tenía cincuenta años y ya estaba agotado de vivir cuando la puerta del cielo se abrió de par en par... dos estrellas bajaron como los ojos de un tigre... toda mi vida fue un temor escondido y esta vez volví a temer, no sabía de qué, pero siempre sucedía así... una de las estrellas pronunció sonidos hermosos, como el canto de largo de la luna, lo sentí y eso fue suficiente para que todos los temores fugaran de mi existencia... ¡llévenme!, les pedí... ellas volvieron a cantar o algo así cuando mi ser empezó a levitar, brillar así como una estrella... ¿soy una estrella?, pregunté... ellas seguían cantando y cantando hasta que todo mi ser empezó a bailar y bailar por todo el universo, dando giros y giros sin parar, hasta que un silencio tronó en todo mi ser y seguí girando y girando hasta llegar a un espacio en donde una bella mancha se puso ante mí... ¿qué eres?, preguntó... quise decir algo pero de mi ser salieron bellos sonidos, cantos jamás escuchados, hasta que pude apreciar que le bella mancha empezó a bailar, así como cada una de las estrellas... quise seguirla pero todo mi ser empezó a dejar de brillar hasta que sentí que descendía y descendía hasta llegar al lugar en donde siempre había temido... estaba sentado en una roca, fría, mirando el cielo, con frío, y, sin una gota de temor porque sabía que era una estrella que jamás dejaría de brillar... me levanté y empecé a cantar y cantar, y bailar y bailar por todo el lugar... la gente gritaba loco, loco, mientras yo sonreía y cantaba y cantaba hasta que sentí que una inmensa estrella llenaba de luz todo el espacio hasta besar todo mi ser... luego, no supe qué contar, tan solo seguí cantando, brillando hasta el final de todos los finales...