Construyó una ciudad sobre el desierto y la llamó Napanpí: trazó calles y jardines, luego fue introduciendo perros, bicicletas y cestos de basura. También la dotó de agua, luz y drenaje, incluso diseñó una carretera para conectarla con otras ciudades que en el futuro crearía.

Mientras descansaba fue imaginando a los seres que poblarían aquella magnífica urbe y tuvo un instante de duda: probablemente serían ruidosos, agresivos y contaminadores. Deshizo la obra y al terminar se olvidó del asunto.