CUENTO
DESESPERANZA
(Esta es una historia basada en la vida real)
-¡Mi amor!, ¡Mi amor! Ya es hora, por favor ayúdame, ¡Despierta mi amor ya viene! Se rompió la fuente.
-¡Señor! Le felicito; es padre de un hermoso varón; sano y vigoroso.
-¡Si señor! Y déjeme decirle, que en los años que llevo de enfermera, nunca había visto un niño tan lindo. ¡Le felicito!
-Hola mi amor; como estás; bien, Yo estoy muy bien, ahora que nuestro hijo está a junto a nosotros, sano y salvo. ¡Qué hermoso es, verdad!
-Sí amor en verdad es hermoso. Se parece a mí ¿No?
-Sí, se parece a su padre, eso es verdad, y será como tú ya lo verás.
El niño creció junto a sus padres, en un hogar sólido, bien formado y de buenos principios.
Su madre preparó una gran fiesta, para bautizar a su niño; lo llamaron Daniel, como su padre.
El padre de Daniel, médico de profesión; tenía una muy buena situación económica y era muy bueno en su trabajo; un profesional muy reconocido, especializado en el área de la cirugía, socio mayoritario de una de los mejores hospitales de la ciudad.
Danielito; -como lo llamaban sus padres- creció en un ambiente muy sano, lleno de todas las comodidades, para que un niño alcance un verdadero desarrollo integral, acompañado de una guía muy acertada de parte de sus padres y familiares. Era un niño muy querido y considerado por todos; a veces mimado, por ser el primero.
-Cumple años Feliz; cumple años feliz; cumpleaños felices…te deseamos a ti. ¡Bravo! ¡Bravo!.
Danielito había cumplido ya cinco añitos de edad, por este motivo le celebraron una gran fiesta con muchos niños: amigos, conocidos, vecinos; compañeritos de la escuela, y le regalaron una muy bonita bicicleta…
- Papi; puedes llevarme al parque, quiero aprender pronto a manejar la bicicleta que me regalaste, por favor papi, di que sí, por favor; ¡sí!
- ¡Pero! Cómo voy a decirle no a mi vida, si es el rey de la casa y solo debe pedir, que sus deseos serán cumplidos.
-¡Vamos hijo! ¡Tú puedes! ¡Sí! ¡Bien! ¡Así se hace! Mi amor; ya eres todo un ciclista, muy pronto serás el campeón del mundo. Después de unos dos añitos, te compraré una bicicleta más grande, que corra mucho, en la que puedas saltar, correr con tus amiguitos. – ¡Gracias papito! ¡Gracias! ¡Te quiero mucho!
El padre de Dianielito, a pesar de que tenía mucho trabajo, dedicaba tiempo para estar con su hijo, pues era su adoración.
Ya Danielito había cumplido los 14 años de edad; era un niño muy dedicado a sus estudios, deportista, muy cariñoso y amable con sus padres, y todas las personas que lo conocían; pero, sobre todo, amaba a su padre.
Cierto día como cualquier otro, el padre de Danielito, se encontraba trabajando en el hospital del cual era socio; llegaron algunos pacientes accidentados, a quienes los atendió con mucho profesionalismo, operándolos, y salvándoles la vida a algunos que llegaron muy graves. En eso; un taxi, ingresa con mucha prisa al hospital. El Taxista desesperado, y gritando que le ayuden ingresa con un niño en brazos. El menor se encontraba ensangrentado, no se le distinguía su rostro, sin zapatos; un cuadro tremendo. Al ver que el taxista ingresa de esa forma y con un niño, que necesitaba ayuda de urgencia; una de las enfermeras del hospital lo lleva a emergencia y rápidamente lo valora. - Este niño, necesita que se le intervenga de urgencia. Llama por teléfono al Dr. Daniel, cirujano del hospital. –Dr. Por favor venga urgente a emergencia, hay un niño que está muy grave. – ¿Están sus padres con él? –No doctor, el niño fue traído por un taxista, que lo auxilió porque al niño le atropelló un carro, pero este lo dejó tirado en la calle y huyó. – ¡Pero! ¿Quién va a correr con los gastos? el niño está solo, luego no hay quien pague ni la hospitalización, peor aún una cirugía. ¡No! lo siento. No puedo atenderlo. Dígale el Taxista que lo lleve a otro lado.
