar atrapado en un laberinto infinito. Eligió mantener sus ojos abiertos como al principio, como la noche anterior, ¿la noche anterior?, ¿cuántas noches han pasado desde la noche anterior? Ya no estaba seguro de nada, ahora solo estaba interesado en mantenerse despierto, no tenía alternativa.

Alfredo, Alfredo, despierta ya, por Dios Alfredo…

La ambulancia no tardó en llegar, el médico y su asistente revisaron minuciosamente al paciente, todos sus signos vitales estaban en orden, pero había perdido la conciencia, estaba en estado comatoso y debieron trasladarlo a la clínica en la que habitualmente era atendido, entró directamente a la terapia intensiva, le realizaron todo tipo de estudios pero no encontraron un motivo aparente que pudiera provocar el coma profundo, formaron una junta médica para analizar la situación, estaban desorientados.

Alfredo estaba entre dos mundos, pero sentía que no pertenecía a ninguno de ellos, se preguntó si esto sería la muerte, pero acaso ¿no tenía conciencia?, sabía que estaban tratando de reanimarlo, y sabía también que eran muchos los que esperaban de él una salida inteligente y sabía.

De pronto se encontró manteniendo una conversación. Lejos de todo lo sucedido en las últimas horas, como en un tercer acto de una obra teatral, Alfredo mantenía un diálogo con un ser que le resultó familiar pero sin poder precisar ninguna referencia que lo vinculara ni en tiempo ni espacio, era como si formara parte de un recuerdo del pasado o del futuro ¿por qué no? eventualmente a quien le importa eso, no podía definir su sexo ni su edad, ni sus rasgos ni su altura, su voz sonaba como ninguna otra voz escuchada por hombre alguno, podía percibir su mirada pero no sus ojos, y a pesar de estar sentado frente a sí sabía que él giraba a su alrededor, sentía el peso de la mirada en su espalda y a la vez en sus propios ojos. Cuando pudo conectar se escuchó manteniendo un coloquio encendido sobre cuestiones mundanas y morales, le estaba pidiendo asistencia, necesitaba su ayuda para poder ayudar, lo puso al tanto de lo sucedido, y Dios, si Dios quiso en un acto de bondad aliviar su pesar, sabía que todo esto no dejaba de atormentar su conciencia, tantos años de trabajo de campo en su profesión lo habían transformado en un gran ojo, en un gran observador y esto había hecho de este ser humano una piedra preciosa, Alfredo era un estudioso del paso del hombre por el mismo mundo al que pertenecía y su espíritu se fue nutriendo, y a la vez debilitando, al punto de no soportar mas el dolor provocado por tantos desencuentros, de la victimización de culturas sobre culturas. Le explicó que fue el mismo quien lo puso en la situación en que se encontraba con la sola aspiración de que comprendiera en su obsesión que no había nada que un solo hombre pudiera hacer si el resto de las voluntades no compartían el mismo objetivo. La historia del hombre estaba manchada con sangre y probablemente siempre lo estuviera.
Fue entonces cuando le propuso que descansara si así lo prefería, el haría los arreglos necesarios para que esto sucediera. La decisión era de Alfredo, eso siempre estuvo claro, volver o quedarse. Volver era atractivo, lo esperaban sus afectos, su mundo, sus libros, sus fotografías; pero quedarse era tentador, tenía edad suficiente como para detenerse, había vivido en plenitud, todos sus pasos habían dejado huella, además este era un mundo diferente, y sentía interés en conocer esta nueva etapa de su conciencia, porque realmente era conciente del momento, en fin, siempre había tenido que elegir, y esta no sería la excepción.

En la alicaída habitación del fondo, Juan Pablo revisaba las cosas de su padre, era su manera de tenerlo cerca, presente, vivo; siempre admiró su trabajo, tanto que eligió seguir sus pasos desde muy pequeño. Tomo en sus manos un manojo de carpetas con sus últimas monografías referidas al estudio de etnias africanas y acompañadas estas de una serie de fotografías que se ocupaban de atestiguar los procesos de cambio, perpetuando de alguna manera las cosas que continuamente irían desapareciendo. Alfredo había sido un estudioso apasionado y todo su testimonio estaba encerrado entre esas cuatro paredes. Muy en su interior el muchacho sabía que todo esto sería el basamento sobre el que construiría su vida profesional, ¿por qué no? continuaría la obra de Alfredo, era una decisión tomada.
En ese preciso instante la luz de un relámpago estalló iluminando la mortecina sala, las carpetas cayeron de sus manos y el teléfono sonó con su alarmante ring. Sobresaltado, Juan Pablo tomó el tubo en sus manos y la voz de su hermana estalló en llanto, papá volvió, papá volvió Juan, por favor venite ya, preguntó por vos, papá volvió Juan…

Texto agregado el 24-01-2010, y leído por 121 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
24-01-2010 Este cuento, me recuerda, un relato especie de carta que desapareció, de la página completamente. y no sé por qué extraña razón, lo relaciono con cierto escritor muy conocido. Saludos siemprearena
 
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