Los senderos infames de la felicidad
Se aparecen entre nosotros
Desnudos del alma, con los cuerpos atados
A una fúnebre danza erótica
Al ritmo de una música
Que es una muerte cantada
Que revoltea alrededor de mis orejas.

Se aparecen
Y a lo lejos se contempla una lágrima inocente
Que se derrama ante tanta sonrisa
Adornada con cantos púrpuras
Que trascienden los cielos
Y se esconde en el rincón de mi silencio.

Siguen, vuelan, revolotean
Y es tan triste verlos sonreír
Adornados de todo y pobres de
Silencio.
Me acurruco tiernamente en mi propia inocencia
Desgarrada, hecha añicos
Mi boca ensangrentada, vidrios masticados,
Revolotea
La muerte sonora
La triste felicidad que es tan
Lejana
Como las lágrimas.

Si dejara de cantar,
Si me atreviese,
Si el silencio no fuese solo parte
De un rincón perdido en la habitación
Y se adentrara en mi floresta humanidad,
Seguiría aquél eco perdido,
Una música triste
Que tanto alegra
Y tantas lágrimas produce.

Yo lloraba sin lágrimas
Y un ángel sonreía entre las sábanas.