La enfermera, muy angustiada, sabía de la gravedad del niño y, no quería perder tiempo. -Señor, por favor llévele al hospital público al niño, vaya directo a emergencia, por favor no pierda tiempo, por amor de Dios.
El Taxista, sube al niño a su carro y lo lleva al hospital a toda prisa; por fortuna el hospital, se encontraba a unos minutos de donde estaban. Llega al hospital el señor Taxista; lo recibe al niño una enfermera, lo hospitaliza de inmediato, llama al cirujano; pero, ya fue muy tarde.
– Señor, que es para Usted el niño.
–No lo conozco Dr. El niño fue atropellado por un vehículo que se dio a la fuga, y Yo lo que hice es socorrerlo y llevarlo al hospital de aquí a la vuelta, era el más cercano y pensé que era lo mejor, pero allí no quisieron atenderlo.
– El niño está muy mal, no lo puedo operar así, necesitamos estabilizarlo para poder operarlo. ¡Enfermera! Averigüe quien es el niño. – Señor, ¿hay algo que identifique al niño? – No, no tenía nada. – Enfermera, revise en sus pantalones. –Sí, doctor, aquí hay un teléfono celular.
La enfermera, revisa el teléfono y llama a su padre. –Señor, ¿Usted tiene un niño de más o menos catorce años? –Sí ¿por qué? ¿Cómo sabe? ¿Usted porque tiene el celular de mi hijo? ¿Dónde está? ¿Qué pasó? ¡Dígame! – Tranquilícese señor, soy enfermera, su hijo está en el Hospital regional, tuvo un accidente.
Sin más, en cuestión de segundos, el padre del niño llegó al hospital como un loco. – ¿Dónde está mi hijo? ¡Quiero verlo! ¿Dónde está?
– Venga por acá, señor, soy la enfermera. Yo le llamé por teléfono. ¡Tranquilícese!
– Mi hijo, como está mi hijo.
–Está delicado, en este momento el Dr. Quiroz está con él; no podemos operarlo, porque está muy inestable.
-¡Quiero verlo!
-Venga señor.
El padre entra en el cuarto donde se encontraba su hijo, rompe en llanto abrazándolo y renegando a Dios lo ocurrido. – Su hijo está muy mal señor; es mi deber decirle la verdad; no se lo puede mover, en este momento, ni trasladarle a ninguna otra parte, podría ser fatal.
– ¿Cómo fue? ¿Qué pasó?
– Al niño lo trajo un señor Taxista. A su hijo lo atropelló un carro, y lo dejó tirado en la calzada; el señor lo auxilió y lo llevó a un hospital particular; ante la negativa de ese hospital para atenderlo, lo trae a este hospital. Lamentablemente, ya es muy tarde. Al niño se lo debió intervenir inmediatamente.
– ¡Señor! ¡Qué le pasa! ¡Señor!
El padre del niño sufrió un desmayo por el impacto recibido. Al poco rato llega la madre del niño desesperada; ve a su hijo, recostado en una camilla, ensangrentado, sin zapatos. Poco le faltaba para volverse loca. Después de haberse tranquilizado un poco, el médico le explica lo sucedido.
– Pero Dr. ¿Qué hospital se negó a recibir a mi hijo y atenderlo? – El Hospital de cirugías que queda aquí a la vuelta señora. – ¡Cómo! ¡No puede ser! ¡Ese hospital es de mi marido, doctor!
El doctor, quedó estupefacto; comprendió de inmediato el porqué del shock del padre del niño.
-¿Como se llama el niño señora? –Daniel…
¡Lo siento!; ya no hay nada que hacer.
Fin.
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