ALIMÉNTATE
Érase una fase cronológica dominada por caminantes cojos. Ocasionalmente algún buen inspirado se largaba planteando obcecadas disyuntivas, afables circunloquios lejanamente comprensibles, verbigracia:
“Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”;
“Las leyes no pueden eliminar los prejuicios”;
“Todo el poder a los Soviet”;
“Unos trabajan de trueno y es para otros la llovida”;
”…Buen caballero/dejad el mundo afanoso/y su halago/muestre su esfuerzo famoso/vuestro corazón de acero/en este trago/”;
Etcétera...
Tiempo de misterios servidos con respuesta incluida; tal la fe religiosa, alimento espurio que no involucra virtud alguna.
Días de murria autodestructiva, fragor de espadas, demonios sin encanto y putuelas que han sido, y ofrecido solemnemente el pecho tras un grito agónico.
Ese trozo de tiempo representa, no es noticia, algo menos que un leve parpadeo de lo inasible. Apenas eso.
El que suscribe cree en los que afirman que el hoy es muerte mañana, un sino instantáneo tras de el cual es posible que el ser reviva a instancias de un fantasma ansioso y luego, libre de constantes antagonismos, se alejase intemporalmente tragado por la eternidad o la angustia, que a los efectos viene a ser lo mismo.
El hoy son instantes, gestos incesantes, sueños pasibles de una liturgia honrada; alguna fútil querella, actitudes indecentes o el caminar de rodillas del pusilánime.
En tal limitado contexto interesa al suscrito, desarrollar un tema y de tal modo disfrutar a su gusto, el drama de las horas escasas. Reprimir, digamos, el estado depresivo que en tales circunstancias desanima, retrae, disuelve el alma.
Un escarabajo vuelto de panza patalea inútilmente pero aún así no desfallece. Acaso la inminencia de la muerte constituyese un acicate para seguir viviendo. Probablemente.
El firmante del presente trabajo se permite dejar constancia que sus pensamientos vuelan con rumbo desconocido, aunque no desprovistos de una proposición básica aún en nebulosa.
Que la noche es negra como los ojos de Ninón y el espectáculo de las gentes, deprimente. Chorrean noticias morbosas.
Las informaciones siembran desconcierto y los golpes en el pecho causan pavor a los justos.
Quien esto suscribe fijará su atención en el reloj. La interrogante acuciante del ordenador seguro le malhumorará. Está escrito: El autor ha de comer letras y beber sufrimiento.
Como paliativo, algo que no tiene nada que ver con el proyecto in mente ocupará un breve introito que se tratará ajuste luego con ese “algo” aún desdibujado.
La compulsión de escribir es intolerable y el autor es, para peor suerte, biológicamente optimista.
A continuación rodarán algunos cantos respecto a este enredo
Como es sabido la mujer es afecta a lo promiscuamente engañoso, por tal razón las leyes son hechas por los hombres a cambio de cumplir afablemente la cismática agonía del cornudo, ganador de mil batallas y ampuloso gobernador sin corona posible, obviamente.
Construcción somera bajo cuyo techo es cuestión de saber protegerse. Resulta harto jocoso comprobar que los cuernos duelen al principio, como los dientes, pero como ellos, luego ayudan a comer. Hay que atender la hacienda y lo demás es pacotilla.
Dicho de otro modo…el tapón de corcho hace al champagne.
Cree el autor que se va encaminado. Vamos a ver.
Ironía detestable la complementación del docto y el forense. Uno se ocupa de alimentar al buitre, el otro clasifica los cuerpos.
El autor se ha pirado. Dos casilleros hacia atrás.
El señor cura absuelve, más ¿Quién absuelve al infrascripto? El obispo; con tiempo suficiente entre ducha y salmodias, a éste le sucederá el cardenal y así sucesivamente hasta que el Papa de infalibilidad indiscutible se pronuncie: “Esa arquidiócesis se administra con excelencia por lo cual no veo motivo de peso para penar a un modesto cura. He tomado nota de la falta. Archívese”. El representante de San Pedro en la Tierra es pragmático. No puede serlo de otro modo quien domina una institución que pactó la quinta columna con el Diablo.
Se suma a las cavilaciones un “eco” lejano. Contigo somos tres, estimado lector.
El eco. - El demonio es garantía para que tú sepas.
Se desata la discusión. Al parecer viene con las alforjas llenas.
