Una inmensa nube de esas que parecen escalar montañas, con piernas sólidas y robustas, de las que no debieron de soltar aguita nunca, pues siempre parecen hinchadas, pues una de esas...
"¿Quién ronca?"
...¡Perdón!, una de esas nubes -decía- fue la que definitivamente sortearon Migué "el flamenco" y Manuel "el chilensis" cuando subieron los últimos tramos que le separaban de las magnificencias que se entreveían tras el ingente careto barbudo que lucía San Pedro a las Puertas del Cielo...o al menos eso es lo que pensó el Migué cuando le pisó sin querer el pie a su compañero de trayecto:
-¡chiii, aguita, poh on! -le espetó de mal humor aquel chilensis de vago andar, de un espesor en el habla que casi pareciera comiera aire y bebiera del ajeno. Sus ojos negros y bellos rasgaban en cara negrita de morena que estaba, y sus manos arrugadas hablaban de hoces y campos - ¡Al tiro, barsúo, sale pa ya!- le dijo a aquel sevillano, a la vez que le empujaba hacia delante, donde unos cientos de almas se unían a ellos en la antesala del susodicho espacio celestial.
-Joé, ¿que bicho te ha picao?, le dijo Migué con su cara de niño, lampiño y blanquecino como un ratón de molino harinero. ¡Ostia!! ¿No sabes esperar tu turno? Mira chavalito, que aquí llegue yo primero, así que quítate de enmedio, mariconazo, que te doy de ostias.
Y esperaron, dándose codazos para disputarse la primicia de franquear las puertas del cielo y mirar lo que había tras el alto portón.
Migué, el flamenco, aseguraba: “cuando yo cantaba en la plazuela y las mujeres bailaban sobre el tablao, me dije a mi mismo: Migué, cuando llegues al cielo, estas muchachas de piel aceituna, pelo azabache y tetas como melones mauros, estarán esperando por ti. Y por la madre que me parió, que me ha gustao, así que ¡jódete chileno! ¡Yo entraré primero! –terminó diciendo, dándole un tremendo empujón que casi lo envía al final de la fila.
Y pasaron horas mientras recorrían los enormes peldaños predivinos...Pero miremos a nuestros amigos...
-¿Compadre, cómo tai? – le gritaba en esos momentos el bueno de Manuel al barbudo portero, mientras tanto él como Miguel se sacudían polvos con los codos y otras almas errantes se hacían las remolonas, bien intentando colarse, o bien jugueteando entre ellas, o bien gastándose bromas: como una que le dijo a otra que el cielo estaba todito para abajo:”¡hacia esa grieta rojiza, tan calentita!” y cogió la muy inocente y se fue para el mismísimo infierno...En fin había de todo en aquella celeste escalera...Pero como contábamos, Manuel saludaba a San Pedro, aunque por supuesto éste, ni caso.- ¡Chiiii barsa, me tinca que el ón ni me pesca!. Y vo, sevillano pasao pa la punta, deja de pasarlo chancho (pues en esos momentos se descojonaba de aquel que se tiró a los infiernos) y córrete pallá poh on!!! (Nótese que el uso “córrete” es en el sentido de dejar paso...nada, nada, yo por aclarar vamos...)
-¡Ei!, chilenito cabroncete, te dije que sería yo el primero en hablar con el barbudo. ¡Hey! ¡Hey!, ¡santísimo, don Pedro! -gritaba Migué con ansia- ¡míreme hombre, que yo soy el gitano, el del tablao! -y Migué, el flamenco, sacó un par de castañuelas y comenzó un lamento gitano que hizo brotar agua salada de los ojos del santo portero- ¡Ayyyyyyyyy!!! Mi madre me crío a mi con cinco toritos negros y Olé!... -cantaba el gitano y una rueda de palmas lo acompañaban.
Como ves llevo la pasión en alma, estoy que me arde la sangre del genio que tengo y me come la impaciencia, asi que: ¡Abridme las puertas y dejad que entre en este glorioso reino!
-Momentito, momentito...- dijo san Pedro- Aquí primero hay que tomar notas y saber cómo se murió cada uno de ustedes. Partamos como corresponde, los iré llamando por lista. Comenzó llamando a los Albertos, Alejandros, Aníbales, etc, etc, hasta que llegó el turno de Miguel, que había esperado su turno mordiéndose las uñas y dándole pisotones al chileno.
