Me nombraste aquel dÃa de junio enamorado,
sonó el eco ambarino que iluminó mi sombra,
más allá de las calles, las viejas azoteas,
las piedras, las aceras, las tristes alamedas.
Me nombraste, y me supo a menta y a canela
tu aliento entrecortado posándose en mis labios,
promesas inocentes florecieron sonoras
en el rumor del aire, en las manos asidas.
Tumultuoso baile de mi nombre en tu boca,
brotarte desde dentro, como agua de arroyo,
más allá de los sauces, más allá de las hojas
que cimbrean silentes su verde silueta.
Acaso, desde el alma, sentà que florecÃa
de la espina una rosa, de la noche una estrella,
de tu boca saberme que estoy viva y existo.
Me nombraste...
y tornaste mi invierno en primavera.
Ana Mª Ãlvarez |