PRIMAVERA MUERTA
Triste y oscuro amaneció aquél día de mayo, en el que ni el canto de los pájaros acariciaban el oído, ni el color de las flores alegraban la escasa luz que reinaba en los corazones del pueblo.
Todos en el lugar, veían quebrar las aguas del río entre las rocas, con un sonido roto y espeso; señal de la tragedia que se negaban a adivinar.
Reunidos en la plaza, trataban de organizarse para emprender la búsqueda del origen de la preocupación. Los más sensibles lloraban amargamente. Ni los más viejos del lugar recordaban un ambiente más envenenado.
Se formaron tres cuadrillas. La primera, buscaría en el río, prestando especial atención a los desagües del pueblo que desembocaban en él. La segunda, recorrería los llanos, donde se encontraban numerosas ruinas de cortijos y pozos en los que por costumbre, se solían utilizar como vertedero. Y la última, tendría que cruzar el pequeño bosque llamado de las ánimas, para llegar a la antigua fábrica de la química, abandonada hacía más de 10 años. Se trataba de los tres lugares más propicios donde empezar a buscar.
Pasaban las horas, pero no encontraban pistas en las que apoyarse para continuar con alguna esperanza de paliar las sospechas. En el río, incluso llegaron a buscar sumergiéndose en el agua y exhaustivamente por las dos laderas hasta los límites del pueblo. En los llanos, registraron todas las ruinas que encontraron, y se metieron en todos los pozos que hallaron, allí vieron algún que otro bidón sospechoso, pero que solo se quedó en eso; una sospecha.
A última hora de la tarde, la cuadrilla que inspeccionaba el bosque de las ánimas, llegó a la fábrica de la química. Algunos llegaron con un mal presagio y pálpitos negros. Todos rebuscaban con ansiedad entre los ruinosos muros y depósitos oxidados con restos de los productos que antaño se fabricaban; pero nada… hasta que alguien por fin gritó: ¡aquí, aquí¡
Rápidamente, se reunieron todos los que escucharon el desgarrador grito, apartando los escombros que cubrían el final de la búsqueda. Bajo aquellos escombros… y sobre un gran charco de sangre, encontraron a la niña. Primavera…estaba muerta.
José Luis Fernández Mateos. Fines. Junio de 2009
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