La  noche  tormentosa, que  mostraba  su peor  cara yacía bajo mi rostro,  en un callejón  muy conocido, aunque increíblemente  desconocido para  mi memoria, pero el callejón estaba  ahí, y yo estaba  ahí. ¿Coincidencia?   
mi cuerpo adormecido, deambulaba  sin  rumbo  por ese callejón interminable, donde solo se veía lluvia y mas  lluvia, pero, en cada  relámpago reflejaba  su verdadero  rostro, un rostro  tétrico  y bañado de  la mas  fría  tormenta. 
 
Con la  botella de  wisky en  mano, en ese  vagar  eterno que mi destino me conducía, sin  darle importancia a la lluvia, caminaba sosteniéndome por las  paredes, de pronto,  como  por  arte de  magia apareció  un cuerpo,  tendido a  medio  callejón, parecía  que  el cuerpo  era exclusivamente para mi, que  alguien  me  lo  hubiera regalado por mi cumpleaños, que  por cierto era hoy día. El  cuerpo estaba ahí, era una mujer, seguramente estaba muerta, ¿qué  loco  me  daría una muerta? En mi ebriedad  me  reí del regalo, muy original,  pensé, al acercarme y  fijarme  quien era,  vi  su  anillo, era  mi esposa; su  rostro  estaba golpeado, casi  irreconocible, vestía su  horrible camisón blanco, mi estado estupefacto, repentinamente  cambio a una  alegría indescriptible, no sabía el porqué de mi gozo, empecé  a  saltar  y a celebrar  como un niño chiquito, la  miraba  y  volvía  con la risa  estúpida que  tardaba  en irse; dejó de  llover y lo que parecía  una noche  horrorosa se  convirtió en un una mañana luminosa, el callejón cambio a un lujoso cuarto, pero la muerta estaba igual, y  con mas  luz se  divisaba  que  estaba  muy  golpeada, ¿Quién lo hizo?  Algún piadoso que la conocía y se  compadeció al  ver el sufrimiento que tenia  que pasar  al vivir  con ella, los  largos días que  soportaba al escuchar  como su enorme  boca soltaba  pura  maldad  en contra de cualquiera que pase por su mente, o por  su mirada,  y desgraciadamente yo estaba a la vista. 
 
Pero  no había nadie en el hermoso cuarto, solo yo con mi  regalo de cumpleaños, uno de los dos  pudo haber  sido, y como ella estaba  muerta… quedaba  yo; yo no era  un asesino, es mas, se erizó toda mi  piel al sentirme un asesino, tome  un trago, este ya no era el barato wisky que solía  tomar  cuando quería olvidar la asquerosa  boca de la gorda insensible, si no la mas  fina champaña. 
Saboreando  la exquisita bebida, vi en la base de la botella sangre, de pronto  la champaña se sabia a  orines y todo indicaba que  yo  la había matado; no era  el final que yo quería, yo no aspiraba  a ser  un homicida y mucho menos  cargar con la muerta de la asquerosa. Me senté en la  el sillón dorado del cuarto y empecé a  recordar, y recordar, y seguía recordando algo que inútilmente no podía recordar, entonces  escuche  la vos de  mi esposa, por  todos  lados, vuelve a mi, decía, vuelve a mi, salte despavorido del sillón y quería escapar pero no había puerta ni ventana, pero me di cuenta que las palabras  salían de la  boca del  cadáver, entonces no estaba muerta, agarre  la  botella y empecé a darle con toda mi  furia en el rostro, comencé a reírme tontamente como la primera  ves, golpeaba y me reía, era como un juego, pero seguía  hablando, y mas la  golpeaba y mas  me  reía, era  tan divertido, que podía hacerlo toda  una eternidad. 
Ella se levantó me  empujo a un rincón, y seguía diciendo vuelve a mi, el pánico  se apodero de mi alegría, me  agarro de los hombros  y  continuaba pronunciando las mismas  palabras, ya no había botella, solo el mismo callejón oscuro donde me encontraba antes. Desperté en mi cama, ella estaba  sujetándome con fuerza, con su aliento  a muerto, me gritaba  ¡vuelve a mi, vuelve  a mi!, me libere de  sus brazos y  le  dije que  desgraciadamente estaba  despierto, Salí totalmente desilusionado de la cama mientras  ella me decía “que diablos habrás soñado, que te  reías como un idiota cada ves que te  decía  vuelve  a mi”. Si supieras lo que soñé cariño, si supieras…, le  respondía.   
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