Vivo en una ciudad que tiene un transporte público a punto de colapsar en ciertos horarios, en una tarde abochornada cuando me dirigía a mi hogar a darme un merecido descanso y por que no decirlo compadrito, mandarme un buen litro de cerveza, de esa heladita paisanito, yo, un adulto joven, nacido en un mes café en democracia, criado en dictadura con un apagón cultural y con domingos dominicales, bajo el amparo de mi madre, la cual no se llama Amparo ni ha interpuesto un recurso homónimo, de esos que se usaban y abusaban hermanito por la chupalla, ella mi madre, calidamente me enseño de cuadros y pinturas, bordados, en las noches de invierno de nunca acabar, mantelito blanco, de la humilde mesa, mantelito que con mi padre manchamos en innumerables oportunidades de un mosto negro, de ese de intenta ahogar penas , de ese que intenta enseñar a olvidar, de ese que hace decirte, que somos amigos coleguita, mi madre, que también me dio el hábito de la lectura, el cual he querido transmitir a mis retoños, a mis vástagos, iba yo inmerso en uno de los últimos libros que he leído, este libro de empaste negro, mas de 600 paginas, con una solapa que muestra a un oso polar cubierto de una armadura y a una pequeña niña muy cerca de el, sentado en uno de los asientos de tren subterráneo y metropolitano, suena casi apostólico y romano, debe ser por lo hacinado que es viaje, estaba leyendo dicho libro llamado el catalejo lacado, que es la ultima entrega de la trilogía de Philip Pullman, llamada la materia oscura, cuando reparo en la muchacha de generosas carnes y piel traslucida que comienza a mirar las letras, letras que eran mías, comienza en forma promiscua a leer de mi libro, mi historia, comienza a compartir la misma lucha que estaba siendo espectador y protagonista, ella comienza a matar espantos, comienza a dar caza a Ángeles y a luchar con el polvo, siempre uno termina en polvo, no hay como un buen polvo paisanito por la cresta, y esta blanca hembra que expelía feromonas blancas, en el instante seguido que por el saturado parlante del tren indican que la próxima parada es una estación común, ella me regala una sonrisa, una blanca sonrisa, una blanca y larga sonrisa, la cual yo miro un tanto parco, he comprobado en muchas oportunidades que esa actitud haría alejarse a la hembra en celo y me dejaría continuar con mi lectura , pero esta mujer se manejaba en los campos de la comunicación y casi haciendo caso omiso a mi cara de ermitaño famélico, y en un movimiento calculadísimo se gira y acomodando su chalequito de media temporada, cubre sus voluminosos pechos de hembra que ha comido mucho pollo trans, mantiene estable su mirada y me dice, "yo vi esa película", cuando termina de decirme la patética frasecita, cuando concluye la lacónica y tercermundista expresión, cuando concluye la herrada afirmación, se desmorona completamente el sueño de lascivia que se estaba forjando en mi, el hedonismo y la concupiscencia se evaporan cual hielo en el polo, y ella continua con su parafraseo y me dice, ¿esa es la película la brújula dorada cierto ? y ahora completamente convencido que ella no seria participe de mi epicureismo, yo leía el tercer libro y falta el segundo que se llama la daga, que en una de esas le pondrán el nombre de "La cimitarra plateada", luego me largo por extenso a retrotraer episodios de mi vida similares, aplicando un filtro , tal cual una planilla Excel que agrupa solo lo que necesito para poder exponer mi respuesta al dialogo de la alba conversadora, y vienen uno a unos mis recuerdos, cuando leía coronación, cuando leía tinta roja, Rambo, cuando leía la entrega completa de Harry Potter, cuando una vez intente leer el señor de los anillos, el niño con el pijama a rayas, sidharta o cuando un amigo músico me decía que Zaratrusta es una pieza musical y no un puto iluminado que me dijo años atrás que dios a muerto, tengo en mente leer isla dawson, pero me esta entrando cierta aversión a los preguntadores y a los lectores entrometidos de los medios de locomoción pública, Fatamorgana de amor con banda de música, también tuvo su obra de teatro, se que poca gente la fue a ver, así que no era problema leerla en público, entonces en mi mente, pensé, si elimino la carátula solapada del libro, se vera solo el empaste negro, entonces nadie se fijará en lo que voy leyendo, pero deseché la idea casi en forma instantánea, me imagine siendo requerido por fanáticos y no tan fanáticos, alabadores y constructores de cánticos que se van pa lo alto paisanito por la cresta, me imagine rodeado de esos hombres y mujeres preguntando y compartiendo pecados gigantescos, que yo me fumaba hasta 20 "laqui sin filtros", a lo cual les contestaría con las frase de Zaratrusta, así que solo atiné a decirle a esta hembra que ya llevaba un segundo en silencio esperando mi respuesta, yo con ademán calmo y mirándola fijamente a sus ojos color miel y su rostro expresivo, le digo, linda, esto que llevo en las manos es un libro, esto es un libro no es una película, su rostro pantruquesco se tornó zanahoria y cuando comenzaba a trasfigurarse el tren se detiene, y ella sin decir una palabra se para, camina decidida y baja del tren, sin dejar un adiós o un hasta luego o un numero de teléfono para ir al cine juntos.