Yo y mis ganas de verte… Cerré los ojos…
Y nada de ver tu imagen… Solo esa bravura, sin tu rostro… ¿Cómo es que hace el destino para privarme de tu imagen? Ah, verdad que el destino lo hace uno…
Pues limpié las puntas de mis zapatos y me dejé llevar por el instinto más hijoeput…
… Empecé a concentrar mi mente en lo pendejo que puede ser la vida cuando uno quiere hacer “bien” las cosas… Apreté puño y salí a buscar problemas, eso y nada más.
Pasó la tarde y mi frustración era grande al no haber encontrado nada para liberar esas locas ganas… Ya saben… No es cosa de quitar un chupete a un niño o entrar a una tienda e irse sin pagar, no es cuestión de golpear a un amigo, no lo es… La necesidad es más grande, ustedes comprenden muy bien.
Al regresar a mi casa en un microbús, noté la inmundicia de lo que en mí existía, y puedo jurar amigos míos, no era el olor a mierda que me molestaba… Era la mirada de los que estaban a mi alrededor, pues el microbús estaba lleno; yo parado, agarrado del barrote, solo veía sus cabezas alrededor de la mía, que parecía una bomba de tiempo con una amenaza casi obvia, de la cual no se había percatado una chica, la cual se encontraba sentada, abajo mío, ustedes entienden… Yo la miraba desde entonces y no pude evitarlo, sí, el pensamiento del morbo, pues estaba con esas locas ganas…
Ella no me miró, pero se dio cuenta de el cuaderno que tenía yo en la mano… ¿Dios, de dónde apareció un cuaderno en mi mano con las hojas de cartón, nueva e interrumpiendo mi comodidad…? Quién sabe… Ella dirigiéndose a mis ojos me pidió que se lo diera: -¡Te lo llevo! -dijo… ¿Qué quería? -Por supuesto, ella quería mi comodidad, sabiendo de la velocidad que le agregaba aquel necio chofer… Sabiendo muchas cosas… y hasta una sonrisa me había regalado, mientras yo pensaba en estupideces…
Se lo di, si señor. ¡Que sirva de algo! – decía mi subconsciente perverso…
Y el cuaderno lo puso justo en medio de su vientre, apuntando como flecha ¡Dios!
Era su lunar… Uno que tenía exactamente en medio de sus dos senos… por encima de la derecha, ustedes tienen que entenderme…
Crease o no, las ganas de explotar como vesícula habían cesado.
Era más que una simple imagen… Era glorioso…y estaba con mi cuaderno…
Pasaron los minutos, y era de suponerse, aquel microbús no tenía tanta capacidad… Explotó su dizque válvula de agua y el vapor hizo que la gente se alarmara. Paró (el microbús) y todos salían molestos y pidiendo su dinero. Yo no dejaba de ver aquel lunar. Ella no me miraba.
Quién creería: Aquel medio de transporte nos dejó en el lugar más peligroso de la ciudad, solo yo tenía el deber de acompañar aquella dama a un lugar más seguro… Por agradecimiento y claro, por la curiosidad de saber qué contenía aquel lunar, cuyo poder para curar heridas y malos días era realmente sorprendente.
Quién sabe lo que realmente pasó con el microbús… Solo sé que ya no quiero verte –reflexioné mientras dibujaba un lunar en la pared de mi casa.
Will
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