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LA VIDA MILITAR




¡Taran tan tan… taran tan tan!

¡Formar columnas de dos, marrr!

¡Fila de la izquierda, media guelta, marrr!

La formación ordenada por el milico permitió que nos quedáramos, frente a frente las dos filas.

-¡A cagarrr todo el pelotón, marrr! - Ordenó mi cabo Zimbaña, tan pronto como descendimos del bus que nos trasladó hasta Celica. Las seis horas de viaje más el almuerzo recalentado en las Chinchas determinaron una digestión más sonora que la mismísima Sinfónica Municipal.

Con el recelo propio de recién incorporados a la “vida militar” nos dispusimos a cumplir la primera orden, en nuestro paso que durará noventa días en el Batallón de Infantería 19 Carchi (B.I.19.Carchi) Somos 171 estudiantes de los sextos cursos de los colegios de Loja, los que debemos cumplir con éste requisito previo a la obtención del título de bachilleres.

A las ocho, de la primera noche en el cuartel recibimos la bienvenida de nuestro comandante “El Bala Loca”

-¡Buenas noches mis muñecas! Sean bien venidas al curso intensivo de modelaje, que éste, su batallón, les tiene preparado. Buenas noches dije… ¿no saben contestar? O es que ustedes no paran bola a cualquiera – Fueron las palabras de mi comandante, para luego agregar ¡Cien flexiones de pecho, para que se les quite el defecto de hacerse las pitos.

A las cinco de la mañana sonó una corneta que anunciaba que es hora de formar en el patio del cuartel. A primera instancia creí que estaba soñando que me había dormido en la casa de los Lozano, músicos trompetistas de gran prestigio en mi ciudad. El grito en el oído de mi cabo Zimbaña me ubicaron en la realidad. Empecé el día con el castigo de: cien flexiones al cuadrarrr

Luego del desayuno que consistió en un jarro de agua con canela y dos panes, se nos ordenó formar para instrucción

-¡Mujerzuelas aniñadas, Soy su teñiente Manuel de Jesús Oleas del Posso, desde hoy voy a ser vuestro comandante Es necesario que sepan que mi amplísima preparación como hombre rana, ratón, puma, bagre, paraca, comando, etc. Me van a permitir lograrrr que ustedes salgan de aquí con invalorables sentimientos de disciplina y de gran amorrr a la patria. Aquí van a aprender a respetar el orden constituido, a desechar ideas extremistas, a odiar libros subversivos y desterrar mitos. Tendrán una adecuada formación en el manejo de las armas y sólidos conocimientos de estrategia y tácticas de la guerra moderna…-

Hablaba y hablaba el milico, cerrando los ojos con el fin de concentrarse y repetir exactamente el texto de un cuadernillo que les habían enviado desde el Ministerio de Defensa, como instructiva a un programa de formación militar a estudiantes.

Luego nos dijo:

Lo primero que deben aprender es: aquí se reciben órdenes y sin protestar. Aquí todo es de uno, así: mi cabo, mi soldado, mi teniente, etc., etc. Luego y poco a poco se irán preparando, formando, capacitando para el día soñado de todo militar, para el día de gloria…para el día de entrega de fusiles.

Todo cambió, cuando el momo Avila comentó en vos alta

-Tanta lata del man, como si fuéramos a hacer la primera comunión

El milico se enfureció, la cara se le transformó en la de un verdadero leopardo, frunció el ceño, se le crisparon las manos y cuando estaba próximo a la agresión se detuvo, mi cabo Zimbaña, su ayudante de campo, lo paró, le susurró al oído algo que lo sosegó. Mi teniente arregló la correa de su pantalón camuflash, bajó la visera de su gorra hasta los mismos ojos. Se alejó, dejando la orden.

_¡Saques-lén la madre!

