Sus desvanecidas hojas blanquearon al caer la tarde del tiempo. Disecáronse sus raíces; casi todas.
Las mil polinizaciones de vida se cruzaban por los aires, las aves y el verdor de aquellos bosques sonreían, como fieras cachetadas en su alma envejecida. Ante su impávida mirada.
Sobre su piel lucía mil tatuajes de amor, más no en su corazón.
¡..Cuantos momentos de amor cobijados en su sombra, desfilaron en el tiempo..!!, mientras su silencio lloraba…lloraba…y lloraba. Ahí está el viejo algarrobo,
Sus frondosas sombras que atraían romances jamás volverán alumbrar, su ser quedó confinado al olvido, las juradas promesas de amor tantas veces escuchadas, lucen allí…como nostálgicos recuerdos. Sus hojas levantaron vuelo, las parejas también.
Allí quedan pues, sus resecas y cadavéricas ramas en la agonía del alma.
Aquella tarde cuando el sol lloraba lagrimas de sangre y en moribundo sueño, al viejo algarrobo le pareció escuchar ciertas voces decapitadoras y desgarradores llantos -¿No serán los bárbaros Atilas…? preguntó para sí. Efectivamente, unos filudos dientes acericos en sus movimientos circulares, arrasaban sin piedad a los bosques vecinos, convirtiéndolos en desolados campos de muerte, fue una cruenta, injusta y desigual batalla , ellos murieron de pie sin poder huir, sus débiles ramas se aferraban a la vida como brazos desesperados ante el llanto de las aves.
Las tribus lloraban ríos de sangre, les habían arrancado el corazón, sus flechas murieron de impotencia, amargura y dolor.
En su último hálito de vida el viejo algarrobo abrió los ojos, junto a él como implacable verdugo la acérica guillotina con sus dientes de muerte se disponía a…
-Por favor conmínenme a la hoguera para poder elevar mi voz hacia el cielo y hacer…UNA PREGUNTA.
Oscar Alvarado
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