Siempre he pensado que el día perfecto para morir es un jueves de Octubre, a eso de la media noche, con luna llena, porque la luna de Octubre es más hermosa que cualquier otra, y con ese frío casi invernal que cala hasta los huesos, pero no tanto como calan los besos que no se han dado.
Hoy parece ser un jueves normal, demasiado martes, demasiado igual. Los martes son días cuadrados, nada pasa los martes, uno no se enamora un martes, no se olvida un martes, no se muere un martes. Si me preguntan, diría que quienes mueren en martes no tienen personalidad.
Los jueves en cambio son días tristes, nocturnos, llenos de tierna melancolía, como yo, diferentes. Yo debí nacer en jueves, pero como es costumbre mía estar a destiempo en todo nací un viernes, los viernes son días grises, sin mucho que hacer, sin mucho que decir.
Y te conocí un jueves de octubre, porque octubre tampoco es igual que los otros meses y parece tan distante, tan diferente, tan lleno de nostalgias y de amores furtivos, tan como yo.
Y todo sucede en octubre.
Un jueves de octubre apareciste, sin buscarte, sin predecirte. En otro me besaste la primera vez, otro más y ya no había nada que hacer, estábamos perdidos, en otro te fuiste y entonces perdí la cuenta.
Hoy es un jueves normal, y hay luna llena y hace frío y es octubre y casi es media noche, y hay tantos besos que no se han dado.
Hoy es el jueves perfecto.
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