Apareció tan grande en el cielo… Oscuro… cuán maldito debió haber sido aquel instante para los habitantes de ésa visión, o mas bien sueño…
Él negro y diabólico personaje, bajó a la gran ciudad –corrompida, según los alaridos de mi oído. Fue ahí que apreté los dedos para despertar, y no pude.
Con gran fuerza –así parecía- absorbió a toda cosa que se encontraba al paso, sin siquiera dar sombra… Cosas, animales, niños, hombres… Todos tragados por aquella negrura que hacía temblar mis dientes… Y no desperté.
Entonces las cosas muertas y la vida, se estaban transformando en alimento de aquella espantosa masa; no pude imaginarlo nunca antes, ni tampoco creo describirlo, tal como ahora mismo lo veo en mi mente… Tenía algunos pigmentos rojizos de insecto venenoso, algunos dientes y mucha supuración…
Al fin sentí que despertaba (yo), al menos noté que mi respiración se normalizaba.
Observé que el bicho ya no tenía más para tragarse, pues su masa era más grande que el cielo… Y todo, totalmente, estaba adentro de aquella gran pústula… Y yo estaba apunto de escapar, pues sabía bien de que no era la realidad, y respiraba hondo.
Y cuando al fin moví mis dedos y ya salía de a poquito, al mundo real, alejándome de aquella gran tristeza, miré atentamente el cómo se tragaba al mundo y cuánto crecía y cuán cerca estaba de explotar…
Desperté y las cosas estaban tal como me lo imaginaba.
Sonreí y caminé por un pasillo que existe en mi hogar, y al ver a la gata que tienen mis sobrinitas de mascota, decidí acariciarlo, pues quizá tenía que hacerlo de forma natural. Pero más que un impulso caluroso, fue el resultado del sueño. Entonces lo solté y al irse del lugar, dejó una ¡¡gran garrapata!! ¡Oh! gran ácaro. Tan abultado, tan maldito… Tan hijo de puta. Decidí envolverlo en un papel, forrarlo de alcohol y quemarlo.
El olor era el mismo, sí, el olor era el mismo…
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