Caminando por la ciudad, dirigiéndome a mi trabajo, que sin duda hoy sería cansador como lo fue siempre, me detuve por primera vez en 5 años que hago este mismo camino, para ver una vidriera. Ésta pertenecía a un local, que nunca había visto abierto desde que me mudé a esta ciudad. El vidrio era viejo, en algunas partes se encontraba deteriorado, y estaba pintado con infinidad de graffities. Pero, como muy curiosa que soy, busqué un huequito entre la pintura, y espíe. Al principio, vi un cuarto blaco, muy pequeño, sucio en los rincones, simplemente abandonado. Pero, esa pequeñez, poco a poco fue transformándose en enormidad, y paulatinmente se tiñó en brillantes colores. Mis ojos se abrireron deslumbrdos, y con asombro, descubrí a un nigromante. Los nigromantes, como había estudiado en otra época, fueron magos, protectores de hadas y duendes. En mi cabeza se puso a funcionar el mecnismo de el razonamiento, y rápidamente una idea colmó mi mente: Se aproximaba mi hada madrina. ¿Por qué sino habría aparecido el nigromante? Ansiosa, abrí aún más los ojos, pero no lograba verla. El destello fue apagándose... "¡No!, No ahora, por favor", pensé decepcionada. Pero parece que alguien me oyó, y acudió a mis súplicas, ya que, nuevamente el cuarto se cubrió de luz azul (¡Mi color preferido!), y ella apareció. Bonita como jamás la pudiera haber imaginado, alitas transaparentes, de cirstal. No sonreía, ni tampoco su expresión demostraba tristeza, sólo me contemplaba. Anonadada y a la vez feliz, apoyé ambas manos en el vidrio, para ver mejor. Pero tuve que alejarme, porque la lus brilló fuertemente en un instante, pero por desgracia, luego de eso todo desapareció. "Mi hada madrina, la que había olvidado ya hace tiempo", pensé.
Comprendí, y se los transimto, que la edad hace que nos olvidemos de nuestros protectores mágicos, y aconsejo, que por más viejos que seamos, no dejemos de creer.