Las piedras esparcidas entre la hiedra, susurran recuerdos de una era ya pasada. Pequeños escalones de piedra, cubiertos casi por completo por la creciente vegetación, unen los distintos niveles del jardín y son la única prueba de que en este mismo lugar, muchos siglos antes,unos pies humanos pasearon por donde yo paseo ahora.
Bajo un antiquísimo puente, también invadido por la hiedra, hay un pequeño estanque cuyas aguas desembocan en el río muy prospero y rico, ahora en decadencia.
Este pequeño estanque de la vida tan floreciente que tiene este lugar, saciando la sed de los altos chopos y pequeños helechos.
Antiguas flores, allí plantadas por sus antiguos moradores, brotan con nueva vida cuando llega la primavera, dando al lugar un toque de gracia.
Dicen que este lugar es sagrado pues aquí venían los monjes cristianos a rezarle a su dios, pero yo digo que es un lugar sagrado porque en este lugar te das cuenta de que cuando los hombres ya no estén, siempre quedará la belleza y la fuerza de la madre natura que lo invade todo con su majestuosidad.