"Sucedió en un día de verano en el balneario del pueblo de San Juan Cosalá, (en el estado de Jalisco)."
Estaba un par de compadres rancheritos tomando el sol y dándose un chapuzón en la alberca. Al mismo tiempo, se deleitaban la pupila observando a las esculturales mujeres que se refrescaban dentro del agua. Las afroditas mexicanas usaban unos diminutos bikinis que no dejaban nada a la imaginación de las mentes cochambrosas de ese dúo peculiar. Mientras eran contempladas, éstas presumían sus sinuosos cuerpos bronceados, se relajaban escuchando música y tomando unas micheladas. Entonces un compadre le dijo al otro:
Compadre, me voy a tirar del trampolín
¡Tá' bien compadre!, presúmenos tus habilidades pa' los clavados.
¡Muéstrales a las muchachas lo que puedes hacer!
Se subió al trampolín, cuando lo vio el que estaba abajo, le dijo:
¡Uy, compadre! ¡Pareces un águila!
El ranchero que estaba arriba preguntó:
¿Por qué? ¿Por mi porte? ¿O por mí mirada acechadora?
Éste, muy vanidoso y en su afán de querer llamar la atención tomó una postura como para presumir su esquelético cuerpo peludo. Trató de ligarse a las voluptuosas damas haciendo unas gesticulaciones como si buscara algo en el horizonte, allá a lo lejos. Remedó con una mano usar binoculares, se cubrió el ceño con la otra. Realizó unos ademanes con los brazos y tomó una postura como imitando a un águila que se dispone a emprender su vuelo, así a la Cuauhtémoc Blanco. Muy seguro de sí mismo y sintiéndose muy orgulloso por el comentario que le hizo su compadre, intentó lucirse con las féminas pavoneándose y creyéndose un clavadista de la quebrada, se sentía el Greg Louganis Acapulqueño. Estaba apunto de lanzarse al agua, cuando de repente. El compadre le gritó:
¡Pareces águila, pero por las pinches uñas de tus patas!
Alejandro Ornelas ®
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