Mi cabo Zimbaña, nos explico posteriormente , que mi teniente Manuel de Jesús Oleas del Posso, miembro de una rancia familia de Tulcán de profunda estirpe militar, había sido rigurosamente escogido para ser nuestro instructor, debido a que a los estudiantes había que tratarlos con mucho tino, con mucho celo. La estrategia y manejo de armas modernas deben ser impartidas, no a todos, sino a los que puedan en el futuro ser útiles al ejercito, ya como soldados propiamente dichos o como elementos de espionaje infiltrados en círculos de intelectuales de izquierda, principalmente. Lo habían instruido en éste sentido, a mi teniente Manuel de Jesús. Pero a la hora de la verdad falló, volvió a ser el abusivo, el prepotente propiciador de humillaciones y vejámenes a gente humilde y pobre que son reclutados para la milicia.

Eso le entendimos a mi cabo Zimbaña, claro que nos fue comunicado de otra manera. El nos explicó así. “ Mi teñiente no tubo ñeque para aguantar las sapadas de ustedes, los aniñados y eso que clasificó en una competencia de inteligentes. Sepan ustedes que mi teñiente es de Tulcàn, pero no se le nota, parece que fuera del mismísimo Quito y es como pastor alemán, de raza pura para militar. Él huele al paso a los comunistas y de una cala a quien puede ser sapo y soplón a favor de nosotros. Pero al man se le fue la teja, como cuando lo hacen cabrear los reclutas mamarrachos que shegan por aquí.

Así empezó nuestra vida en el cuartel, trotes para comer, trotes para dormir, permiso para hablar, permiso para pensar, permiso para vivir. A media noche llegaba un loco y ordenaba “safa rancho” y todos a medio patio, llueva, truene o relampagueé. La hora era lo de menos, todo dependía del momento de insomnio del orate.


-El cabasho es un animal propiamente dicho, consta de cuatro patas, cabeza grande, para sustituir las charreteras le cuelgan grandes pelos conocidos como crin. Sobre su lomo sheva un asiento conocido con el nombre de lomisho y sobre éste el complemento shamado jinete, éste puede ser soldado, cabo, teñiente y hasta general. Dependiendo de la raza, el color, el tamaño y el grado del cabasho- Estas eran las instrucciones que nos daba mi cabo Urquiza, especialista en el arma de caballería.


Mi cabo Nagua, “ artishero y mortero hasta las guevas” - así se presentaba- Era el encargado de explicarnos el mecanismo del fusil y principalmente de las leyes precisas que existen, con el fin de mantenerlo en buen estado

-La ley del soldado es cuidar del fusil, con más ahínco que a nuestra propia madre, que a nuestras novias. El fusil no traiciona jamás- Así se manifestaba el erudito cabo Nagua.


De a poco los milicos notaron que nada nos importaban sus palabras, su capacitación de rana, gato, perro, vaca y todo el reino animal nos era ridículo, estábamos en un lugar donde se privilegia la involución, en donde la inteligencia sucumbía para dar lugar a los instintos. No entendíamos como los hombres desechaban su condición de tales, para con orgullo enarbolar su similitud con los más sanguinarios animales. Que gana teníamos de que nuestros maestros de filosofía, de lógica, de ética, de sociología, de psicología, de literatura, de historia etc. estuviesen presentes para que en vivo y directo presencien éstas aberraciones. Estoy completamente seguro que si les contamos, no van a creernos. Y así pasamos los días, contemplando ritos y costumbres que se han enraizado dentro de éste sub-mundo de barracas, polígonos de tiro, calabozos, arsenales, establos, garitas y fusiles. En este paraíso de los cascos y cantimploras; de botas y enemigos ficticios; de caballos y castigos. En donde los extravíos contra al inteligencia y la razón, tienen su catedral. En donde se hace apología y sin tapujos se iza la divisa de la más grande estupidez. También, se nos hace, casi imposible, ver que existan seres con afición a llevar esta vida intrascendente, preparándose para matar, limpiando con tenacidad demencial pistolas, fusiles y más adminículos de muerte, odiando al civil con un instinto de fiera, creyendo que todo el que no lleva botas y uniforme son sus potenciales enemigos.

