A veces, por ejemplo en este mismo instante, mirando a la nada y con las sábanas ocres enredadas en mi pierna derecha, un cigarro mal encendido echando humos de mal sabor matinal y con medio sueño aún revoloteando en la cabeza, es nada más ni nada menos que cuando te extraño. No es, como generalmente pasa, al acostarme sobrio y solo, tampoco cuando me encuentro libre de ataduras, ni mucho menos cuando mis cigarros se encuentran sobre la cómoda de mi lado en la cama fría. Pues es todo lo contrario: cuando me acuesto es imposible el extrañarte porque sé que al menos te veré en un sueño, reviviendo nuestras caricias bajo las mantas; admiraré el sentirte cálida a mi lado en un recuerdo de cuando estábamos juntos, al cerrar los ojos imaginándote en la almohada celeste sé que no voy a olvidarte; pero luego me despierto solo mirando en cada rincón sin encontrarte extrañándote, con una sábana que se aferra a mí presumiendo que son tus suaves piernas conjugadas a las mías luego de unirnos haciendo el amor, luego te extraño con un cigarro en la boca sabiendo que ya no siento tu aliento vivo entre mis labios sino que una tortura de tabaco matinal que hace arder la garganta, áspero y caliente se encuentra en tu lugar; es que te encuentras permanente en mí y no me mata tu ausencia; sino que son aquellas estúpidas y pocas razones de vida que te suplantan en mi cabeza lo que me aniquila. En tu ausencia el dolor es a veces un consuelo de tu presencia, como un regalo silencioso que te recuerda, pero al ver las insignificancias que hacen su esfuerzo por esfumarte de mi mente es cuando más te siento lejos sabiéndote perdida; cuando te busco encontrando una almohada, al sentir la aspereza de una ordinaria sábana como reemplazo a tus piernas, cuando un cigarro amargo rellena mis labios acostumbrados al sudor fresco y floreal de tus labios.
Mirando nuevamente a la cama y viéndote tendida a mi lado, apago el cigarro apenas empezado sobre el cenicero repleto de cigarrillos recién encendidos y pienso y me alegro de que esta vez estés a mi lado, serena y durmiente como cada mañana en que no puedo extrañarte.