Dividimos por la mitad la lavadora, el plasma, la mesa del comedor y el sofá.
Con los zapatos no hubo tanto problema. Yo me quedé con los derechos. Los libros también se partieron en dos. Yo dije que quería los finales. Mi hermano era más de comienzos. El coche no se pudo separar, así que se lo dejé a él, pues yo soy más de autobuses. La casa también la repartimos. La mitad del salón, la mitad de la cocina (aquí fui más rápido y me quedé con el lado del frigorífico), la mitad del dormitorio y así con el resto de estancias y objetos. Una vez que estaba todo dividido nos sentamos en nuestra mitad del sofá y nos miramos a la cara para el último reparto. “A papá te lo quedas tú”, le dije rápidamente.
Pablo de la Rúa
Texto agregado el 15-01-2010, y leído por 128
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