Tú, allá,
yo, aca, en la otra ribera,
nos separan miles de cadáveres,
me cuesta atravesar la cresta de esa ola,
no puedo superar la podredumbre,
enormes mareas de cuerpos desmembrados,
se precipitan sobre mí,
tú, allá, tras la cortina de huesos,
persignándote con tus dedos rígidos,
oraciones vacías, sin dogma,
rezas sólo para transar con tus espectros.
Yo, acá
en el territorio moro del desespero,
tú, allá, doblegadas tus rodillas,
secos tus labios, indemne el dolor,
alguna vez quisiste aproximarte,
pero un alud de remesas cadavéricas
sepultaron tus intentos, puesto que permaneces,
anclada en el centro de un arsenal óseo.
Tú, allá
al este del silencio, deshojándote de a poco,
yo, acá, urdiendo un puente de onírica resistencia,
los sueños se truncan en la bahía,
anclan la esperanza y aturden mi entendimiento.
Ambos, separados por un camposanto,
los occisos se levantan de sus tumbas,
te aprisionan y me alejan, ¿Cuándo? ¿Cuándo?
Cada vez te veo más pequeña, a cada instante
te vas borrando de mi pensamiento…
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