Decidió que nadie iba a brillar más que ella esa noche. Se vistió de reina, se calzo los tacones, se acomodó el escote. Se miró al espejo observó la linea negra que resaltaba los ojos, las pestañas arqueadas, los labios rojos, el carmin en los pómulos. Se perfumó el cuello.
Salió a la calle, dueña del mundo y de todo lo que tocaba.
Entró a la discoteca y se abrió paso entre la multitud sin usar mas fuerza que la mirada, caminó al baño, una vez mas se miró al espejo. "Soy una reina, realmente lo soy". No hubo hombre que no volteara a mirarla.
Al salir, ni la lluvia se atrevió a tocarla, el maquillaje no se trevió a correrse, el perfume siguió intacto. Salió con la cabeza en alto, el paso seguro acompañado de un firme contoneo de cadera. Fué entonces cuando una simple voz le hizo flaquear las piernas, el cuerpo, el mundo.
Volteó la cabeza y se topó con su perfecta sonrisa, con sus ojos miel, con su aire de dios. Entonces la corona cayó y rodó por el piso, su reinado había terminado...
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