El autor - Oye, dejad a un lado los sofismas. Hablemos seriamente de garantías si es que así lo deseáis, pero aguardad. Antes que nada pongamos los puntos de sutura, que Dios y Mefistófeles han hecho de la ruleta rusa un rito. Tras que no los afecta… la fomentan. Están por aquí cerca. Cargan el revólver con prebendas y atrocidades. Todo lo dejan librado a la buena voluntad del destino al cual ni ellos mismos pueden controlar, y por ende dominar. Lo desearían pero es preciso tretas que ya forman parte constitutiva de lo eterno y de supuesto, giran a una velocidad inverosímil tragadas por un agujero negro. Dios y el Diablo en tal circunstancia han depuesto las armas, se aburren y hay que inventar otro juego. Y así hasta la lamentable consumación de los siglos.
Tú y el suscrito, caro lector, vamos perdiendo la conciencia. El tal “eco” sigue prendido a mis orejas. De aquí en más, a los efectos del relato, el “eco” se hará murmullo en nuestro beneficio. Cree reconocer voces, el chasquear de látigos. Tufo de siglos.
El eco. - Es Dios y el Diablo, ¡Caray¡ Despertad que el parto viene de nalgas, nos exhorta.
Se hace audible un dialogado divino.
Tomémonos del brazo (se invitan los todopoderosos). Elige el lugar que desees, propone el uno al otro.
Existe una isla de ensueño, de soles inacabables, espuma opulenta, encumbrada de deshechos humanos y buenas arenas. El más ruin de los dos se atiza la barba. Una isla compartida. En uno de los dos compartimientos puede haber merengue.
Bien, bien…Si eso es lo que quieres…Hecho. El calor no me maltrecha…no sé a ti.
No pasa desapercibido un breve murmullo de risas.
El eco - Sabrán ustedes, autor y lector, que el trozo de tierra aludido rodeado de mar, no lo es totalmente. Hay un límite ciego que lo separa de otras tierras ajenas al relato. En definitiva una semicircunferencia algo desigual poblada de confusiones y cloacas infectas no queridas pero impuestas a los nativos. Tal el lamentable producto de las veleidades de un tal por cual, borrosamente llamado Francois Dominique Toussaint-Laventure.
El lector - ¿Francés él?-
El eco - Nada de eso; apenas esclavo cuya clarividencia le hizo morder el polvo a los extranjeros que sometían a su pueblo. Negro y subversivo… sí que lo fue. Conozco el o los autores y el desenlace de esta excursión divinal, creedme. Ellos, por supuesto Dios, y Mefistófeles, mucho más aún, no se basan en presunciones ni se pierden en precauciones irrelevantes. Es una cuestión de fatigoso predicamento. Doy por supuesto que de lo repulsivo tendréis memoria ¿no es cierto? Creo que os fastidio ¿O no estoy en lo cierto?
El lector. - ¿Memoria? …En fin, no me inmutaré. Recuerdo lo que me interesa y con eso me doy por satisfecho. Dejadme en paz.
El autor.- ¿Existen garantías? ¿A cuáles te refieres?
El eco.- Las que dispensa Mefistófeles extrayéndolas de su saco roto, o acaso las que brinda fatigosamente Dios a mano alzada. No… más bien digo…no sé…en fin.
El lector.- Bueno basta de indecisiones. Estoy cansado. ¡Al asunto¡
Los elípticamente amonestados asentimos con rubor y atonal poética.
El autor.- Bien…
El lector.- Efectivamente, en esa ínsula, al oeste, hicieron piadosa y desprejuiciada irrupción Dios y Mefistófeles asidos del brazo como dos jóvenes mancebos. Se desconoce si cámara o micrófono en mano. Lo cierto es y me consta que por única vez, humildemente, han presentado credenciales de periodista ante la Aduana. Algo, en rigor, inadmisible dado que los guardias de frontera han sido trozados por una gran viga que los sorprendió controlando visas. De tal suerte, murieron en cumplimiento de su deber. Escuchemos algo más.
Yo autor, tú lector y eco, prestemos oído y viento.
Mira que espectáculo “dantesco” le dijo socarronamente Dios al otro. Enarcando sus horrísonas cejas, el elípticamente aludido espetó: Por lo que se ve has comenzado el día hablando tonteras ¿Quieres que te odie? Gente sin destino ni gloria asomando sus narices putrefactas entre trozos de hierro retorcido ¿lo consideras digno de la mente de un introvertido específico...?
