Las barreras y obstáculos eran fábulas cuando niño.

Jugaba con la imaginación a las cuando sea grande voy a ser... pero que tanto puede la imaginación volver una meta en metáfora? Tanto en que cuando crees tener el traje del entusiasmo y el calzado de la motivación puesto a tu medida, la ignorancia te desnuda. Llegue a la selva de la sabiduría solo con una mochila, parecida a la que tenía cuando niño pero en vez de cargar sueños, estaba sobrecargada de miedo. Trate de caminar derecho pero la columna vertebral de mi conciencia se quebraba, solté la carga, camine hasta llegar a la sombra de un árbol genealógico con espinas, tome del piso unos amuletos y seque mi sudor invisible, segui caminando y tropecé con la piedra de mi riñon. Los ojos de huracanes me asechaban, huí y cruce un gran río de lagrimas profundas hasta llegar a la ciudad, abrí mis manos y aquellos que creí amuletos no eran más que semillas secas. Aquel tedioso camino me había llevado a encontrar lo grande que es ser lo que voy a ser.

Pero donde está la otra mitad de mi medio ambiente, si cuando miro a mi alrededor lo que veo es un grupo de personas pidiendo ayuda para encontrarme? me paro ante ellos y veo que en el fracaso de sus miradas está escrito mi nombre. A veces la fuerza y la pasión amenazan mi espíritu con abortar la misión de hacerle entender a la vida... que existo.

Pero, he dejado de trazar metas verticales en mi plano cotidiano, hoy, he decidido... cruzar horizontes.


Dagoberto Sanchez