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Inicio / Cuenteros Locales / Sapo_Y_LoboAzul / EL GRAN ZAFRA. 1ª PARTE.

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Componía sus decires con mágica destreza...Era de concepto escurridizo y alma esotérica...Llamaban a su puerta tanto sacerdotes católicos como trotamundos alcohólicos...Lo llamaban Zafra, y en el decir de las gentes, un ramalazo endiablado recorría sus verdosas venas...

Su negro mostachón pinchabesos escribía famas donde iba, y los negros juglares de sus versos eran recitados por doquier, entre bohemios y reyes...Y su mirada disparaba sospechas cargadas de intención...

Se llamaba Zafra, y esta fue su historia...

Más que historia, podría decirse que era un enredo de chismes, tejidos desde el vientre de su madre, una pintora de pincel fino y estampa de Amazona que lo concibió en una noche de San Juan, cuando en ronda divertida y excitante, el pueblo danzaba al rededor de una fogata tan intensa como la misma furia del infierno.
Ella nunca dijo que fue violada, pero la gente que la conocía, afirmaba que ese hijo venía del aire o...de algún misterio no aclarado, porque -decía- jamás le conocimos marido, novio, enamorado o amigo. Otras personas, sin embargo, sobre todo las más allegadas a casa, sostenían que Victoria María, así se llamaba la autora de sus días, bautizó a su hijo con el nombre de "Zafra”, en recuerdo de aquel joven que le dejó el crío en la barriga y que nunca regresó por el vuelto. Decían que ella contaba cómo fue que quedó enfardelada en un loco amor secreto con el hijo mayor del primer hacendado zafrano de las sierras de los Santos y el Castelar.

Un día, andaba Zafra en una reunión con tres golfillas de las de La Colina, un prostíbulo de cantada categoría, cuando un hombre de negros ropajes se acercó a él...andaba cojo y sus cejas simulaban dependencia común...Sus alcahueteros ojillos ratoniles más parecían mirar los bronceados pechos de las muchachas, que al que le hablaba de esta guisa:
-Así que es usted Zafra...Me alegra conocerlo, no me lo esperaba tan joven –le dijo con voz fina, aguda hasta para una mujer, mientras miraba ora los pechos de una, ora los de otra –aquella del lunar al lado del pezón izquierdo...-, ora a Zafra...
-¿Acaso me habré de simular mujer? ¿Me inflo los pechos, inundo mis pieles varoniles hasta extremos con hormonas endiabladas? –interrogó con manifiesta intensidad en la mirada el admirado y reconocido Zafra, a la vez que gozaba de la cómplice risilla de Rocío, su chiquilla predilecta...
-No entiendo...-farfulló el otrora confiado interlocutor.
-Le digo, ensimismado aborto del capital ajeno, que separe sus lascivas pupilas de mis “pupilas” y que “aborte” –con la gracia que la redundancia aporta- su estancia en mi presencia ocupada... ¡Ahora: aborto, aborte sus pupilas de mis pupilas! –gritó enojado, y de las habitaciones adyacentes y en todo el local aterciopelado en rojos y negros se hizo el silencio...El individuo azabache, encolerizado del color del tomatillo, dejó un sobre al mágico Zafra, y salió lanzando improperios que se fueron perdiendo en las risas lanzadas...por todos...

“¡Zafra, diablo!”

En una junta bohemia a la que nunca faltaba por las noches, Zafra, estaba contando a sus amigos una larga historia de su viaje por los acantilados rocosos de la costa cantábrica. Lo hacía en voz alta, adornando sus frases con apuntes poéticos de singular maestría, cuando con voz estentórea, un comedido vecino de meza, alegrado por los vinos que había libado y ganado por su imprudencia, interrumpió:

-Perdón, mozalbete, que malogre tu relato. Tú hablas de rocas y de piedras y de ellas ¿sabes algo?
Zafra le volteó –lanzando al libador por los aires-, sonriente. Miró al comedido sin inmutarse y luego regresó el cuerpo y el rostro a su mesa y continuó su relato como si nada hubiera pasado. El hombre, despechado e insolente, manoteando a su acompañante que le pedía prudencia, con voz aún más subida de tono, dijo:
-Me han hablado de ti, jovenzuelo petulante y no esperaba desaire tan grande de tu parte- Ninguno de los circunstantes intervino. Ni tiempo tuvieron para ello, porque Zafra, con su sonrisa en flor y su mirada asesina, se paró, retiró la silla, para darse aire y espacio y luego dijo:

Lo que del Zafra hayan dicho
poco importa a la impertinencia,
y como esta es una indecencia
le pido que se vaya a buscar su nicho.

Sin dar ningún tiempo para nada, Zafra, le arrimó un silletazo al atrevido, armándose una trifulca que terminó en la delegación.

Dos semanas después de incidente, y tras pagar una cuantiosa multa, se encontraba Zafra bebiendo vino blanco en compañía de dos amigas, cuando cayó en la cuenta de que no había abierto el sobre que le envió aquel tipo, al que había humillado en La Colina. Así que lo cogió y restregó un lápiz que siempre llevaba por la parte pegada de la carta...el folio en el interior estaba en blanco, salvo por una frase: “hola, hijo”
Su negro bigote tembló y una furia creció en él al instante...Cogió su sombrero, su abrigo de ante marrón, y salió como un vendaval por la puerta de pino que le bloqueaba el paso.

“¡Hijo de madre sarnosa, harapienta!
¡que sarna, que atrapa, la puta, la rata!,
¡ te daré, te mataré, hijo de rata!
que ensucia mis ojos, de arrojos, matojos
que dañan y sajan, maldito rabudo que tuvo
su arrojo, y por eso te mato y te sajo y te capo...”

