4:00 am, aún es de noche, manos congeladas, ojos a media asta, pie izquierdo anclado, rozando suave y ritmicamente cierta margarita tallada en lecho herencia de tres generaciones, sonrisa de oreja a oreja, pues Cartagena de Indias se encuentra a menos de dos horas de viaje, aroma indescriptible, entre calido y profundo, refrescante y difuso, puedo sentir las olas chocando hasta mis rodillas, particulas de arena masajeando delicadamente mis pies, el sol brillante y un par de Catalinas saludando ralentalizadamente al son de una pinchada complaciente de ojo...-- de repente un ecoooo---, disemina el paisaje y me despierta a las 11:00 am cuando ya he perdido el avión, de todas maneras nadie me quita lo viajado, ni la sensación de haber estado allí sin salir de la habitación