De profesión delator,
al estudiante miras con odio,
el pelo largo te duele,
y las ideas te aterran,
hoy por hoy igual que ayer,
ojalá pudiera yo,
enterrarte cualquier día,
hasta el cuello en fango de oro...
Manejás vos los asuntos,
del viejo Liceo y afines,
organizando colectas,
inventando cuotas truchas,
robándoles a los padres,
succionándoles el sueldo
favoreciendo a los fachos,
reprimiendo a los pensantes.
Carbonell se llama el hombre,
Cabronell mejor diría,
chivateando en la Tercera,
prepoteando en el Central,
agrandado en el Anexo,
pedanteando en altavoz,
quebrantando el sueño joven,
siempre eterno convencido,
la letra con sangre entra,
cierto día murmuraste,
y aunque ya sé que estás muerto,
y lo que hiciste es pasado,
me da siempre la impresión,
de que aún me estás oyendo,
Carbonell viejo maleante,
Cabronell rey del liceo,
Carbonell cobra facturas,
Cabronell roba a montones,
tus hediondas estrecheces,
apestan irremediables,
tu recuerdo huele mal,
como una tarde de invierno,
en la Comisaría Tercera,
a estudiantes delatando,
con nombre y con apellido,
a ese que le den palos,
no lo quiero en el liceo,
y al otro métanle un susto,
me lo ponen en vereda...
Carbonell tan viejo y muerto,
sin gloria y con poca pena,
Cabronell cerdo bastardo,
cómo quisiera insultarte,
Cabronell hijo de puta,
qué pena que no estés vivo.
© Eytán Lasca-Szalit, octubre de 2002
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