Nota preliminar:
Quiero dejar en claro que este relato está referido a un episodio ocurrido con "una gitana" y que de ninguna manera habla de "los gitanos" en general.



Mi vieja era una ingenua.

Una vez estabamos mal de plata, los líos en la casa se sentían a pesar de que del tema no se hablaba.
Un día pasó una gitana, le ofreció a la mamá leerle las manos. La pobre aceptó tal vez en busca de un desahogo a los apuros que el papá no podía resolver.
La atendió en la puerta de calle mientras yo miraba por la ventana.
La gitana le pidió algo y ella sacó un billete de su delantal. Era rojo, ya no recuerdo de cuantos pesos.
La gitana lo tomó en sus manos, lo hizo un bollo, lo pasó de una mano a la otra varias veces y se lo devolvió.
Apenas escuché cuando le decía que lo abriera adentro de la casa, para que se le solucionaran todos los problemas.
La gitana se fue, mamá apurada corrió a la cocina con la mano en el bolsillo del delantal.
La seguí en silencio y la vi de espaldas desenrollando el bollito del billete.
Gritó una puteada, algo que hacía cuando se enojaba mucho. Después salió al patio, sin mirarme y sin el apuro como cuando entró a la cocina. Creo que hablaba sola y protestaba.
La dejé sola con su enojo sin seguirla al patio.

Sobre la mesa de la cocina, desarrugado e inservible, había un recorte de revista del tamaño de un billete y de color rojo.