A ver dijo San Pedro: Tú, Miguel... el flamenco, ¿que tienes que decirme?, te escucho...
-Me llamo Migué y soy sevillano, maestro de flamenco y del canto jondo. Yo vivía en la ribera del río, en una hermosa casilla prefabricá, con María, la hija de José el carnicero... ¡Ostia, las mejores tetas que se hayan visto por las orilla del Guadalquivir!, ¡olorosa y carnosa como una aceituna, qué mujé!!!! Y tenía que llegá el padre, el mú joío, maldita sea su casta... Me rajó con el machete cercenándome la hombría, y luego me fue rematando con pinzas y tenazas hasta mandarme derechito a las puertas del santísimo cielo. Y aquí me veis, enterito gracias a mi angelito de la guarda que me entregó la hombría para que yo disfrutara de los placeres del cielo- dijo al final con cara alegre mientras se toqueteaba ante todos sus susodichas partes, para descojone de muchos y horror de otros...Aunque ya más de uno que empezó a tocarse los respectivos paquetes empezaba a hablar de tongo y de que si le habían quitado centímetros, que si la tenían más corta, en fin, que se lió otra vez...
Pero Manuel “el chileno” ya había encabezado su particular campaña contra el de Sevilla, y además quizás debiéramos decir que tenía toda la razón, porque a ver... por orden alfabético, ¿Quién va antes: Migué o Manuel?...Y ya había una pechá de Manueles, Manolitos, Manolitas, Manolas y Manuelas dispuestos y dispuestas a reivindicar su prioridad alfabética ante las máximas instancias, o sea, ante San Pedro.
-¡Chiiii San Pedrito, te juiste al chancho poh, on! –aplausos...muchos aplausos a Don Manuel, pues tras su anterior discurso ante sus compañeros se había ganado el “Don”... Estaba eufórico y continuó:- ¡Ta bien que los Migueles lo pasen chancho en el cielo, pero igual no mas, los barsuos, tienen que hacer la cola, ¿cachai? on! –más aplausos, algunos abucheos, y un tremendo aullido cuando otro picó con la dichosa bromita del infierno...Entonces tras calmarse un poco el ambiente terminó diciendo: -¡Chiiii! ¡Ma mejol y al tiro no vamos pal infierno antes que pasar despues estos Migueles amermelaos!
A esto que San Pedro, enorme como cien Manueles o Migueles, empezó a concentrar alguna mala leche, a tenor de cierta vena hinchada localizada en la sien derecha...Un trueno pegó fuerte por allí cerca y más de uno se tiró de plancha al suelo, aunque un grupo de turistas japoneses que habían muerto al caer su autobús por un precipicio, enseguida sacaron sus “kódacs” y empezaron a fotografiar la tormenta de un sólo trueno y un sólo relámpago, o sea que no sacaron fotos vamos... pero eso sí, se la volvieron a pegar con un ángel que iba despistaillo y calleron por un barranco -divino...pero barranco al fin y al cabo-...San Pedro estaba cabreadísimo y ya cierta babilla se empezaba a escapar de sus encrespados mostachones...
-¡Mira chileno, pa cojones los mío! Mira que los tengo tan grandes pa algo y si quieres decirme algo, vamos dilo que yo aquí te espero. Miguel, el flamenco, puño en alto le ofrecía una paliza.
Ardía el cielo, el gentío se dividió entres los que apoyaban a Miguel y los que vitoreaban a Manuel. Si hasta se hacían apuestas. Yo apuesto por el gitano, decía un Portugués con impronta de bucanero. Yo voy por el chileno, gritaba un brasileño mulato con dientes de oro.
San Pedro, rojo hasta el copete y sin poder disimular su ira, los agarró por el cuello dándoles una tremenda sacudida, “¡aquí no se pelea!, caramba, dijo tratando de guardar la máxima compostura”, “Linda cosa, aquí se me obedece y se respetan las leyes que yo impongo, y para poner punto final a esta discusión si sentido vamos hacer lo siguiente”:
Se van a batir a duelo, pero sin golpes, sólo con palabras. El jurado lo compondrá el japonés de la Kodak, el gringo con cara de pistolero, ese que llegó hace poco y que no se acordaba ni de su nombre. También el argentino que jugaba a la pelota, ese que siempre anda como resfriado. Que venga, también, el italiano que anda jugando con los autitos y yo, naturalmente.
