Con los ojos perdidos en el foso meditando severo y solitario bajo un sayo raído de templario vaga Felipe IV el Rey Hermoso. Anda sin vacilar, va silencioso, con gélido mirar autoritario mira París, el trágico escenario de su sino terrible y poderoso. Jacques de Molay con tono vehemente lo maldice; en la pira que lo atrapa la Torre del Templario se derrumba. Antes que pase el año cae Clemente Guillaume de Nogaret le sigue al Papa y Felipe Le Bel baja a la tumba.
Texto agregado el 18-01-2010, y leído por 317 visitantes. (4 votos)