En el país de Chile salió electo Adolf Hitler con una inmensa mayoría, el mundo se convulsionó, al comprender el inmenso cambio político que eso significaría. Primero el nuevo mandatario no era empresario, cosa que rompía con todos los estándares que en teoría eran los de calidad, no era un tipo excepcionalmente culto, no tenía un título y era mapuche. Como mostraba gran parte de sus exacerbados discursos, él, pretendía devolver Chile a los pueblos originarios. Para esto debía erradicar a los extranjeros que llenaban el país, tenían los mejores empleos y manejaban el poder económico. Para esto tomó mediadas radicales, que produjeron una rebelión armada, que sin la menor oposición terminó por esclavizar y eliminar a gran parte de la población de impuros hijos de otras tierras. Chile era de Chile, al fin. Solamente como parte de una paradoja, aun mayor. En el poder se mantiene la derecha ultra conservadora, que encubiertamente solo tranza la dignidad de las personas por dinero. Hitler tenía bancos y riquezas sin más, era sin lugar a dudas el empresario más inteligente. Y también el peor de los Judas, cuando nuevamente llegaron los españoles a conquistar a la manga de indios.