Era una curva del camino que terminaba en Ralco, pero aún después de ésta ,había muchas curvas que el mochilero ignoraba como ignoraba también la ignorancia , la explotación y la calma de los hombres y mujeres que en aquello años del alcón y del cóndor recorrían soberanos las entrañas de los bosques y de los valles su verdor.
Hombres hoy recluidos a sus rucas pequeñitas, arrinconadas en las infértiles y pedregosas tierras , y que con la paciencia de su raza masacrada en los patios de la salvaje colonización , fueron cercando con piedras y esmirriados vegetales los corrales para proteger sus pequeñitos rebaños de ovejas y cabras .
Ellos , los señores del viento y del trueno.
Amigos de los primeros dioses centinelas de sus alegrías y protectores de los pumas y con el alerce de sus tierras infinitas .
Ellos ,los fortines del Arauca peregrinos de las cordilleras no tenían más que harapos cubriendo sus recuerdos en replegada soberanía la que cultivaban , callando, en el corazón de los copihues .
Esta realidad golpeaba duramente al mochilero que en este viaje en busca de su propia libertad se fue adentrando en las redes sociales tejidas en el telar de la injusticia y el atropello.
El sol estaba en el cenit bebiendo voraz, las bocanadas húmedas de los cerros de Ralco ,un pueblito cordillerano protegido por un cordón pétreo conformado por cerros henchidos de raulíes , tinéos , y entre todos ellos los coigues y ciprés de la cordillera (Austrocedrus chilensis ) .
La curva daba comienzo a una sinuoso calle que por dos cuadras llevaron al mochilero hasta una desviación , una cuadra más y allí estaba el corazón del pueblo.
A un costado de la calle colgaba solitario un arco metálico con unos mapuchitos practicando básquet.
Había un banco de plaza a la orilla de la calle, allí se sentó y dejó la mochila a un costado. Al rato comenzó a sentir hambre por primera vez después de varias horas de caminata .
Al frente los cerros imponentes y a bajo el pueblo descansando una siesta , porque a parte de los niños no se veía un ser humano en aquel tranquilo ambiente.
La impresión primera que da todo lo nuevo y desconocido fue quedándose atrás . Aparecieron a paso lento las edificaciones del pueblo .Todo era amigablemente antiguo , lo era un galpón pintado de rojo desteñido muy parecido al anaranjado , era un galpón enorme que le sobresalían unas vigas del año del cóndor, cuando este sobrevolaba las cordilleras nevadas muy próximo a los raulíes custodios de los bosques donde se refugiaba el puma en perpetua paz .
De pronto el arco colgante no tuvo visitantes, porque todos estaban en el banco junto al mochilero .
Y esto para que sirve? Señalaba la mochila - y qué anda haciendo por aquí? Preguntaban otros ojitos vivaces y oscuros muy pequeñitos y redondos donde resaltaba un pelo negro y brillante como el amanecer de un capullo .
Pasó un segundo después que los ocho niños lanzaron sus interrogantes unas pasando por arriba de las otras hasta que se hizo un silencio . Les corría el sudor por sus caritas morenas y esperaban inquietos las respuestas .
El mochilero les dijo que quería conocer los cerros y andar al lado del silencio , porque tenía en su corazón una invitación de natura para saborear la dulzura de sus cascadas , que en su caída decidida y certera dicen que esconden los secretos de los hombres de esta tierra . Será verdad lo que dicen? Preguntó el mochilero .
Los ojitos de los pequeños se abrieron cada vez más y las risas salieron corriendo desde su inocencia primera para guardarse eternas en el corazón del visitante .
Habría estado con estos amigos todo el día ,pero el tirón que le daba Ralco para que también conociera sus rincones adornados de silvestres aromas , lo levantaron del banco y siguió viaje .
Los niños se despidieron y se fueron corriendo , pero uno de ellos se quedó un rato junto al mochilero ,abrió su boca para decir algo , pero luego se llevó su manito de puño cerrado a secar su transpiración y no dijo nada. Dio un paso para donde estaban sus amigos y luego volvió su carita y le preguntó : Cuándo va a volver a Ralco?
Había en sus ojitos esa nitidez penetrante de la inocencia .
Después se alejó corriendo dando saltitos ,pasó junto a sus amigos y siguió hacia el norte por la única calle del pueblo .
El mochilero lo siguió con su mirada y fue dándose cuenta que la calle tenía un cordón de vereda central y en ambos lados habían casas de madera relativamente nuevas .
Allí vivían los habitantes del pueblo .
El mochilero avanzó por este cordón hasta llegar al final de esta silvestre civilización . No había nadie en la calle sólo un hombre y una mochila , pero como saliendo del rincón de la nada apareció nuevamente el muchachito mirándolo con sus ojitos negros , su carita morena y su manito de puño cerrado que le daba unos tirones al pantalón del mochilero . Oiga caballero, le dijo. Dice mi mamá si usted no es el profesor Campos que se fue de Ralco porque estaba muy enfermo .
Pero mi tía le decía a mi mamá ,que no puede ser porque el profesor Campos murió el año pasado .
De todas maneras Juancito , anda y pregúntale al hombre , porque no pueden haber dos cristianos tan iguales .
Esas eran las reflexiones de toda la población que al momento en que el mochilero se dio vuelta para ver quien le tiraba del pantalón vio a medio pueblo asomado por las ventanas y otras , las más curiosas, tomando un vaso de agua conversando con sus vecinas y mirando cada tanto al hombre con el niño que charlaban en el cordón silvestre de la vereda central .
Dile a tu mamita que no soy el profesor Campos
Y cómo te llamas tu?
Yo? .. Juancito!
Juancito , para dónde me lleva el camino?
Juancito respiró hondo y con su hablar salpicado de pausas , donde se refugiaban las historias de una raza dolida, le contestó que andando un poco hay un canal que cruza el camino y donde hay un árbol grande a orilla del camino, pero un poco más allá hay un puente y más allá termina el camino . Se Va a dar cuenta , porque va a llegar al rio .
Ah! ese es el rio Queuco! .
Si claro!! dijo Juancito .
Y ..Usted lo conoce?
No , pero he oído hablar de él .
Ah! Dijo Juancito .
Continuará ..
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