No tiene sentido el mundo, si te paras en la azotea del edificio más alto, respiras hondo, miras hacia abajo, ves a los lados, giras el cuerpo, levantas la cabeza, contemplas el cielo, sonríes lentamente y viendo las nubes te dejas caer, desapareces poco a poco, sintiendo como el mundo te abraza y arrastra para formar uno solo, sin pensar tus ojos se deslizan a la dirección de un ave que vuela verticalmente y lleva en el pico una rama. Piensas que sencillo seria la vida si solo volaras y llevaras ramas, pero en cuanto más se aleja el ave y vas llegando al suelo, derramas una lágrima, porque el ave que llevaba la rama fue derribada por una piedra que un chico arroja, desde el lugar donde solías pasear y te das cuenta que aquella ave, por más inocente que es, termino de forma parecida a la que terminaras, pero si en vez de estar ahora casi llegando al suelo por haberte lanzado desde la azotea del edifico más alto, hubieras salido a pasear por donde solías hacerlo, el ave que llevaba la rama no habría terminado de tal brutal manera. Pero lastima estas tan cerca del suelo que sientes el frio inminente de la acera y recién en ese momento te das cuenta que el haberte lanzado al vacío desde aquella azotea del edificio más alto fue una mala idea y quieres revertirlo, así que sierras tus ojos y… despiertas de aquel sueño. Tibio en tu cama cubierto por tu colcha favorita y puesta la cabeza en aquella almohada que tu abuela te regalo en tu cumpleaños, te sientas, vez atreves de los vidrios vaporosos de la ventana de tu cuarto la inmensidad de la oscura noche y el resplandor mágico de la luna invitándote a seguir durmiendo y no pensar en saltar del edificio más alto, en vez de eso, salvar al ave que llevara la rama en su pico.