Enciendo mi auto, las luces de la ciudad iluminaban mi alma, en mi estomago un coctel de nervios, ira y despecho, en mis ojos un camino sin dirección, mi mente en blanco hacia juego con la carretera, sabía que tenía que llegar había un destino, pero ni siquiera mi intuición conocía la ruta, aceleraba el auto pero no avanzaba por la sobrecarga de recuerdos que traía en la cajuela, así que me detuve, e impulsado por mi honor eché por un barranco todo el equipaje y decidí emprender un nuevo viaje, me sentía vacio y al mismo tiempo ligero pero sobre todo libre, dispuesto a conquistar lo que mi destino no me tenía planeado, no me importa el futuro, no me importa el destino, vuelvo y enciendo mi auto, tomo el guía, esta vez con un rumbo… camino a mi vida.
Dagoberto Sanchez |