Así iba vociferando de manera demencial el joven Zafra, con el punzante dolor de infiernos de escuela y niños atormentándole la falta de su padre...Y el pensar que individuos como aquel le mancharan de nuevo, le recordaran, le zahería la sangre, le martirizaba la mala leche...”Aquel cabrón lo pagaría” pensaba y su voz tronaba aceras húmedas, llamadas a las cuatro de la madrugada...
Mirando y remirando el sobre en el que figuraba la dirección, el Zafra llegó a destino. Ya le parecía extraño el barrio y más aún la casa que encontró. Era una mansión de ensueño como pintada por Dalí. Llegó a la puerta principal, en la que encontró al guardián: un mozo de la raza negra de dos metros de alto y cara de bondad. Sin mediar diálogo alguno Zafra preguntó:

--¿Vive aquí un hombre cojo de negro ropaje?
-Si, señor ¿A quién anuncio?
-Pues hombre, pronuncie la palabra Zafra y no se diga más, contestó el bate, de mal talante."Para explicaciones estamos", se dijo para sus adentros.
En contados segundos, el Zafra era conducido al núcleo central de la casa palaciega. El joven y diestro decidor, tuvo que pasar por dos enormes salones antes de que se abriera una puerta para darle ingreso al gran escritorio donde permanecía sentado un señor de cabello cano y rostro severo pero nada fiero. Aparentaba unos sesenta años, podía tener más...Vestía con elegancia un hermoso saco de estar y fumaba en pipa, dejando sentir ese aroma del tabaco bien cultivado y mejor cosechado. El Zafra, sin mostrar turbación -que sì la tenía- para ganar la partida como siempre, dijo:
-Disculpe, su merced, yo a quien busco no es a usted. Vengo a devolver este sobre que ese hombre que dice vive aquí, dejó olvidado allá en La Colina.
-A quien buscas es a mí, dijo el hombre sonriente. El que te envió ese sobre soy yo, tu padre. Lo dijo con voz serena y pausada, como si masticara las palabras y como si las hubiese pensado por mucho tiempo. Zafra, en cambio, con esa capacidad de dominio personal que poseía y con su forma de reaccionar que nunca fue estudiada, soltó su amargura de toda la vida:
-Válgame Dios, que yo soy hijo de mi madre que no tuvo consorte, ni yo cariño que me importe. Ella, mi madre, nunca me habló de padre, y aunque a usted no le cuadre, yo sólo soy hijo de una sola barriga y no acepto la menor intriga. Tiró el sobre en la mesa y regresó por donde había entrado...

Pero en el enorme pasillo que asemejaba arteria principal, el hombre negro le puso un mano sobre el hombro, parándolo en seco...Imagen rara, aquel mastodonte humano que pintaba dulzura donde miraba, junto al más diablero de los diablos humanos, el gran Zafra, que zafándose de la hercúlea mano, se volvió hacia el supuesto padre que se acercaba por detrás, y recitó de su mente en voz contenida y susurrante:

Hombre soez, insultante y mendaz
¡hombre bicho!
bicho que jode, que insulta y engendra,
bicho engendrante
bicho malicia, ¡perro!,
diablo de “perrro”
con tres erres, que te arredro, que te destrapo de tripas...
¡bicho!
bicho insulso y que hizo
dolor y dolorífico... ¡salsa de dichos! ¡ te haré de hombre dentífrico!
¡bicho: me dueles, me rajas en la cara de mármol negra!, ¡perro!
¡Perra forma, bicho eterno, te maldigo!
¡Yo te maldigo!

Sacó el gran Zafra la pistola de su bolsillo y se dispuso a disparar a aquel insulto a su existencia, mientras derramaba lágrimas que para él eran de sangre...recordó, en ese irónico tiempo del que tanto distan los mundos, cómo de palizas y cachondeos los niños abusaron de su chiquillada infancia, recordó aquellos juegos en los que no pudo entrar, o aquellos juegos -¡Ay! ¡esa crueldad reflejada de los adultos!- en los que le hicieron entrar, y en los que la cara le rebozaba porquerías y de sus yermas inocencias cundían ardientes hematomas...¡lloros en la oscuridad!...Con el estigma de la vergüenza y la humillación recorriéndole las entrañas...

“¡Mamones hijos de puta!”

Apuntó a aquel que decía ser su padre, y que si lo era realmente, lo dejó a solas con una madre que le privó de cariño y comprensión, del verdadero apoyo que necesitaba la autoestima...Zafra sobrevivió, cierto, pero el precio pagado había sido demasiado duro...demasiado injusto y cruel...

“¡Su niño interior lloraba!”

Apuntó al pecho...





Texto agregado el 17-06-2004, y leído por 307 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
23-06-2004 Lo he leído dos veces y estoy asombrado. Pero como soy un indígena un poco bruto, tengo que volver a él...y seguirlo muy despacito. Volveré oportunamente con el comentario, siempre que me dé el cuero. Un abrazo para los dos. islero
18-06-2004 Zafra de origen perdido, nació de un repollo, brotó como una planta silvestre. Espero con ansias leer lo que le depara el destino anemona
18-06-2004 Cuento genial, ya espero la próxima entrega. Me estaba hasta imaginando como iba vestido el tal Zafra. Felicitaciones a este duo tan extraordinario Un saludo. SOL-O-LUNA
18-06-2004 Historia de una vida dolorosa, errante y llena de ausencias. Zafra y su destino cruel, su pasado y sus origenes; la identidad. Y el derecho de ser sin saber a ciencia cierta quien es. Me gusta este trabajo. Espero la segunda parte. Cariños shou
18-06-2004 Me gustó más el texto de Rodrigo. En fín, no sé adónde queréis llegar con esta historia del tormento del pobre Zafra. Me pierdo, lo siento... maravillas
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