Mi abuela era la segunda de doce hermanos, de modo que yo tengo tíos y primos pa'tirar p'arriba.
Uno de éllos, tío Lencho, me contó su historia.
-Sucede que el río pasaba del lado de nuestra finca donde el zacate crecía tan alto que el ganado hasta desaparecía. El dueño de la finca vecina, Lucas Farfán, se hacía el baboso cuando sus mozos tumbaban el cerco pa' quel ganado pastara sin tener que llevarlo a su lado a cosa de legua y media. Cuando mi papá se enteraba de lo que hacían se ponía hecho un diablo.
Una tarde, despuecito del medio día, el 'Cuije' vino corriendo a caballo a avisar que el ganado de don Lucas, estaba de nuestro lado.
¡Ve Lencho, vos y el 'Cuije' vénganse conmigo que ahora agarramos a estos hijos de...dense prisa!
Antes de que saliéramos yo me metí la pistola bajo el cincho por si las pulgas.
Cuando llegamos al cerco, habían como veinte vacas de Lucas pastando de nuestro lado. Cuando nos vio, al viejo de le fue el alma al fundillo.
Vos sabés come era mi viejo, ¡Se lo llevaba Candanga! se cruzaron las palabras y al segundo hijueputazo, Lucas espoleó su caballo y se le vino a mi viejo con el machete ya en alto.
Antes de que le hiciera algo, tuve que pensar ligero y sacándome la pistola le coloqué dos plomazos en el pecho. El Lucas ahí no más dió el barquinazo pa'lotro lado.
-¿El barquinazo pa'lotro lado del cerco?- le pregunté a tio Lencho.
-No, el barquinazo pa'lotro lado-
-¿El barquinazo pa'lado de las vacas?- Insistí aún no claro.
-No patojo, p'al otro lado del mundo, vos sabés: muerto.-
Pues como habían testigos, en la tarde llegaron los alguaciles, me llevaron a la alcaldía y al día siguiente iba camino a la penitenciaría en la capital.
Yo y la Chon no teníamos ni un año de casados y se quedó muerta en llanto ¡Pobrecita!
El proceso lleva tiempo y al cabo de unos cuatro meses, mi compañero de celda y yo eramos grandes camaradas.
El trabajaba en un banco, creo que de gerente, y decía que era inocente y que le habían puesto trampa. Lo visitaban casi a diario su mujer y su hija la Tulita. Como yo no tenía visitas, me invitaba a ir con él para airearme fuera de aquella celda. Así comencé a hacer plática con la Tulita. La patoja tendría sus veinte años, algo tímida al principio, pero tenía su vení acá. Al cabo, habíamos decidido que nos veríamos cuando yo saliera. Yo no tenía nada que perder y ella ¡Estaba buena!
Para tener a los presos ocupados nos sacaban a hacer cosas menores y cuidados por soldados.
Un día, a otros dos otros presos y a mi nos mandaron al Campo de Marte, no muy lejos, a emparejar la grama. Nos cuidabn dos reclutas. Dos inditos en uniforme forzads a prestar su servicio militar como ciudadanos.
Al ratito de estar en el campo, los dos soldados tiraron sus fusiles al suelo y salieron corriendo, supongo que pa' su pueblo en las montañas. Al ver ésto los otros dos compañeros presos también tiraron las herramientas y justo ahí zumbados se las pelaron.
Yo tuve que pensar ligero, recojí los dos fusiles, levanté el azadón y la pala y con mi piocha cargado, me regresé a la cárcel. Aquello causó alguna bulla y me llevaron frente al administrador de la cárcel y preguntó por qué yo no había huído.
-No tengo razón- le dije -porque yo no he hecho nada malo.-
Los ha de haber impresionado porque al día siguiente me dijeron que ya podía salir libre por que yo había hecho algo que llamaron 'homicidio justificado'. Que llamara a mis parientes y me fuera al otro día.
Le puse telegrama a mi Chonita: 'Salgo mañana. Traeme mudada. Besos'.
Ella se subió a la camioneta esa misma noche, y a la mañana siguiente, ahí estaba, ella ¡Tan linda! feliz esperando a que yo saliera.
Yo me había rasurado y al salir se me tiró a los brazos y como era chiquita, salía colgada de mi brazo.
Ya llegando a la puerta divisé que venían entrando su mama con la Tulita. ¡Aquí se iba a armar Troya!
Tenía que pensar ligero. Con la otra mano me alboroté el pelo, abrí los ojos todo lo que pude y apretando los labios inflé los cachetes que ya mero reventaba. Cuando pasaban a mi lado me les quedé mirando y ellas me vieron como quien ve a un loco y se hicieron para un lado como asustadas. No me reconocieron.
Al llegar a la puerta le pedí el peine a la Chonita y como ves, aquí estamos. |