Ella encuentra sus temas en los asuntos más triviales
¡Chuack! un tarro de leche condensada es transformado por su mente amplificadora en un fascinante país en el cual la cantante de ópera canta deglutiendo un gran trozo de torta y el rey sufre de tortícolis y no puede usar su corona ya que la oblicuidad de su testa se lo impide. Los perros y los caballos son pajes parlantes que cuestionan las políticas del reino y las mujeres son ninfas doradas que se bañan desnudas en los manantiales cristalinos. Ese tarro de leche se transforma de pronto
¡Huichhhh! en un carruaje victoriano y quien viaja en él es una bella dama que ha perdido toda su fortuna y que ahora regresa a su mansión, derrotada pero intacta en sus convicciones. Y ya instalada en su rígido hogar, conoce a un hombre que la seduce y la incita a pecar. Antes que eso se consume
¡Boooooom! nuestra heroína, la escritora, no la protagonista, encuentra un filón para explotar: un pedazo de alfombra rota que se asoma en un tacho de basura. Su mente divaga de inmediato y visualiza un príncipe oriental que viaja por el mundo sobre una preciosa alfombra tejida en oro y plata que flamea en las alturas con el joven acomodado sobre su flanco.
Unas cuantas nubes que asoman en el horizonte de su casa santiaguina, le borran este esbozo de cuento de su mente y sobre la marcha ¡Blaffff! crea una historia de apaches que se comunican por medio de flamas. Pero el gran hechicero no desea que su hija entable relaciones con el joven indio e impide que el fuego arda y por lo tanto evita de ese modo que los muchachos se comuniquen. Pero el amor siempre es más poderoso y la niña, que ha heredado algunas habilidades de su padre, se convierte en águila y acude a la inevitable cita con el joven.
¡Chuang! Pronto comienza a atardecer en la capital y una hermosa melodía tocada magistralmente por un vecino pianista, abstrae una vez más a nuestra cuentista y su cabeza esta vez se inunda de colores inimaginables y se van dibujando los contornos de un lujoso salón de baile, luego comienzan a esbozarse las siluetas de elegantes señores y de primorosas damitas que aguardan impacientes que alguien las saque a bailar. Cuando ya la escena está completamente dibujada
¡Plaff! la voz de un niño clama: -¡Mamaaaaaaaaaá…! La jornada por ahora ha concluido...
El encuentra nuevos héroes para su historia.
En otro punto de la capital esta él, frente a un gran tablero. Lápices de todos los colores, acuarelas y tintas. Lo acompañan Batman, las Tortugas Ninja, Superman y muchos héroes que se han transformados en sus amigos. Los mira con cara de complicidad, lápiz en mano, comienza a dibujarles una nueva aventura donde una vez más triunfaran, ganándose el respeto de los ciudadanos y porque no, los besos de alguna chica bella.
¡Aléjate, pata de palo, pirata tuerto, nariz ganchuda! dice Leonardo, el líder de las tortugas. Pof!,Bum! Zapate!, golpes van y vienen, hasta que la tortuga le aplica una llave doble y lo deja hecho un ovillo malhecho.
¡Oh! Mi amor, has salvado mi honor, dice Gioconda, una ratona de alcantarilla muy del gusto de Leonardo, se lanza a sus brazos y chuickkk,
No, no, no, borra su historieta. Que va, nada que ver una damisela mancillada por un pirata y salvada por una tortuga, es ridículo, insustancial. Apoya los codos en el tablero y comienza a invocar a las hadas de la inspiración. Vuelve a tomar el lápiz y...
¡Auxilio, auxilio Superman!!! Vuela raudo y veloz, ven a rescatarme que si te demoras un poco más sucumbiré en las profundidades de estas turbulentas aguas. Tan ta tan, ta ta tatan, Superman con su visón de rayos X, localiza a Luisa, colgando en un acantilado, apenas sujeta de unas raíces que sobresalen del subsuelo, sus manos se resbalan y cae...fst!!! Superman preciso la toma en sus brazos, la rescata y la lleva directamente a su guarida y ella sin oponer resistencia alguna se le entrega dispuesta a todo, total como es un super héroe se puede esperar mucho de él.
Hum!! Piensa, no, no, no puede ser por muy héroe que sea el muy pelotudo, se ve soberanamente ridículo con los calzoncillos puestos sobre esas medias de mujer. Poco varonil quién se va fijar en él. Y una vez más toma la goma y con rabia borra la historieta.
Vuelve a sus codos sobre el tablero, vuelve a tomar el lápiz y comienza a esbozar a un nuevo héroe, todo vestido de negro, con apariencia de escritor de guiones cinematográficos y detective de la brigada de homicidios. Un héroe parco, y duro con corazón de abuelita buena, con un humor más negro que un abismo y con risita de duende asustado. Escribe, dibuja, escribe y dibuja. La noche se esconde, aparece la mañana, y la voz de un joven clama: ¡¡¡Papaaaaaaaaaaaaaaaaaaá!!!! Me planchaste los pantalones, y comienza un nuevo día.
|