En aquella calle, justo en la otra acera, vive ella, Tatiana. Así es como la llaman sus padres. Todos los días sale a las siete de la mañana para el colegio, y yo la acompaño desde lejos hasta la entrada donde me despido de ella en secreto y le deseo un buen día, mientras ella se encuentra con sus amiguitas y se va. Esta en quinto y es una de las más bonitas de la primaria.
Cuando sale del colegio, yo la acompaño hasta la casa, trato de preguntarle como le fue, que hizo hoy, pero no me escucha, ni siquiera me ve. Es como si no existiera. Pero yo comprendo, su papá es muy celoso.
Después de almorzar, duerme tranquilamente hasta las dos y media; dormida parece un angelito de Dios. Todos los días, a las tres de la tarde sale a montar cicla, es tan bonita, y su cabello se mueve al viento, mientras pedalea y se aleja. Yo la miro irse, cada vez más lejos, cada vez más rápido, cada vez más bella.
Llega a su casa a mirar televisión, hasta que, dormida, es llevada por su padre a acostar a su cómodo cuarto. Y allí duerme hasta el otro día.
Yo mientras tanto, espío desde la otra acera. Y cuando por fin logro dormir, sólo sueño con ella, con su cabello, con sus ojos, con ella. Y me despierto inmediatamente, porque sé que eso no es más que un sueño. O sino, díganme ¿Qué futuro tiene una niña rica, como ella, junto a un desplazado, como yo?