Partirá el chileno, para que no se diga que yo favorezco al sevillano.
Y surgió entonces un toma y daca entre sevillano y chileno que hizo que muchos se tiraran de los pelos, que otros hicieran apuestas, que otros prepararan papel dispuestos para ser autografiados, etc etc...Y he aquí el duelo:
-Y vo que te las dai de macho, si ni siquiera podis parar el cacho...
- Joé tío no me hinches las pelotas , que de una ostia te destrozo,¡so gafotas! –aquí unas cuantas risotadas para verguenza del de Andalucía, pues el chileno nunca había usado gafas...
“¡Silencio!” dijo San Pedro, y todos callaron. Manuel “el chileno” siguió el duelo:
- salta pal lao, sevillano mal parao. Mira que de una patá en las cañuelas te boto hasta las castañuelas.
- Como me chulees más te rajo la cara de cuajo so renacuajo
- vente paca no más raton de molino que si te agachai te meto el medio pepino.
- ¡já, ven tú, mamón mafioso, que te doy por el culo cual oso y te saco un ojo!, ¡so asqueroso!
- chiii, a onde la viste, que mi culo nadie me lo toca, y meno vo gitano que ma que gitano pareci marrano
-cabroncete presumío, tanto hablá de culo y de “tocá”, tanto mariconeo me hará vomitá, mejo se calla:¡ so reprimío.!
- mira patas de flamenco, a ver por las claras, que te hai imaginao porque te pegai una zapatia y unas lloriquia podi entrar primero a las puertas del cielo, a patas en el culo te mando pal basurero!!!
-Ya más jartao, hatajo de gandul, tú no entras ni aquí ni en Estambul, que de la ostia que te doy te dejo par arrastre so marica de parque. Y otra cosa, mariposa: ya que lames mis zapatos, arrastrate ante mí, renacuajo, que ya te llamé antes así y es porque te lo mereces, ¡so mequetrefe!
-Renacuajo seré, porque me pego el salto y de salto en salto llegaré por la mañana y en tu propia casa le daré guaraca a tu hermana.
Los que estaban a favor del chileno aplaudían a rabiar, los que estaban a favor del sevillano se sobaban los puños prestos a trenzarse en un pleito de proporciones mayores. El sevillano quedó impactadísimo por el insulto que había tocado la virtud de su familia, calló un momento como tratando de pensar o de armar su artillería y dijo:
-So...maldito...te voy a ... –pero nada salía de su boca que pudiera con el chilensis aquel que le había humillado...Pasados unos minutos, al fin, miró a San Pedro, alicaido...
San Pedro estaba conforme, pues aunque todo el mundo estaba alborotado, había ganado claramente Manuel y por tanto su error analfabético quedaba subsanado. Además, todo aquel jurado estaba de acuerdo con el veredicto.
-Que entren los Manueles –dijo con potente voz...
Y así fue cómo se solucionaron las disputas entre Miguel “el flamenco” y Manuel “el chileno” y aunque una vez dentro sostuvieron alguna que otra peleilla sin repercusiones graves, al final se llevaron bien...más o menos.
Mientras Miguel entraba al cielo volvió la vista hacia atrás, y observó una avioneta que aparcaba en una nubecilla errante. De la avioneta salían dos diablillos rojos que traían de vuelta a unos cuantos ilusos que se habían lanzado al infierno, a saber de qué manera ni porqué...más allá vio a un ángel con un collarín y un brazo roto entablillado, también observó anonadado un grupo de japoneses que fotografiaban las densas y pobladas barbas del Santo puerteril...en fin, tanta vida había allí y tanto jolgorio a las puertas del cielo, que Migué no pudo por menos que sentirse desilusionado al escuchar timbres de trompetas y algo parecido a música de ballet, así, en plan tranquilo y divino...y lo único que le contuvo de dar media vuelta fue el paquete que se tocaba, y un ángel femenino con unas tetas que parecían melones maduros...
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