El autor queda atónito ante el autocalificativo del Diablo. Toma nota.
El eco.- Evidentemente no es promisoria la culminación de la primera decena del siglo XXI. Un dramático holocausto, sin hornos ni coraceros, pero con mucha prensa proveniente de todo el globo ha de alimentar la curiosidad del amable televidente. En cierto modo es una ventaja respecto al conocimiento de los pormenores de otros holocaustos de justa fama, no obstante sujetos a la atroz desmemoria. No se trata de judíos, cristianos, talibanes o indios; más bien es gente piojosa, sucia, con granos en el cuerpo. Individuos absolutamente despreciables que comen tierra remojada en agua.-
El lector.- (limándose las uñas y con cierto tufo racista) Indiscutiblemente, una vergüenza para la familia humana. En mi calidad de médico forense entiendo que…bueno dejémoslo así.
El eco.- Lo sabía, lo sabía; no podía ser de otro modo.
El autor.- ¡Eco, mantén la prudencia¡ El fascismo no ha muerto; por otra parte de haber más de un lector, de seguro las opiniones se dividiesen. Pero hay algo que no entiendo, continúa el autor ya calmado: Tú, eco intrigante, has afirmado que el Supremo bajó a esta pequeña ínsula tomado del brazo del rey de las tinieblas y aunque mi duda es mayor, creo que sus motivos deben haber tenido. Ahora bien: Yo admitiría la entrada discreta del Cristo, pero Dios y el Diablo entreverados entre los infelices, los desheredados…los muertos…Vamos.
El eco.- No, no, tú no entiendes El eco trata de ser más preciso pues el mismo admite que siempre peca por distorsionar los hechos.
Ellos, en rigor, arman el teatro de las acciones y luego como os he dicho, ofician de periodistas, o algo así no menos bastardo. El asunto es no aburrirse. Lo interesante es que en el mundo se elevan las ganancias por concepto de venta de hamburguesas. Baja la taquilla de los cines y sube la de las casas de citas. Ver sangre roja en cuerpos negros es excitante. Las secretarias se estimulan, los entorchados se activan, las doncellas provocan y la tasa de los cornúpetos crece exponencialmente.
El lector.- ¿Qué dices? (interroga inquieto)
El eco.- Eso. ¿No te consideras amo y señor de la materia?
El lector.- Pues sí; sin lugar a ninguna duda lo soy, o acaso me crees marrano. Ahora te entiendo. Te refieres a que tengo conciencia de mi yo y soy capaz de elaborar lo atroz con el fin de banalizarlo y consumirlo, o ejercerlo como estimulante ¿Es eso?
El eco.- Efectivamente.
El autor (harto y confuso).- ¡Basta de metafísica¡ Aquí tengo los prismáticos. Nuestro misterioso periplo nos ha llevado a presenciar un cataclismo, un gran cataclismo .Veamos…veamos. Bien, se trata indiscutiblemente de un “grado siete”.
El lector.- ¿Grado qué?...
El autor.- ¡Hombre, no has oído acaso hablar de la famosísima “ Escala de Ritter”.
El eco.- No me suena.
El autor.- Bien. Te acercaré una victrola, so pacato (fuera de sí).
El eco.- No hagáis befa ni escarnio de mi ignorancia (se lamenta).
El lector.- Pues sí…ahora caigo. Sostenedme.
El autor.- No tiene gracia.
El eco.- El asunto es que Dios y el Diablo, precedidos de un sismo sólo previsible en los grandes y edulcorados centros urbanos recorrieron, para su aburrido solaz, una población entera de oriundos despedazados. Creo que fue ayer o antes de ayer. Murieron miles y miles de N.N. El sismo rozó apenas a las delegaciones de países amigos. Ningún cura a la vista. Toda gente de raza blanca o admisiblemente amarilla se cubrió con el manto sagrado y puede contar el cuento. Sólo murieron negros, pobres, rotosos, baldados, comidos por la sarna, garrapatosos demudados por el horror de ver su propia muerte reflejada en los ojos de sus niños, cubiertos de insectos. La sociedad de afro-descendientes leprosos, constituida en una poderosa corporación, celebró sus prácticas mágicas con jolgorio, invocando la justicia que a no dudarlo acabaría con sus vidas. Los dos últimos perros que los afectados por el sismo aún no se habían comido, giraban en pos de sus respectivas colas para morderlas y comérselas, tal la hambruna reinante. Lamentablemente un muro bamboleante los hizo trizas. El índice es elocuente: Cero perros. El único país del mundo que se ha quedado sin perros. Por supuesto que el stock de pulgas deberá renovarse con prontitud como asimismo el de roedores y gusanos. El hambre ya se ha desplazado, de las escasas vitrinas a las carnes aún calientes de los muertos. El que no roba para subsistir- sentencia el eco- es mal visto y se lo comen sin previo aviso. Para aventurar el paso siguiente de los desheredados será cuestión de consultar la inquietante teoría de Darwin.