El 2 de septiembre, con la primera luz del alba formamos fila ante la cocina de leña, recibimos la taza de café acompañada del un blanquizco y desnutrido pan. Improvisamos, como todos los días, nuestros asientos en chatarras y troncos de madera, para a largos sorbos apurar el singular desayuno. Inesperadamente y como una sombra malévola asomó mi Capitán Villota, nadie de nosotros lo conocía, había llegado al cuartel la noche anterior, luego supimos que venía de un destacamento del norte del país en donde había tenido un “confuso incidente” con un muerto de por medio. El milico era corpulento, con una prominente quijada de burro, de aspecto torpe y mirada seca, amantado con leche de hiena y cobijado con sombra de gallinazo. Bruto, enorme y eternamente bruto y con la ferocidad típica de los militares entrenados por el Pentágono gringo, en el canal de Panamá.

De pronto quijada de burro ordenó - ¡Forrrrmar… hijos de puta!

Una vez que estuvimos correctamente alineados, se nos dispuso que en dos minutos regresáramos a formar filas: armados y equipados.

-¿Porqué tardas tanto cabrón? preguntó mi capitán Villota al tartamudo Pinta, nuestro compañero de curso, que fue el último en formar.

Pinta se puso nervioso y sin atinar qué contestar , balbuceó – Nooo…noové
queeee… queee…eeeestotoy ennnffee …feeermo.

El milico se puso pálido, apretó la mandíbula de burro y sin darle tiempo a esquivar el golpe, lanzó un puñetazo al rostro de Pinta.

Inesperadamente el zurdo Romero acercándose violentamente, encaró al abusivo

-Usted no tiene porque agredirnos. Eso no vamos aguantar. Pinta está enfermo

El loco Aguirre se acercó más desafiante

-Nosotros somos estudiantes y cualquier situación la entendemos de buenas maneras. Si quieren respeto, deben respetarnos

Entonces el milico se abalanzó sobre el loco Aguirre propinándole una descarga de trompadas que le marcaron de morado inmediatamente el rostro. El loco en el afán defenderse rozó con su mano la cara del enorme y eternamente bruto

El feroz verdugo quiso volverse nuevamente contra el Loco, pero muelle Cabrera, lo lanzó a tierra y cuando el milico trató de incorporarse desenfundando la pistola, el puntapié del suco Armijos desvió el cañón dirigido contra Aguirre. Sonó el disparo. Entonces todos caímos sobre mi capitán Villota y le bordamos a patadas. La humillación y la furia nos embriagaron.

El sayón sangraba por nariz y boca, acorralado, como gallinazo que busca carroña se arrastraba buscando la pistola que lo “hacía”hombre. Nuevamente le abatimos a golpes, entonces intervinieron dos sargentos que eran ayudantes de campo del bestial, para ayudarlo a huir por un lado del cerco de enfurecidos estudiantes. Saltando con sorprendente agilidad de gato, escapó el abusivo gorila, mientras gritaba

- ¡Auxilio, me matan, auxilio, auxilio!


. En el casino de oficiales se oyó el disparo. Mi comandante, la mayor autoridad del Batallón de Infantería B.I.19 Carchi, dio un brinco de su asiento y derramó el café con leche sobre el mantel.

-¿Qué pasa, qué pasa carajo? ¡Los peruano nos atacan, o que mierda pasa!

De inmediato irrumpió en el salón el Cobarde

- Los estudiantes…me pegaron…me quitaron la pistola…Aguirre, Pinta, Cabrera, primero, luego todos, todos…

Tenían que ser esos cabrones ¿ Y qué pasa con la policia militar que no asoma? A ver, subteniente Tumbaco, teniente Guachi y usted mayor Bungacho sigan-mén. Villota usted también ¡Si, usted ! Después tendrá tiempo para estar curándose. Vamos, vamos.

