Luís y Mario eran dos amigos inseparables. Un día decidieron irse de viaje. Tomaron sus mochilas y partieron hacia el Sur.
Una vez que llegaron a un páramo desolado sólo vieron un viejo establo víctima del tiempo. Mario le pidió a Luís que fuera a ver si era seguro pasar la noche en aquel rústico lugar. Como no divisaron ningún peligro optaron por pernoctar aquella fría noche en dicho establo y a la mañana siguiente, cuando el sol saliera, continuarían su viaje.
De pronto Mario se despertó de improviso y zamarreó a Luís para que también despertara. Éste un tanto adormecido le preguntó que qué es lo que deseaba. Mario le dijo que si podía ir afuera y ver si ya había salido el sol, que desde el establo no se podía ver nada. Luís aceptó a regañadientes y tomando un abrigo salió con paso calmado hacia el exterior. Al regresar le dijo a Mario que con tanta oscuridad no podía ver el sol. Mario se rió a carcajadas, se dio media vuelta y siguió durmiendo. Luís sin entender nada pescó una linterna y salió en búsqueda del sol para no decepcionar a su querido amigo.