¡buenos días! una voz que no creó haber oído jamás me despierta, los ojos se me abren como si en mis dedos se hubiera clavado la última copa que recuerdo de ayer. Al girarme, veo un desayuno reciente, caliente. Tras él, una barba áspera, deseosa de crecer para hacerse blanda y no dejar cicatrices en mi boca, tú boca. Semidesnudo aguarda el croissant para ser devorado. Desearía remontarme y poder explicarlo, en mute por si las moscas. Pero sigo allí, sumergida dentro de ese zumo de naranja exprimido con delicada sutileza. Pero mi mente, se apresura a mis movimientos, intenta recordar rápido y no se toma lo suficientemente en serio lo que de verdad está ocurriendo, ha conseguido salir. No sabe si está bien o mal, pero le encantaría saber que ha pasado. He decidido beberme el zumo, sonreír y volver bajo aquellas sabanas que aun sigo sin reconocer, pero se deslizan más que nunca.