El autor.- Mirad…Ved al Diablo repartiendo frazadas y a Dios encaminando rameras, no remeras; putas. Mira, mira…no ha quedado nada en pie. Los norteamericanos han prestado su ayuda, imprescindible para establecer sus bases armadas y controlar el comunismo internacional; tanto como los franceses para restañar algunos despechos. Los franceses…qué asunto los franceses. Sabéis que los habitantes de esa media isla hablan un extraño cocoliche mezcla del francés y una rumia ancestral.
El eco.- ¿Que hablan el francés de Balzac, el de Maupassant (Guy, por más datos), Richelieu; los que han muerto heroicamente en la guillotina, el de Rouget de L’Isle?… ¿A ese francés te refieres? ( es conciente de su escasa información).
El lector.- Pues, por lo que se ve desconoces muchas cosas. Mirad, acerquémonos a esa joven mujer que llora sin lágrimas. ¿Qué os pasa atribulada señora?
El eco.- No habla. ¡ Aguarden…¡ Muestra un cartelón indescifrable. Propongo interesar al corresponsal ese que anda por ahí. ¡Ea, señor corresponsal¡… Sería usted tan amable de trasladar a nuestro idioma, de un modo conciso y llano, lo que ha escrito esa buena señora en el cartelón.
El corresponsal.- Bueno, con muchas voces locales y serias faltas de ortografía dice algo así como que “…Tenía quince hijos sobre la Tierra. Que ha perdido en la catástrofe dieciséis y a un esposo ilusionado”. Dice también…que deseaba tener un cura a mano para arrepentirse de sus pecados pero parece que se le adelantó un señor con una cámara televisiva. Arrastraba una extraña cola…Vaya sujeto; según esta desgraciada…la absolvió de todas sus buenas acciones y le recomendó la Embajada de los Países Bajos para realizase de futuro los abortos imprescindibles”... Agrega el cartelón: Le agradecí y le pedí que aún así me matara. Me dijo:”Esas son cosas de Dios y yo no me meto”. Se alejó risueñamente…
Muchas gracias señor corresponsal, pronunciamos al unísono.
El autor.- Dígale por nuestra parte a la buena señora que su Dios o algo parecido se halla mezclado entre la borrasca saqueadora. Tal vez lo encuentre ahí o puede que Él venga en su búsqueda para proporcionarle un bálsamo a sus heridas espirituales y se hará cargo, como pocas veces, de su deseo.
La desdichada levantó cansinamente una mano y saludó aleteando los dedos.
Nos apartamos
El corresponsal.- Escuchad listos, Dios soy yo y sé lo que hago. No escupáis el asado y venid conmigo que os voy a presentar al autor de la felonía, viejo compinche. Creo que me dijo que iba a mear a la embajada de España, o algo así.
El lector.- Pero Dios…y esta nnnnnegra, digo…. ¿Qué haréis con ella?
Dios.- Pues que esta tipa de tonta no tiene un pelo. Ha pecado y por ella murió mi hijo. ¿Lo sabíais?...Vivirá todo el tiempo que sea necesario, digamos hasta los veinticinco años. Que se recontrajoda…
El eco tornase en paloma. Se trataba de la Santísima Trinidad… el muy pillo.
El lector.- Y nosotros ¿Qué?
El autor.- Pues qué… Nada.
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Bueno Emeterio que te tienes que despegar de la almohada de una buena vez por todas, que se está llenando el patio de agua, que te pongas a recoger las hojas que tapan la maldita boca del desagüe, que me tienes recansada con tus siestas largas, so gandul.
¿Sabes mujer que hablaba con Dios?
¡A no…¡ si que todavía te tendré que mandar al manicomio. Eres todo un gasto hombre-
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LUIS ALBERTO GONTADE ORSINI
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