Sin demora, llegaron los milicos donde estábamos y siguiendo las intrusiones de mi Comandante, nos acorralaron. Quedamos por instantes desconcertados.

Mi Comandante se encaminó resueltamente hacia nosotros. No podía articular palabra, los labios le temblaban

-¡Con que de esas tenemos cabrones! – escupió por fin -¿Qué se imaginan hijos de puta que van hacer en éste cuartel lo que les da la gana? ¡Se equivocan! ¿A ver Villota quienes fueron los instigadores? Que los agarren

-Nosotros no tenemos la culpa, mi capitán fue el que se portó abusivo- dijo en voz alta alguien de la segunda escuadra

- ¡Vos te callas, chucha de tu madre! Vociferó mi Comandante- ¡Capitán, a ese, tráiganmelo inmediatamente!

El que habló había sido torazo Sarmiento, salió con los brazos retorcidos hacia atrás, por los guardias. Aún así volvió hablar- Es justo lo que reclamamos, no tienen por que pegarnos-

No pudo seguir. Fuera de sí, mi Comandante le propinó una tremenda bofetada.

- ¡Toma tu justicia, comunista hijo de puta!

Entonces todo se perturbó. Sarmiento como fiera saltó sobre mi comandante y le encajó un tremendo puntapié en los testículos. El sayón chilló y respondió con una tremenda patada. El resto de militares quisieron auxiliar a su jefe, pero fue demasiado tarde. Todos los conscriptos estudiantes nos sublevamos y comenzó la verdadera trifulca. Piedras, palos, culatazos de fusil, cascos, cananas, todo servia en ésta singular batalla Era común ver rodar por el suelo a un compañero nuestro agarrado de un teniente, cabo o sargento. Mi Comandante, frenético, ordenaba cargar con más fuerza contra nosotros. Nuestro grupo era más numeroso, en consecuencia era el que más daño hacia. Hasta que en medio de la confusión volvió a surgir mi comandante, pistola en mano, luego el arma sonó y humeó una, dos, cinco veces más. Todos los compañeros corrimos hacia las afueras del cuartel, a nuestro paso íbamos botando cascos, cartucheras, balas, etc. Los fusiles, a los que se deben cuidar “ con más ahínco que a una novia, que a nuestra madre” eran lanzados con iras, con repudio sobre el pedregal de los alrededores del cuartel.

Todos logramos huir de aquella ferocidad, en grupos de dos, de cinco llegamos hasta nuestra ciudad. Unos comentaban que se nos instaurarán Consejo de Guerra, otros decían que nos someterán Juicios por Terrorismo, Procesos por Traición a la Patria, etc., etc.

Efectivamente, fuimos notificados a rendir nuestro testimonio en una indagación impulsada por el Servicio de Inteligencia del Ejercito. Perspicaces directivos de los colegios involucrados, profesores, padres de familia, jurista amigos, nos libraron de ir a para en otras Cortes Castrenses.

Ahora que han pasado los años, y cuando, sin querer, me topo con las famosas Paradas Militares, de reojo miro a los soldados pintados sus rostros, con atuendos que inspiran terror, con armas de altísimo poder de destrucción y muerte. Siempre me acuerdo, agacho la cabeza, meto las manos en los bolsillos, embozo una sonrisa y con profunda nostalgia rememoro las palabras del loco Eduardo Aguirre

“Esa vez los milicos…nos sacaron y les sacamos… la chucha “



Loja, 18 de noviembre del 2000

Texto agregado el 08-01-2010, y leído por 246 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
10-08-2016 Me encantó. Y sigo insistiendo: tus historias parecen vividas. Clorinda
08-01-2010 Felicitaciones, lo hacés bien, los temas bien logrados, y lomejor, pones piscas humor. Ese es tu estilo. Seguí adelante nica_mana
 
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